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'Ahora y siempre': Gore-leucemia

Vía El Séptimo Arte por 10 de julio de 2014

Tessa es una adolescente brillante. Por tener sólo 17 años, hay que ver lo madura que se muestra ante los constantes retos (por no decir directamente putadas) que le va planteando la vida. Lo que cabría esperar de cualquier otro crío en plena revolución hormonal sería, como mínimo, la más insufrible de las pataletas. Por ejemplo, a su amiga Zoey, que es una mocosa, como Tessa, su madre le prohibió salir de juerga durante dos días porque la pilló con una caja de condones agujereados. Este castigo a ella le pareció la quintaesencia del fascismo (aunque en realidad no tenía ni pajolera idea de lo que implica dicha ideología), de modo que cogió su smart phone y publicó en todas las redes sociales habidas y por haber que sus papis eran unos dictadores. Como sus followers le preguntaron una y otra vez por el significado de ''fachas'', decidió darle un rápido vistazo al artículo relacionado de la wikipedia. Inmediatamente después fotografió un retrato de su mami (lo cual por poco no le hizo entrar en una crisis meta-existencial de imprevisibles consecuencias) y le puso el filtro ''Sepia'' del Instagram. A tan imponente obra de arte le puso el título de ''Musolinni''. Así. Con una sola ''ese'' y dos ''enes''. Porque ella lo vale. Porque es así de rebelde... y de idiota.

Esto con Tessa jamás hubiera pasado. Porque Tessa es adorable en todos los sentidos, y porque su elevadísimo coeficiente intelectual la dota también de una envidiable inteligencia emocional. Ella lo vale. Ella es la leche... Lástima que tenga leucemia. Pum. Y perdón por la falta de tacto, pero a veces los retos (por no decir directamente putadas) que nos plantea la vida deben tratarse así. De frente, sin tapujos y arrollando con toda la fuerza. Para llevárselos por delante. A ellos a y a lo que haga falta. Volviendo al tema, cuando a Tessa le diagnosticaron dicha enfermedad, dejó la negación y el (auto)abandono para la cobarde de su madre, y los lloros pueriles para su padre. Ella en cambio abrió a más no poder sus ojazos, contempló fijamente la insondable belleza del infinito (algo solamente perceptible por gente tan sensible como ella), y tras esa breve concesión en los placeres de la contemplación extrasensorial, se puso manos a la obra. No había tiempo que perder, de modo que mientras todavía reinaba la confusión, se escabulló hasta su habitación, donde muy concienzudamente trazó el que sería su plan maestro de ahí hasta el final de sus días.

Tessa confeccionó una lista en la que constarían todas las actividades, experiencias y, en general, vivencias, con las que desearía experimentar antes de morir. Sexo, drogas y rock and roll, mayormente. Porque ella, lo valía. Porque ella, al igual que su amiga Zoey, también podía ser una rebelde... porque joder, al fin y al cabo el destino se lo debía. De modo que se puso a tachar tareas. Una de las primeras, como no podía ser de otra manera, era la de perder la virginidad. Copa aquí, peluca allá, y a lanzarse a la piscina con el mismísimo Pyp, de Juego de Tronos, lo cual es muy incómodo, porque su mejor amigo resulta ser el ex novio de Ygritte, de Juego de Tronos, también, quien se lleva a parir con Zoey. De repente, la música queda completamente silenciada, momento aprovechado por un indeseable para proclamar, a grito pelado, ''¡No sabes nada, Ol Parker!'' En un santiamén se jodió la fiesta. Después de desaprovechar de la manera más triste el morbo lésbico entre Piper Perabo y Lena Heady (¡maldita la adaptación esa de la HBO!), el cineasta inglés cambia el chip de comedia (por así llamarla) y se pasa al drama de pañuelo con la adaptación para la gran pantalla de la famosa novela de Jenny Downham.

Mientras, la cartelera española, que cuando quiere tiene mucha mala leche, deja retratada a la propuesta. Una semana después del estreno de 'Bajo la misma estrella', las malditas distribuidoras nos vuelven a castigar con el género (es lo que es) de ''niños-con-cáncer''... solo que ahora sí puede hablarse de condena. Y es que sin sobresalir excesivamente en la conquista de sus metas, el filme de Josh Boone (al igual que el libro de John Green en el que se basaba) conseguía salir ileso de la prueba de fuego más dura: aquella planteada por la propia naturaleza de la historia. De forma elegante, pero sobre todo inteligente, el producto evitaba caer en un sentimentalismo que la providencia le había servido en bandeja de plata. 'Ahora y siempre' (en inglés, 'Now is Good'), a pesar de tener una premisa casi idéntica a la de la ya célebre historia de amor entre Hazel Grace y Augustus Waters, es todo lo contrario, y se salda con un balance que la sitúa en las antípodas de su tan evidente ''competidor''. Aquí, por cierto, la pareja protagonista, compuesta por Dakota Fanning y Jeremy Irvine, se limita a aportar un par de caras bonitas (dejémoslo en conocidas).

Estamos ahora ante una película que aparte de alargarse eternamente (y eso que hablamos de poco más de hora y media de metraje), no muestra ningún pudor a la hora de zambullirse en el fango de la porno-sensiblería. No se percibe intento alguno por parte de Ol Parker en lo referente a mantener la compostura. De frente, sin tapujos y arrollando con toda la fuerza. Para llevárselo todo por delante. La dignidad también. Cuando quiere recuperarla, ya es demasiado tarde. Para entonces, ya ni lo obvio de su faceta feel-good ni los golpes de efecto (demasiado endebles) pueden evitar la catástrofe. Más allá de las cimas coronadas en lo referente a la cursilería y a la agonía desesperadamente estirada, el filme destaca especialmente por revelarse como un excelente barómetro que nos dice el nivel exacto en el que ahora mismo nos encontramos dentro de la escala del sentimentalismo barato. Tan arriba (o tan abajo, depende del punto de referencia) que da vértigo. Por lo visto, los embarazos teenagers no-deseados ya no nos proporcionan el subidón deseado (básicamente porque ahora resulta que son una bendición, para mayor placer indecente de los grupúsculos antiabortistas). La verdad es que si no hay niños con enfermedades terminales, no compramos. Lástima que Dakota Fanning no sea una niña. Lástima que nunca lo haya sido (comprueben sino su CV, y maldito sea Hollywood por haberle robado su infancia).

Y si nunca lo ha sido es por culpa del híper-traumático proceso de crecimiento al que le sometieron los papeles que ha ido mamando. Pero ya se sabe... todo era un truco. Poco más que un serial de interpretaciones más o menos decentes (y más o mucho más sobrevaloradas). 'Ahora y siempre' es precisamente tan falsa como la madurez y ocurrencia que nos han mostrado, desde siempre, los alter egos de Dakota Fanning. O si se prefiere como el pelcuón a lo Lady Di que en esta ocasión luce Olivia Williams, ya saben, la madre ausente. O como las lágrimas del pobre Paddy Considine, es decir, el papá llorica. La lista de marras de la niñita no nos acerca al acierto de la mejor Isabel Coixet (¿se acuerdan?) de 'Mi vida sin mí', sino al humor grotesco de la televisiva 'Me llamo Earl'. Y basta ya, porque la inigualable Tessa se mira al espejo y comprueba, horrorizada, como la sangre no para de brotarle de la nariz. El chorreo. Anfield Road Style. Hasta resultaría gracioso si no fuera por esa carencia de respeto; por esa falta de personalidad tan aletargante, y tan bien captada por el título (el nuestro, por supuesto).

Nota: 3 / 10

por Víctor Esquirol Molinas

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