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'Betrayal (Traición)': Desde Rusia con desamor

Vía El Séptimo Arte por 05 de septiembre de 2013

Más que porque te insulte cuando menos te lo esperas; más que porque lo hayas pillado en dos ocasiones meándose en la pica de la cocina; más que porque se ponga el despertador a las cuatro de la madrugada para poner, a todo trapo, su programa favorito de Vladivostok FM; más que porque decidió rasurar al gato... si por algo no acaba de gustarte el huésped ruso que está pasando unos días en tu ciudad es porque no entiendes su comportamiento. Sí, te ha insultado, ha orinado donde no debía y se ha tomado excesivas licencias tanto con tu mascota como con el nivel de decibelios permitidos por la comunidad de vecinos... pero lo que te pone más de los nervios es tu manifiesta incapacidad para adelantarte a sus movimientos. Imposible predecir cuándo se va a producir la próxima locura. Esta misma noche, cuando estabas cenando con él, has temido que la copa de vino que le has servido terminara introducida en el recto de uno de los comensales. Tus pronósticos apuntaban a ello... Pero no. El tipo ha mirado el líquido a contraluz, ha removido la copa, ha olido su contenido y a continuación lo ha degustado. Respiras aliviado, sí... pero sigues sin poder soportar esta situación, porque sigues sin descifrar sus patrones de comportamiento.

Ni lo intentes. Es ruso. Es lo único que necesitas saber... y es la única conclusión que extraerás de la experiencia. Pongámoslo en práctica: 'Traición (Betrayal)', de Kirill Serebrennikov, empieza con una escena vamos a decir... extraña. Mientras es sometido a un chequeo médico, un paciente recibe de su doctora una noticia impactante: ''Su mujer le engaña con mi marido''. La bomba se deja caer con esa solemne impasibilidad tan... tan... rusa. Los cornudos no se conocían antes de dicha revelación. Tampoco habían quedado para desfogarse, compartiendo sus miserias. Simplemente coinciden en la misma sala y uno de ellos decide tener un arrebato de sinceridad. Empezamos bien. Casi dos horas después, cuando la película está a punto de terminar, un comisario de policía, después de haber soltado un puñado de sentencias para la más ilustre historia del surrealismo, declara ''No hay nada peor que morir de forma aburrida. La gente es muy extraña.'' A estas alturas, si el espectador no estalla en la más nerviosa de las carcajadas, es porque se ha blindado, y porque sabe que de este espectáculo cabe esperarlo todo... menos algo normal.

Si se va a la sala dispuesto a hacer este ejercicio de abstracción, es muy probable que se encuentre en 'Traición (Betrayal)' una de estas raras gemas que merecen una oportunidad ni que sea por la ambición y el innegable talento volcados en ella. Para su nueva película, Serebrennikov decide erigirse en total protagonista y lleva más allá (hasta donde lleguen) sus aptitudes detrás de las cámaras. Una mujer conoce a un hombre y le habla de la traición de la que es víctima, no obstante le abre la puerta a ser partícipe de otra... Las infidelidades al desnudo para una película tormentosamente (anti)romántica, en la que el ''Te quiero'' ha perdido su sentido original... o ha adquirido uno de nuevo, muy cercano a la mentira con carga explosiva y teledirigida al corazón. El director y co-guionista toma un papel activo, haciendo y deshaciendo, pero sobre todo siguiendo y mirando a sus criaturas de una manera muy especial; totalmente reconocible.

El problema, como en todos estos casos, es el narcicismo. Existe el peligro de quedarse embobado ante el reflejo del espejo y ser incapaz de avanzar. Hasta desplomarse. Serebrennikov, consciente de su poder estético-narrativo, no repara en esfuerzo alguno... y se gusta. Quizás demasiado. Así, la argumentalmente compleja 'Traición (Betrayal)' se convierte en una pirueta en sí misma. En una compleja amalgama en la que lucen con brillo propio los planos secuencia, las elipsis, el inquietante montaje que les da sentido, y un hipnótico juego con los escenarios (¡qué bien se sentiría Wong Kar-Wai por los pasillos de aquel hotel!) que convierten la historia en algo muy cercano a la pesadilla apocalíptica. El ojo entrenado a buen seguro disfrutará con tal despliegue, mientras que al que le falte rodaje, si por accidente se ve en una de las sesiones de dicho filme, todavía es más seguro que perderá los nervios entre miradas furtivas al reloj.

¿Larga? Sí, tanto que, circularidades aparte, parecen dos películas en una. ¿Excesiva? También, tanto que es fácil imaginarse al cineasta de Rostov enredado entre sus rizadísimos rizos. ¿Desesperante? Como se ha dicho antes, depende de la tolerancia que se tenga a la llamada lógica (?) rusa, aunque para ser justos, hablamos de una película que rehúye cualquier planteamiento racional (¿acaso no puede decirse lo mismo de las relaciones amorosas?) ¿Carca? Cuidado, tal vez también, ¿o sino a qué se debe esa fatalidad y esa manía por poner al mismo nivel tanto al adulterio como al feo vicio de fumar? ¿Rusa? Por supuestísimo. Pero a pesar de todo esto, la virtuosa 'Traición' de Serebrennikov destaca por lo mismo que puede ser llamativo en cualquier infidelidad: sabe plasmar, como pocas películas han logrado, la atracción de lo oscuramente prohibido; el encanto de aquello que te enseñaron que es malo... pero a lo que tanto cuesta resistirse.

Nota: 6 / 10

por Víctor Esquirol Molinas

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