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'¡Atraco!': ... en el país donde no se cometían atracos

Vía El Séptimo Arte por 18 de octubre de 2012

Un hecho verídico y fácilmente constatable en cualquier hemeroteca: en el año 1956, se llevó a cabo un atraco en una joyería madrileña. A partir de ahí hay vía libre para especular sobre la nacionalidad de los asaltantes, así como sobre el botín que lograron (o con el que pretendían hacerse); se puede indagar en las circunstancias político-sociales que se dieron durante dicho suceso... Y así, hurgando bien a fondo, surge ante nuestras narices, como por arte de magia, un plato suculento ante el que es casi imposible no salivar. Atención: los atracadores fueron dos argentinos que tenían como misión recuperar las joyas de Eva Perón antes que Carmen Polo reclamara su propiedad con el único argumento -porqué no le hacía falta ninguno más- de ser la mujer del Generalísimo. Como para no apuntarse.Ejerce de guía de esta prometedora aventura el imprevisible (en el buen y en el mal sentido) Eduard Cortés, cuya trayectoria profesional hasta ahora obviamente no nos da ninguna pista respecto a por dónde van a ir los tiros de '¡Atraco!'. ¿Será una comedia? ¿Será un drama? ¿Será un thriller? Y así una infinidad de preguntas que no encuentran respuesta hasta que se apagan las luces de la sala... y la máquina de proyección ya lleva mucho tiempo en pleno funcionamiemto. Como no podía ser de otra manera, a lo nuevo del autor de 'La vida de nadie' o 'The Pelayos' le va un juego de máscaras que por su ininterrupción y su fidelidad a sí mismo, dificulta su catalogación. Para los que no puedan vivir sin poner etiquetas a todo lo que ven, el filme es todo lo antes mencionado, y más.

Entre la planificación, ejecución y consecuencias del gran golpe discurre un relato tragicómico en el que el personal y muy apreciable (sobre todo en términos técnicos) retrato de una época turbia y que ahora parece muy lejana, casi -no se me malinterprete- legendaria, se mezcla con la también estimable concepción de un noir tan castizo como deudor de sus raíces foráneas. A nivel de producción '¡Atraco!' luce hasta cegar en su faceta de acercamiento casi fantástico a la España franquista, que bien podría pasar (siempre en lo que a vista se refiere) como la mismísima era dorada de -pongamos- Los Angeles, en la que la policía y el crimen organizado se disputaban la floreciente joya de la costa oeste de los Estados Unidos. La jugada es arriesgada y sobre el papel irrealizable, pero Cortés da lo mejor de sí al hacer que su sueño no solo se materialice, sino que además convenza, e incluso hipnotice.

El problema está, una vez más, dentro de casa; en la manía de su autor de no facturar ningún producto redondo. Habiendo conseguido el más difícil todavía, el cineasta de Barcelona se empeña una vez más en complicarse la vida innecesariamente, cuando nadie se lo pedía ya. El guión de '¡Atraco!' es en este sentido un laberinto... cuando lo único que se necesitaba era un camino recto, con una o dos bifurcaciones como máximo. Pero no. La multiplicidad (o el atracón, para echar mano de la broma fácil) de frentes y la obsesión por dotar a cada uno de ellos del encanto suficiente como para permanecer largo tiempo en la memoria del espectador hacen que el producto se estire en exceso (hasta llegar a un desenlace precipitado y mal formulado) en el que desgraciadamente se impone la irregularidad como principal rasgo distintivo.

Por suerte, eleva -y de qué manera- el nivel de la propuesta un elenco de actores de lujo y totalmente entregado a la causa. Las distintas batallas intergeneracionales, que son el combustible que alimenta el clásico juego del gato y el ratón a través del cual puede reducirse el nudo argumental del filme, son auténticas delicias a manos de monstruos de la interpretación como Guillermo Francella, que consiguen dar sentido al conjunto e incluso destacar por encima del constante de encadenamiento de aciertos con tropiezos (de balance positivo, eso sí) en el que se acaba convirtiendo la película. Suya es buena parte del mérito de que este suicida viaje al pasado a un país teóricamente inmaculado, sea finalmente un más que decente entretenimiento que además -y a pesar de todo- se las ingenia para dejar buen sabor de boca.

Nota: 5,4 / 10

Por Víctor Esquirol Molinas

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