Si el cine al que consideramos como comercial tiende a veces a pasarse de simple y estúpido, al que conocemos como cine independiente -casi un género en sí mismo a su vez igual de dependiente pero suscrito a otros factores- a veces peca de un exceso de densidad y arrogancia. Eso ocurre en parte, y sólo en parte, con 'Beginners (Principiantes)', una buena e interesante propuesta con alma indie que en última instancia peca de, entre otras cosas, un exceso de transcendentalismo narrativo que si bien no anula su discurso dramático si acorta el alcance de este, dejando lo que podría haber sido un notable ensayo sobre la vida en una lágrima furtiva y gracias por venir. Apreciable, pero indigna de una propina en forma de recomendación sin reservas.
No deja de ser injusto, tal vez y de ahí que podamos decir que las expectativas son siempre un arma de doble filo, que a un buen filme como 'Beginners (Principiantes)' se le presuponga un mínimo de calidad en base a un guión que provoca que un simple "pero" le rebaje por debajo del notable al que podría optar otro día, mientras que a otro tipo de filmes la suerte de contar con algo parecido a un libreto le haga merecedor de optar a un bien milagroso. Pero así es, y el tipo de película al que nos enfrentamos marca sin duda las expectativas que a su vez sus responsables han depositado en ellas. 'Beginners (Principiantes)' cumple en este sentido como alternativa veraniega, y sin ser una cinta que vaya a ser protagonista a finales de año le permite una oportunidad para todo aquel aficionado al cine que también lo quiere ser en verano.'Beginners (Principiantes)'. El título ya deja más o menos claro cuál es el, en realidad, el macguffin del filme. Sí, macguffin, porque aunque lo pueda parecer el filme en realidad no gira en torno al amor por mucho que en ella tenga cabida, tanto hacia un padre (Plummer) como hacia un amante (Laurent), y en el que da lo mismo la experiencia que pueda tener uno que siempre nos sentiremos como unos "principiantes" -como en otras tantas cosas de la vida-. En realidad la segunda película de Mike Mills como tal, más conocido por su labor como director de vídeos musicales y que aquí se vale de su propia vida como terapéutica fuente de inspiración, gira en torno a la importancia del pasado y la infelicidad que de ello se deriva cuando se la malinterpreta, sensación parecida a la que podíamos encontrar en la mucho más aburrida 'Medianoche en París' de Allen, la misma que sufre el personaje de Ewan McGregor y la cual le conduce a una especie de hibernación pasiva cuya latente amargura no termina por liberarle de una vida en la que no es más un testigo en primera persona.
Pero esa es sólo una de las partes que sumadas en un mismo fresco dan como resultado esta falsa comedia dramática más cercana a un drama simpático que gira en torno, finalmente, a lo que es la vida en resumen, tan sencilla y compleja al mismo tiempo como absurda, volátil y especialmente agridulce, una escala repleta de grises para todos los gustos, momentos y lugares vista desde un punto de vista ácido no exento de un grado de tristeza. Con buena mano y caligrafía, una puesta en escena pragmática y discreta y un montaje muy calibrado, la cinta alterna de forma hábil dos aparentes tiempos narrativos que se conjugan a la vez en la cabeza del protagonista, saltando de uno a otro con naturalidad y en la que ejerce de mediador la figura de un Jack Russell Terrier, perro que como es costumbre cinematográfica roba los planos en los que aparece pero cuya participación está muy calculada para que no termine por robar la película. El descubrimiento del amor en el presente coincide con el redescubrimiento de su padre en el pasado a través de los recuerdos de diversos momentos más o menos fundamentales y cotidianos, especialmente a partir del momento en el que este sale del armario ya con la que fuera su esposa y madre del protagonista en el cementerio.
'Beginners (Principiantes)' es un producción de corte sencillo, adulta y elegante, un filme eminentemente de actores donde el trio principal brilla en cada una de sus composiciones (si acaso Melanie Laurent pierde por cuanto su personaje es el menos definido) y donde cada gesto ha de interpretarse como una insinuación con intencionalidad dramática que, en última instancia, busca la emotividad de un relato de ribetes íntimos cargado de emociones. Un filme de muy buenas intenciones, fluido, que se mantiene a distancia de caer en los tópicos y que trata con mimo algunos aspectos que en otras manos podrían aparentar ser una simple pose condescendiente, o directamente, significar algún tipo de problemática social. Y hasta aquí se lee muy bien, mejor de lo que se escribe.
¿Dónde está la trampa? ¿Cuál es el motivo por el cual haya castigado a una cinta aparentemente tan interesante? Sin dejar por ello de ser igualmente interesante en su aparente discreción acaba por sobresalir un frío distanciamiento emocional, un sentido narrativo heredado y un tanto impersonal que no remata lo que tan bien apunta tanto su libreto como sus actores. Además, fruto de un exceso de mesura por tratar de distanciarse en lo aparente, tanto de forma visual como argumental salvo alguna que otra excentricidad, Mills nos deja sin golpe de efecto alguno que rompa la monotonía en la que al final se instaura un filme que no rompe molde alguno y aunque muy válido en su plena corrección termina por resultar predecible por cuanto no logra, no al menos en su conjunto, voltear el relato lo suficiente como para que la veamos como si nunca la hubiéramos visto. Pero lo uno no quita lo otro y puede que yo también termine por pecar en lo mismo pues, al fin y al cabo, yo también soy un principiante a la hora de escribir un texto de estos...
Nota:
6.8
por Juan Pairet Iglesias
El prólogo (que es además lo que nos enseñaban en el trailer) pintaba muy bien. Una recurso original (a parte de algún otro como los pensamientos del perro) para presentarnos a los personajes empezando por un Christopher Plummer (lo mejor de la cinta de lejos) que pasados los 70 años y tras 4 años viudo sale del armario y decide vivir la vida como quiere.
Esto realmente es un flashback y es que la cinta va saltando de presente a pasado para a parte de enseñarnos el interesante personaje de Plummer, intentar mostrarnos porque el hijo (Ewan McGregor) va en la actualidad como alma en pena por la vida.
En una fiesta conoce a Mélanie Laurent y empiezan una relación, si es que se le puede llamar así, dado que se limita a cogerse de la mano, eternas miradas y sonrisas como si estuvieran fumados y algún besito, como si del amor entre dos niños de 3 años se tratara. El director se aprovecha de la increible belleza de ella y de lo bien que está ante la cámara la enfoques como la enfoques pero a parte de los concursos de miradas se echa en falta diálogos y situaciones entre ambos.
Me imagino al director de la película en una sala de cine increpando a los espectadores y repitiéndoles: que melancólico y profundo es todo eh? Os dáis cuenta?
Quizá a todos esos que la alaban les haya trasladado esa tristeza que pretende. A mi mayormente me ha causado sopor. Un 3.7
Lo mejor son los diálogos entre Oliver y Arthur y la interpretación de Christopher Plummer.