'Antboy, el pequeño gran superhéroe:' Pequeña gran hormiga
El pequeño Pelle Nøhrmann es tan, tan corriente, que es un auténtico don nadie. Día sí, día también, se lo pasa quejándose por el nulo impacto que tiene en el mundo que le rodea. Es como si (y tirando de metáforas ya muy sobadas) estuviera hecho de celofán. Es como si la gente pudiera ver a través de él, incluso caminar a través de él... sin ni siquiera darse cuenta de que estaba ahí. No importa cuánto alce la voz o cuánto gesticule, si alguien dirige la mirada hacia él, es porque en realidad se había fijado en alguien que estaba justo detrás suyo. Fatal. Para enterrarse debajo de todas las sábanas y mantas de su casa y desear que llegue otro día... aunque sólo sea para comprobar que sigue sin existir para el resto de gente. Aix, qué dura es la vida de los peques. Aunque visto de otra manera, se podría decir que el chiquillo sí es alguien importante.
Alguien especial, claro, que como es sabido, es lo mejor que le puede pasar a un chaval de su edad. Para ello, lo único que se requiere es un poco de cultura de comic. Porque pensándolo bien, lo de Pelle Nøhrmann es un claro caso de superhéroe a punto de eclosionar. Es cuestión de tiempo, porque al fin y al cabo el ingrediente fundamental ya está presente en la mezcla: Un poder sobrenatural. En este caso, el de la invisibilidad. Casi como el Simon Bellamy de la televisiva 'Misfits', quien sólo podía echar mano de dicha habilidad cuando nadie le miraba... lo cual para nada le quita mérito a la proeza. Lo extraordinario; aquello que nos hace destacar por encima de la mediocridad general, puede depender perfectamente del punto de vista en que se enfoque la situación... aunque claro, siempre ayuda el que la picada de una araña mutante te transmita facultades que ni en tus sueños más húmedos pudiste imaginarte. Y quien dice ''araña'' puede referirse también, y por ejemplo, a una ''hormiga''. Y ya que estamos, quien dice ''superhombre'' puede estar diciendo, en realidad, ''superniño''. Todo vale, más aún cuando le plantas cara a rivales que te sacan, por lo menos, veinte cabezas. ¿Y cómo vamos a llamar al nuevo héroe? ''¿Ant-Man?''; ''¡No, por Dios! ¡Que este nombre ya está cogido! ¡Además, tú no eres un hombre, sino un crío!'' El diálogo está sacado de la película que ahora nos ocupa y lo mantienen el protagonista (Mr. Celofán, exacto) con su incansable ayudante (su ''Robin'' particular, para entendernos). El título del filme es, por cierto, 'Antboy', y en España se le ha añadido la coletilla (un clásico) de ''el pequeño gran superhéroe''. Sin que esta ocasión tenga que servir necesariamente de precedente, no está de menos subrayar el acierto (que a veces los tienen) de nuestras queridas distribuidoras. La cinta de Ask Hasselbalch es en sí misma una lucha ''david-goliatesca'' constante, en la que el tamaño, que tanto importa en la vida real, aquí deja de hacerlo, aunque sigue teniéndose, eso sí, muy en consideración. No en vano, el superhéroe de la función, que es pequeño en todos los sentidos, se las va a ver primero con la inmensidad de su universo propio, y después contra un némesis sanguinario (en la acepción más literal del término, cuidado) que encarna lo peor de la edad adulta. Sacando la cámara de la intrahistoria y fijándola en la escala mayor de la concepción de la propia película, nos topamos con una producción minúscula que no se acompleja por naderías de tallas, y que por esto mismo no muestra miedo alguno a la hora de mirar, cara a cara, a los monstruos híper-musculados de los que, por otra parte, tanto bebe. A los ojos del cinéfilo mínimamente entrenado, 'Antboy, el pequeño gran superhéroe' supondrá algo así como un desvergonzado (en el buen y en el mal sentido) itinerario de referencias a otros productos del mismo género, puntos de apoyo sin los cuales, se intuye, la historia no llegaría a existir. Cierto, en estos territorios existen, desde hace mucho tiempo, ciertos esquemas a los que parece que no pueda renunciarse, aunque otra cosa es esa engorrosa sensación de estar ante una especie de parodia continuada que no se sabe del todo bien de quién se cachondea. Se le perdona, y de buena gana, por lo comentado antes; por ese juego de tamaños al que Hasselbalch tan bien se ajusta. La suya es, a fin de cuentas, una superhero movie ideal para la chavalada, que mientras tapa con gracia y solvencia sus carencias, se las ingenia incluso para no dejar del todo abandonado al público adulto. Así, la hormiguita que iba a ser aplastada, demuestra, una vez más, que es capaz de levantar pesos muy superiores al que dicta su anatomía. Sin atisbo de ese ridículo tan -erróneamente- pronosticado; luciendo con orgullo una concepción del entretenimiento que, dentro de su dimensión minúscula, poco tiene que envidiar a los colosos con los que ha decidido codearse. Nota: 5,4 / 10por Víctor Esquirol Molinas