Capítulo VI - Kumba yah, noooo!
Siempre se ha dicho que no hay nada como un desayuno contundente para aguantar todo el día en pie. Eso no es lo que ofrece el sucedáneo bautizado como 'Hellions' que, para entendernos, viene a ser como un pincho de tortilla sin cuajar: tiene los ingredientes e incluso se puede comer, pero no es para nada lo mismo.
En parte y/o en gran medida, porque su juego escenográfico y conceptual resulta estimulante y desconcertante a partes iguales, alternando grandes errores con algún que otro acierto indistintamente, creando así una especie de juego estético carente de nervio que, por cansancio, se agota antes de que suene la campana.
Justo lo contrario que el 'Macbeth' de Justin Kurzel, el cual resuma sabor por todas partes. Una versión del drama shakesperiano sólida y robusta como una piedra que, siguiendo con los símiles culinarios, vendría a ser como una fabada: repleta de sabor, contundente, muy nutritiva y a la vez un tanto pesada. También excesivamente literal en su teatralidad, si bien su magnífico reparto y un gran acabado audiovisual son capaces de envolverla en ese halo de gran cine que, en todos los sentidos, la acompañará en la salud y en la enfermedad.
Más en la enfermedad que en la salud se mantiene 'February', una cinta de suspense latente que al final se revela como una chorradeta, si bien su quebrada estructura narrativa y la incertidumbre que esta suscita le otorgan algo de gracia mientras tanto, y hasta que desaparece el margen de duda durante sus últimos 15 minutos. Al debut de Oz Perkins le sobra algo de pretenciosidad, en especial tras ofrecer un final inconcluyente después de tanto divagar.
Y de lo retorcido a lo sencillo... y a la par, mucho más efectivo: Héctor Fernández Vicens debuta en la dirección con la estimable 'El cadáver de Anna Fritz', thriller de suspense la mar de entretenido y sobre todo ligero -apenas dura 80 minutos- que podría pasar por ser un capítulo de series como 'Historias de la cripta' o 'Cuentos asombrosos'. Sin grandes alardes pero con humildad, un filme que funciona como distracción desinteresada merced a su absoluta falta de pretensiones, más allá del momento y la ausencia de juicios de valor sobre el contenido de esta receta apta para el más básico de los consumos humanos.
Para consumo sólo bajo prescripción médica ya está 'Cemetery of Splendour', refugio para gafapastas demodé y nuevo trabajo del peculiarísimo Apichatpong -Tío Boonmee- Weerasethakul cuya fama le precede: media entrada en la sala e infinidad de deserciones, suponemos, de algunos despistados. Y es que tal y como podrán defender algunos, para experimentar con un "relato onírico" de esos en los que ves pastar ovejas con suma parsimonia basta con cerrar los ojos, y dejarse llevar a dónde quiera que nos quiera llevar nuestro subconsciente. Y claro, eso ya lo podemos hacer en casa. Dos largas y tediosas horas durante las cuales uno no descarta haber echado más de una cabezada, quién sabe, tal vez la razón por la que uno se ha mantenido al pie del cañón hasta el final.
Igualmente peculiar aunque mucho más accesible resulta 'Inner Demon', cinta que recuerda al 'Hostel' de cuando Eli Roth molaba por su facilidad por saltar de un género a otro en pocos minutos, alternando varias películas en una sola. Vale que la mezcla sea bastante imperfecta, un tanto light en contenidos y algo irregular en su ejecución, pero la voluntad y el intento por romper el molde y la previsibilidad suman puntos, así como también la creación por momentos de una lograda atmósfera de inquietud y el perfil de su protagonista, interpretada por la joven Sarah Jeavons y sobre la que gira casi en exclusiva la función. Como menú del día, nos vale.
Para paladares algo más exigentes... 'The Final Girls', un menú especialmente recomendado a los fans del género fantástico y/o de terror que sientan cierta predilección por el género de los 80. En la misma línea de "clásicos" como la fundamental 'Tucker & Dale contra el mal', el director de la tercera entrega de la cachonda saga de 'Dos colgaos muy fumaos', Todd Strauss-Schulson, a diferencia de "otras" producciones similares no sólo vive del humor paródico, la reverencia condescendiente o la complicidad del espectador, sino que además se molesta en forjar su propia identidad como película en sí misma.
Así, esta comedia de (nulo) terror cuya lógica interna vamos a dejar de lado (no vaya a ser incluso más inconsistente de lo debido), se reivindica como un ente autosuficiente al ir más allá de las gracias, la sangre (más bien escasa) o los referentes populares. Esta vocación orgullosa, su plena consciencia o su carácter netamente sociofestivo hacen de ella una delicia freak que, si bien, puede no ser tan divertida, alocada o redonda como podría ser, prácticamente se disfruta en igual medida que si lo fuera. En especial, en un lugar dónde Sitges, idóneo para saborear este tipo de "placeres" que le permiten a uno reafirmarse en eso de amar el cine por encima de todas las cosas.
Continuará...
Por Juan Pairet Iglesias
Siempre. Aquí se viene a pasárselo bien, está claro.