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'Confucio': Kong fu ción

Vía El Séptimo Arte por 23 de junio de 2011

En una nación sumida en el caos y el constante temor al estallido de una guerra de grandes proporciones, urgen los servicios y consejos de un hombre con el temple y la sabiduría necesaria primero para apagar los ánimos de una población marcada por atávicas confrontaciones y después para guiar a una nación con un potencial extraordinario hacia la paz y el desarrollo. Es en estas circunstancias todos los ojos se fijan en Confucio, venerado filósofo que no tardará en deslumbrar a sus congéneres... y en alimentar involuntariamente el odio de todos aquellos que no ven más allá de su propio interés.

Desde hace tiempo, son cada vez más numerosos los eruditos del cine que nos hablan de las excelencias de las diversas cinematografías asiáticas. Lo que empezó sonando a simple provocación para distanciarse de las corrientes mayoritarias (entiéndanse la concepción occidental del séptimo arte), ha terminado por convertirse casi en un tópico. Que se lo tatúen pues en la frente aquellos que estén empeñados en descubrir nuevos sabores y experiencias de lo más estimulantes en este cada vez más monótono mundillo. Que todos ellos cojan un mapa del globo terráqueo e inclinen ligeramente la cabeza hacia la derecha, pues la respuesta a todas sus preguntas y anhelos se halla en oriente... cuanto más lejano, mejor.

En efecto, a poder ser, muéstrese especial interés por las cinematografías que presenten fichas técnicas / artísticas con el mayor número posible de gente de ojos rasgados. Bingo, países como Japón, Corea del Sur, o incluso Tailandia para los más atrevidos o sibaritas, serán sinónimo de victoria. En el mismo cajón de ''triunfo-casi-asegurado'' (aunque en este caso para un tipo más especializado de audiencia) entraría también la siempre prolífica industria de Hong Kong, que haciendo caso omiso a los cambios geo-políticos que ha habido en la zona a lo largo de los últimos años, sigue produciendo por su propia cuenta; sin el apoyo del gigante de inmenso potencial, que ahora resulta ser su país. Lo cual nos lleva a la pregunta del millón: ¿Qué hay de China?

O dicho de otra manera, ¿cómo se explica que de la nación con más crecimiento económico en todo el mundo; de aquella que está destinada a desbancar a los todopoderosos Estados Unidos como primera superpotencia mundial, nos lleguen tan pocos filmes? Pregunta planteada, dígase una vez más, sin tener en cuenta el todavía monstruoso ritmo de manufacturación de la que antaño fuera una de las más preciadas colonias británicas. ¿Será tal vez por falta de apoyo económico? No, el número de superproducciones chinas aumenta año tras año, prueba irrefutable del cada vez más importante sustento financiero con el que cuenta la industria fílmica de este país. La razón de esta sequía de exportaciones quizás sea un poco más oscura.

Y es que estamos ante el enésimo caso que deja latente que el progreso económico no tiene por qué ir necesariamente de la mano del desarrollo humano. En un lado tenemos a una industria que se beneficia de la actual situación de bonanza económica de su país, pero en el otro está un poder público autoritario, que sigue con opresiva atención su propio celuloide, viéndose éste último obligado a pasar bajo la lupa (y en el peor de los casos, por las tijeras) de una autoridad que no da tregua, y a la que poco o nada le importa la calidad artística de la cinta que está a punto de profanar. Pregunten sino al cineasta Lu Chuan, cuya conquista de la Concha de Oro a la Mejor Película en el Festival de Cine de San Sebastián de nada sirvió para ahorrarle problemas con los censores de su patria, que no entendieron cómo su 'Ciudad de vida y muerte', película sobre la atroz ocupación de Nanking por parte del ejército japonés durante la Segunda Guerra Mundial, no se tomaba todavía más molestias a la hora de mostrar a las tropas invasoras como la mismísima encarnación del mal.

El caso es que, uniendo estas dos tendencias que hemos comentado (recordemos, la preferencia cada vez más declarada por las producciones de grandes envergaduras por un lado, y el aún asfixiante control fílmico por parte de las autoridades gubernamentales por otro) y tendremos una mejor comprensión del origen, aciertos y -sobretodo- fracasos del nuevo largometraje del director Hu Mei, 'Confucio', biopic que repasa los últimos años de uno de los más célebres e influyentes filósofos de la historia. Biopic que más que estar dedicado a la divinificación de la figura alrededor de la cual gira -que en parte, así es-, se intuye que su principal razón de existir es la de servir de panfleto al régimen comunista chino.

Ya se sabe, la historia la escriben los vencedores... lo cual implica también que éstos la pueden reinterpretar a su antojo. No es la primera ni seguramente la última vez que se recurre al pasado para alardear de presente. Maravíllese el resto del mundo con la gloria de nuestros ancestros, que ayudaron a cimentar la no menos gloriosa realidad actual. Lo cual no quita que si el pobre Confucio levantara cabeza y viera en lo que se ha convertido su querido reino, seguramente se echaría a llorar, o a sacar hábilmente los ojos a los grandes mandatarios a modo de castigo, visto el parecido más que razonable que guarda con el tiránico maestro tarantiniano Pai Mei, siempre según el retrato ofrecido por Hu Mei, claro está.

Dejando de lado los aspectos fisonómicos (en cierto modo ilustrativos, pero a la postre poco relevantes), debe decirse que hay muchos más puntos en los que se le ve el plumero al film. A saber, excesivas concesiones / reverencias al modo de filmar típicamente americano, demasiado perceptibles en aspectos como una banda sonora que da la sensación de haber sido escuchada centenares de veces antes, o un abordaje de lo más blandengue y simplón (especialmente en el plano sentimental) de temas que por su -presunta- complejidad requerían más seriedad, o por lo menos, más personalidad. La falta de estilo propio es precisamente la que acaba condenando una cinta con muchas pretensiones... muy pocas de ellas finalmente materializadas.

Un filme que por querer rivalizar tan directamente con los de características similares provinentes del continente americano, olvida centrarse en ''detalles'' que realmente importan, como el ritmo narrativo (que se pierde a lo largo de dos horas que a efectos prácticos parecen cuatro) o el intentar hacer más accesible al público extranjero -es decir, nosotros- una historia tan abundante en personajes, localizaciones y situaciones distintas. Y aún gracias de esta algo confusa variedad, porque más allá del evidente interés que despierta la figura protagonista o ver cómo se desenvuelve en el papel Chow Yun-Fat, este 'Confucio' se queda demasiado rápido sin argumentos. Eso sí, el increíblemente buenista retrato del famoso filósofo, convertido en líder de masas y profeta de una sociedad con la rectitud i la igualdad como principales pilares, de buen seguro que satisfará a más de un político del lejano oriente.

Nota: 4 / 10

Por Víctor Esquirol Molinas

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