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'Caza a la espía': El pueblo contra Valerie Plame

Vía El Séptimo Arte por 04 de noviembre de 2010

Valerie Plame es una agente de la CIA que trabaja en la oficina de no-proliferación armamentística. Poco después de que su país haya sufrido los ataques de Al-Quaeda, su departamento va a ponerse inmediatamente manos a la obra para encontrar vínculos entre Irak y la organización terrorista. Para ello Valerie pedirá ayuda a su marido, Joseph Wilson, cuya experiencia como diplomático en África puede aportar una más que interesante perspectiva a dicho estudio. Pero cuanto más vaya investigando la pareja, menos fundamento tendrán los argumentos que abogan por una invasión del país del Golfo Pérsico.

En un momento de una entrevista, Maruja Torres esbozó una leve sonrisa y con posado nostálgico pronunció un nombre: ''Richard Nixon...'' Después de una pausa dramática, añadió ''¡Aquellos eran buenos tiempos!'' Obviamente su contertulio no supo cómo reaccionar, de modo que ella le echó un cable. ''Claro, piense en ello... en aquella época, cuando alguien cometía un error, dimitía. ¡Esto ahora es inconcebible!'' Más razón no podía tener. Quizás hemos dejado en un rincón demasiado oscuro de nuestra memoria el legado político americano de principios de la década de los setenta. Bien es cierto que no andó precisamente escaso en lo que a escándalos se refiere, pero si puede rescatarse algo positivo del bochornoso caso Watergate es que se hizo justicia; los que engañaron al pueblo pagaron por ello -al menos algunos-. Crimen y castigo. De alguna manera, hubo ''juego limpio'', tal y como reza el título original de la nueva película de Doug Liman.

Muy oscura es también la imagen que tienen muchos del director neoyorquino, lo cual supone una gran injusticia. ¿Merece ser tratado con desprecio, incluso con indiferencia -que es peor- alguien con un currículum en el que escarbando un poco se encuentran cintas tan influyentes? Su primera etapa como realizador ya cae un poco lejos, pero no hay que olvidar que en ella encontramos aquel diamante en bruto titulado 'Swingers', fundamental para entender el devenir de la comedia indie americana contemporánea. Más reciente es 'El caso Bourne', que no necesitó demasiado tiempo para convertirse en el mayor referente del cine de acción de los últimos años, así como el espejo en el que debería mirarse todo producto del género que se preciara (ni el Sr. Bond se libró de esta tendencia). Fue Doug Liman, y no Paul Greengrass quien inició las aventuras del famoso espía amnésico, no hay que olvidarlo.

En lo que sí se adelantó el cineasta irlandés fue en el viaje a Irak. 'Green Zone: Distrito protegido', muy deudora de la saga Bourne, era un filme de acción casi impecable, pero que tenía un gran punto débil: llegaba casi diez años tarde (ver ahora al pobre Matt Damon correr incansablemente por Bagdad para acabar descubriendo con cara de bobalicón que las armas de destrucción masiva que buscaba no eran más que una patraña, tenía un inesperado efecto cómico). Algo similar podría haberle sucedido a 'Caza a la espía', al tratar ésta sobre una historia que a estas alturas ya la tenemos bastante vista. Un obstáculo que Liman esquiva con acierto centrándose más en el ''cómo'' que no en el ''qué''. En esta época en la que vivimos siempre rodeados de información, deberíamos ser marcianos para no saber que la nación más poderosa del mundo derrocó por la vía militar al régimen político/dictatorial iraquí... lo que pudo habérsenos escapado es cómo lo lograron; cómo allanaron el terreno para la invasión; cómo pudieron plantarse a la otra punta del mundo sin caérseles la cara de vergüenza.

Para responder a estas y otras preguntas, el director también echa mano del manual de estética Bourne, yendo al ritmo de las notas de John Powell -quién si no- y siguiendo a los personajes con una cámara inquieta. Pero que nadie espere ver disparos o trepidantes persecuciones urbanas en coche, aquí toda la acción se concentra en los despachos, y la lleva gente gris cuyos caros trajes no ocultan su alarmante mediocridad. Es otro de los síntomas de la falta de grandes políticos (George W. Bush es un ejemplo), o de la abundancia de mandatarios que se mueven en la sombra (Dick Cheney, seguramente el ser más oscuro que nos ha dado el siglo XXI). Burócratas, chupatintas, asistentes de imagen... tratamos con la misma fauna que nos presentó Armando Ianucci en la desternillante 'In the Loop', que -sorpresa-, también hablaba de una invasión a un país de Oriente Medio. Conclusión, el destino de millones de personas depende de decisiones concebidas en fríos despachos o cubículos, tomadas por especialistas en sobrevivir... en su entorno laboral. Los que siguen vivos en esa jungla de documentos son los que a través de su incompetencia o ceguera siguen el camino marcado por los de arriba... los que perecen son como Valerie Plame.

Se nota que 'Caza a la espía' bebe de la cruda y dura realidad (está basada en la biografía de la propia Plame), pero lo mejor es que nos habla de ésta de forma ágil (navegando constantemente entre los mass media y las entrañas de la bestia) y entendedora. Es un thriller político modélico. Desgraciadamente, como drama familiar no funciona ni la mitad de bien. Cuando los dardos envenenados lanzados por Joseph se vuelvan en su contra, la convivencia conyugal va a hacerse imposible, tomando todo un aire folletinesco que para mayor desgracia, deja por el camino atajos sentimentaloides, además de alguna pestilente defensa de la patria y de la concepción más tradicional de la familia. Por suerte, ahí están esos dos grandes actores protagonistas (Naomi Watts y Sean Penn casi nunca fallan), dispuestos a quitarnos parte del mal sabor de boca.

Un duelo interpretativo de altos vuelos que de paso nos deja una interesantísima reflexión. Puede que Sean Penn no desprenda la simpatía de James Stewart o Gary Cooper, pero viendo su batalla contra la administración, uno no puede evitar pensar en aquellos ''caballeros sin espada'' de Frank Capra. Aquellos cruzados anónimos que nos alertaban de las brechas de un sistema que podía sacar lo mejor y lo peor de cada persona. Luchadores natos, testigos de tiempos mejores. En aquel entonces, pensar en los Padres Fundadores era motivo de orgullo y de inspiración para seguir combatiendo... ahora su recuerdo sólo produce un profundo y vergonzoso sentimiento de indignidad, a la vez que nos incita a arrojar la toalla. Los que antes eran héroes ahora han quedado reducidos a la categoría de agitadores cuyo mayor crimen fue interponerse entre el poder y su codicia. Aquel alarde de cinismo con el que Michael Moore cerró la genial 'Bowling for Columbine' no ha perdido nada de fuerza: ''Sí, era un momento glorioso para ser americano.''

Nota: 6,5 / 10

por Víctor Esquirol Molinas

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