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'Yo, Tonya' - El incidente

Vía El Séptimo Arte por 23 de febrero de 2018
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Si 'Yo, Tonya' compitiera en unas Olimpiadas, no me cabe duda que pelearía por estar en lo más alto. Difícil lo tendría para no hacer podio como mínimo, siendo que si se quedase sin medalla, en cualquier caso, seguiría siendo una maravillosa noticia que hubiera al menos tres películas mejores que ella. Algo difícil, pero no imposible cuando ya hay títulos como 'Tres anuncios en las afueras' o 'The Florida Project' rondando por ahí que evitan que tiremos del cliché favorito de los perezosos, exaltados y busca 15 minutos de fama: La mejor película de, y eso, que bla bla bla.

En fin, que ya desde el principio dejo clara mi simpatía y profundo respeto hacia esta película que consigue lo que no todas consiguen, y que muchas menos se proponen aún: Enaltecer a ese subgénero del biopic y/o basado en hechos reales tan proclive al mercado de la sobremesa; tan proclive al aprecio instantáneo que se torna en menosprecio a medio plazo. Un subgénero no siempre tan digno, no siempre capaz de escapar de las garras de lo maniqueo, de lo pusilánime, de lo superficial; de lo paparazzi a lo Diez Minutos. Hablamos no sé, ¿de películas como 'Diana'?

"Un baile increíble que se mueve entre la tragedia y la comedia", en palabras de su propio director, un Craig Gillespie que aquí explota buena parte del potencial que intuíamos en 'La hora decisiva' o 'Noche de miedo', un remake más que reivindicable a la par que disfrutable. Aunque la clave, probablemente, no esté tanto en la mano de Gillespie como en la de Steven Rogers, guionista encargado de transformar la vida, carrera, logros e "incidente" de Tonya Harding en la historia de una película de Martin Scorsese que hubieran podido escribir los hermanos Coen.

Como a muchos otros "lo de Tonya Harding", "el incidente" en torno a ella, le pillo hace más de 20 años en el otro lado del charco. Como lo de O.J. o lo de Lorena Bobbitt. Mi conocimiento sobre el hecho escaso, ramplón y poco relevante a la espera de un 'O.J.: Made in America' o de un 'Yo, Tonya' que les dote de auténtica dimensión. Cualquiera puede incluso desde el teléfono consultar friamente en la nueva Espasa -Wikipedia- qué sucedió. El milagro de obras como el estupendo documental de Ezra Edelman o la película aquí reseñada está en dejar dichas palabras desnudas.

Porque si la palabra puede ser más fuerte que la espada, la duda puede ser más fuerte que los hechos. La duda que permite convertir una situación en apariencia sencilla en algo extremadamente complejo, pasar del "ha pasado" al "¿qué ha pasado?". Lo que 'Yo, Tonya' hace, retorcer una historia que podría haber sido contada de muchas maneras para dotarla de lo que no tiene toda historia de por si: VIDA. O el arte que reside no tanto en la historia, que también, como en la forma de contar la historia. El incidente, "lo de Tonya Harding", convertido en algo apasionante.

La referencia es fácil desde el mismo momento en el que Noah Hawley la transformó en serie. La historia de 'Yo, Tonya' podría ser la de una temporada de 'Fargo', tanto por desarrollo como por tono. La figura de los Coen, tan recurrente a la hora de hablar de historias como la de este "incidente"; de narradores capaces de convertir un teórico drama en un thriller tan seriamente inesperado como para tener una gracia muy puñetera. Todo ello al mismo tiempo que resulta real, o creíble, o posible, sin menospreciar ni burlarse de las capacidades ni del espectador ni de sus personajes.

Unos personajes de doble, triple o cuádruple moral como los maravillosamente bien interpretados por Margot Robbie, Allison Janney, el pajarito de Allison Janney o un Sebastian Stan haciendo de Scoot McNairy. Una película de Joel y Ethan Coen dirigida por el Martin Scorsese de por ejemplo 'Casino', con el mismo dinamismo y nervio narrativo; con el mismo gusto por el montaje ecléctico y una potentísima banda sonora. Una película un tanto "cabrona" para bien, de todos los implicados y del espectador aún más, tan real como para ser mentira, tan falsa como para ser posible.

Y si 'Yo, Tonya' compitiera en unas Olimpiadas, no me cabe duda que pelearía por estar en lo más alto. A lo Pablo Alfaro: O por las buenas, o por las malas, que en cualquier caso seguiría siendo un enorme placer.


Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex


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