'Blue Lips': En un lugar llamado Pamplona
La 5ª Avenida de Nueva York está totalmente desierta. Ni rastro de los taxis amarillos, o de los viandantes que se apresuran por sus aceras, quemándose la lengua con el café recién encargado y destruyendo sus cuerdas vocales gritándole a su teléfono móvil. Calma absoluta. En cualquier momento pasará la planta rodante de rigor. Esto no puede ser. Aquí hay algo que no cuadra. Pero un segundo, la cámara empieza a pivotar para así añadir detalles a una fotografía que, poco a poco, va cobrando más sentido. Los comercios están cerrados a cal y canto, y sus escaparates se han blindado a base de tablones, como si un huracán de fuerza destructiva estuviera a punto de hacer acto de presencia. La toma se va alejando y por fin empieza a intuirse de qué va el asunto. Resulta que no sólo se ha desalojado la calle más emblemática de la Gran Manzana, sino otras muchas vías colindantes a través de las cuales se ha trazado una especie de circuito.
Y aparecen los participantes de la carrera. Todos ataviados con vestimentas de un blanco cegador, roto por el rojo de una tela que rodea tanto su cintura como su cuello. Un momento. Definitivamente aquí hay algo que va mal. Silencio... hasta que el chupinazo resuena por todo Manhattan. Ya no hay vuelta atrás, los mozos y mozas han empezado a correr como si les fuera la vida en ello... y en efecto, porque detrás de ellos, a escasísimos metros, les sigue una estampida de búfalos americanos. No es un delirio (de hecho, sí); era un anuncio para televisión de una conocida marca de cerveza española. La gracia estaba en coger algo muy nuestro (los Sanfermines, exacto) y exportarlo, como si de una bebida alcohólica se tratara, a la capital de un mundo que por aquel entonces ya estaba oficialmente metido (hasta el cuello) en un proceso intensivo de globalización. Y ya que estamos, la empresa detrás de este spot nos bautizaría, unos años después como ''ciudadanos de un lugar llamado mundo''. (puaj) En estas que unos cuantos estudiantes de cine se conocen en Los Angeles hasta que, como ya hicieran las Bolas de Dragón, se dispersan por todo el globo terráqueo... hasta que el destino vuelve a juntarles. Ocasión que aprovechan para hacer algo parecido a la jugada antes descrita, pero a la inversa, es decir, coger a unos cuantos de esos ciudadanos y reunirlos en las calles de Pamplona durante sus más célebres festividades. Espacios vitales compartidos, con la inagotable excusa cinematográfica de las vías cruzadas. Seis son los directores en el proyecto; seis personajes son los que van a descubrirse a sí mismos... y también el verdadero significado del San Fermín del siglo XXI, condensado en un anglicismo (cómo no) que al mismo tiempo dará título a dicha película. 'Blue Lips' significa, literalmente ''Labios azules'' (del mismo modo que, por ejemplo, ''Garden Manager'' es el ''Jardinero'' de toda la vida), y hace referencia a una de las consecuencias más palpables (y pestilentes) de tanta algarabía. Y es que podrás inflarte a chicles para camuflar el aliento; podrás lavarte la ropa para eliminar cualquier rastro de vómito, sangre o ''yogur'', pero jamás de los jamases se te borrará el azulete de la boca, y cuando vuelvas a casa, tu madre te matará. Porque sabrá lo que ha pasado. Porque ella ya pasó por esto. Tu padre, en cambio, te dará unas palmaditas amicales a la espalda. Porque también sabrá lo que ha pasado. Porque él también pasó por esto. Corderito... despierta. Tus papis estuvieron en Pamplona mucho antes que tú. De hecho, se conocieron ahí, y se enamoraron ipso facto. Porque en aquel entonces sus labios estaban mucho más azules que los tuyos... Azul calimocho, del pedal que llevaban encima. Y deja ya de preguntártelo. Lo mismo sucedió con tus abuelos. Y con tus bisabuelos... Es un hecho histórico: los Sanfermines han sido para España lo que los parques acuáticos para los gremlins. Ahí, y no en París, sucede la auténtica magia... mágicamente alcoholizada, claro está. Por suerte, los ingenieros de este lugar llamado mundo se han reservado unos valiosos segundos, en sus valiosísimas vidass para pensar en la supervivencia de nuestro ridículo país, sean cuales sean sus fronteras. Requisito sine qua non: Variedad genética suficiente para que la estirpe de más golferas de la humanidad se prolongue por los siglos de los siglos. ''¡Viva!'' Plan Maestro: Internacionalizar los famosos encierros (pero sobre todo, cualquier factor que los rodee que huela a etanol) para atraer a todo tipo de mandril de ese lugar llamado... eso mismo. Ya lo ven, todo empieza y termina con las bebidas espirituosas, que son las únicas que merecen la pena. ''¡Gora!'' Cualquier meada fuera de tiesto que haya podido producirse mientras el sujeto se encontraba bajo el influjo de éstas, podrá arreglarlas su futuro-yo. Que se preocupe él. Y a vivir, que son ocho días. Tiempo de sobra para que culturas tan distintas como la brasileña, la argentina, la italiana, la hawaiana, la española y la californiana (la peor de todas) digan la suya entre traguito y ''sanhilari''. Lástima que ni Daniela De Carlo, ni Julieta Lima, ni Gustavo Lipsztein, ni Antonello Novellino, ni Nacho Ruipérez, ni Nobu Shima tengan tantas ganas de desfase. Lo suyo es un trabajo mucho más comedido, tanto que a pesar de querer llevarnos por una montaña rusa emocional, lo cierto es que ni sus subidas ni sus bajadas en picado logran ese mínimo de emoción exigible. Ya se sabe, quien mucho abarca poco aprieta. 'Blue Lips' tiene algo (muy poco) de la obligatoria bacanal y mucho de esa inagotable búsqueda de esa epifanía colectiva que va a redirigir el rumbo errático tanto de los pobres diablos de la ficción, como el de un espectador que tiene que verse reflejado en ellos. Ésta última batalla puede darse por perdida, tanto por unas interpretaciones que se alejan demasiado de lo convincente, como por una orquestación de los frentes no excesivamente lucida. Irónicamente, es en un punto relacionado con éste último que el filme muestra ideas / detalles que merecen ser rescatados. Principalmente, el de una coralidad formalmente muy bien entendida. Si hacemos caso a su ficha artística, 'Blue Lips' se acerca mucho a la categorización de película por capítulos. En efecto, cada uno de ellos ha sido dirigido por una persona diferente, pero salta a la vista que el grupo no dejó de comunicarse en ningún momento. Lo atestiguan los diversos puntos de convergencia de las distintas líneas argumentales, que juntas consiguen hilvanar, siempre sobre el papel (lástima que no tanto a la práctica), una historia conjunta cuya falta de personalidad y sinsabor generalizado no impide (a veces incluso facilita) su fácil disfrute. Así están las cosas, la gran celebración pamplonica ha optado, en esta ocasión, por la digestión ligera... y por huir del sistemático -e impeditivo- solapamiento episódico, construyéndose así un buen reclamo turístico para todos aquellos que todavía no se habían atrevido (por miedo... qué cosas) a correrse una buena juerguecilla en la capital de Navarra. Está claro, los genios del marketing tenían razón: Cuantos más seamos, mejor... ahora rebajemos un poco la jodida corrección política, y todo será casi, casi perfecto. Nota: 5 / 10por Víctor Esquirol Molinas