'Caminando entre las tumbas': Macarrones con chorizo
Matt Scudder es un maduro ex detective del Departamento de Policía de Nueva York que a finales de los 90, sin nada mejor que hacer mientras supera su alcoholismo y sus remordimientos, dedica su tiempo libre a ejercer como detective privado sin licencia. Esto es, sin las ataduras que conllevan una placa o una licencia. Sobre todo, la no necesidad de tener que cumplimentar el papeleo. ¿Les suena de algo...? Si hace poquísimo hemos podido ver a Denzel Washington dando vida en la gran pantalla a Robert McCall, ahora es Liam Neeson quién reincide con un papel y una temática similares que también se le ajustan como un traje hecho a medida. Quizá, posiblemente, incluso demasiado.
En la actualidad ver a Liam Neeson empuñado un arma es tan corriente que casi lo más raro es verle sin ella, algo que nos hubiera parecido bastante inconcebible hace apenas unos pocos años. Pero ahora, a sus 62 años, este irlandés de más de metro noventa es una estrella del cine de acción que parece destinada a pasar a la historia como Bryan Mills, el protagonista de la franquicia de 'Venganza' que le convirtió en lo que parece es hoy en día: una implacable máquina de matar. Desde entonces la mayor parte de los filmes en los que ha participado parecen condicionados por esta imagen del "invencible superhombre moral a lo Denzel Washington", siendo que en este mundo actual tan pendiente de las etiquetas su nombre y la solvencia que se esconde detrás casi han dado lugar a un género en sí mismo.
Y lo cierto es que acercarse a 'Caminando entre las tumbas' pensando que "es otra más" puede llevar a engaño, pues el personaje de Matt Scudder se encuentra mucho más cercano en espíritu a Clint Eastwood que a una producción de Luc Besson. Este es quizá el principal motivo de polémica en esta ocasión, esa imagen labrada en los últimos años que puede entorpecer la percepción de los valores de esta sobria y convincente producción que, al igual que 'The Equalizer: El protector' o 'Jack Reacher', remite al realismo físico y a la estilización narrativa de los thrillers de los años 70, en un modelo de cine de acción de la vieja escuela muy cercano al pragmatismo del pulp. Neeson le da en cierto sentido la espalda al icono en el que se ha convertido con este individuo melancólico y crepuscular de la era analógica, un alma en pena con una existencia gris que trata de evitar los conflictos y no lleva pistola.
En suma, algo más cercano a lo que cabría esperar de un thriller ambientado en un mundo real y protagonizado por un irlandés de 62 años, algo más cercano a un personaje golpeado por la vida que sabe que no son los años los que pesan, sino la conciencia. Un thriller elegante y desencantado, impertérrito, seco, pausado, y quizá demasiado sencillo en su franqueza genérica como para resultar verdaderamente emocionante, profundo o relevante, pero al que el director Scott Frank aliña, como ya hiciese en la apreciable 'The Lookout', con la suficiente personalidad como para puntualizar su discurso mediante pequeños detalles y matices que si bien no profundizan en los recovecos de su historia, son más que suficientes para justificar una película que al mundo del cine puede ser lo mismo que unos macarrones con chorizo al mundo de la cocina.
Nota: 6,5
Por Juan Pairet Iglesias
La verdad es que no sé cual de sus clichés es el peor, si la trama del ex-policía con trágico pasado, la del niño desamparado metida con calzador o ese final de thriller de segunda.
Y no me olvido del protagonista y su imparable carrera por destronar a Nicolas Cage, con esta y 'Non-Stop' ya ha conseguido ponerse a su altura en cuanto a malos papeles, el problema es que Neeson lo hace tan mal que empiezo a mirar al pariente de Coppola con otros ojos.