Capítulo VII - Besa mi culo, mono
La última película de Marcin Wrona, fallecido hace apenas un mes con 42 años de edad, llegaba hoy a Sitges. Usando de perfil la figura folclórica del dybbuk, 'Demon' remite a ese espíritu dogma que asociamos por defecto a todas las bodas danesas para hablar, con bastante humor negro, mucho vodka, algo de desconcierto y una poca de mala baba, de la Polonia del ayer, hoy y mañana. Lástima que su meritorio desarrollo se vea algo empañado, un poco nada más, por un final un tanto laxo.
Por su parte, después de dar la campanada hace dos años con 'Borgman' (y prácticamente así darse a conocer en España), el holandés Alex van Warmerdam repite experiencia con la un poco menos extraña 'Schneider Vs. Bax', cinta con la que el director deja a un lado el surrealismo para centrarse en el humor negro.
Un título como se espera peculiar pero sin embargo muy accesible, más que la obra con la que se dio a conocer y en el que es tan fácil entrar como salir, una vez superado el ecuador, cuando el enredo fortuito en torno a dos asesinos, que pretenden acabar el uno con el otro, parece claro que no va hacia ningún lado en especial (y la chispa se vuelve intermitente). Esa sensación de caprichosa irrelevancia, así como la manera arbitraria de resolver algunas situaciones, restan nota a lo que por otro lado se ve siempre con expectación y una sonrisa en la boca.
También se ve siempre con una sonrisa en la boca 'The Legend of Barney Thompson', el debut como realizador del también actor (y su protagonista) Robert Carlyle, quién para ello ha echado mano de una novela de Douglas Lindsay. Un título muy apreciable en el que destaca una gran Emma Thompson pero dónde se echa de menos la mano, algo más experta, de alguien como los Coen, así como un poquito más de mala leche. Algo parecido a lo que le pasaba al 'Burke and Hare' de John Landis, en donde la intención tras una gran historia no acababa de dar el salto, a pesar de los pesares, para hacer de ella también una gran película.
Para adaptaciones nos quedamos mejor con la del manga ochentero de Hitoshi Iwaaki, al menos en su primera parte y a la espera de comprobar 24 horas después si la continuación está también a la altura de las circunstancias. A diferencia de otras muchas "frikadas" niponas de este estilo, 'Kiseijû (Parasyte: Part 1)' nunca pierde de vista el rumbo y siempre, con mesura y concisión, se mueve hacia adelante sin dejarse marear por los efectos especiales, los golpes de efecto o los habituales desvaríos orientales. No solo es una buena adaptación, también es una película muy digna que se deja ver con mucha facilidad y que, dentro de su especie, ofrece argumentos de sobra para codearse entre las más interesantes.
Como también los ofrece el interesantísimo debut como guionista y director de Kim Kwang-tae con 'The Piper', una dura y a la vez bella revisión coreana del cuento del flautista de Hamelín ambientada tras la guerra de Corea. La película que hubiera entusiasmado al 'Willard' al que dio vida Crispin Glover, vaya. Una muy lograda atmósfera envuelve este hipnótico relato en torno a la miseria humana muy equilibrado en todas sus partes, técnicamente inapelable y al que no le falta ni le sobra nada de nada.
Como tampoco le sobra ni le falta nada, que no merece la pena hilar tan fino, a la confirmación de Jeremy Saulnier como talento a seguir de cerca. Con reminiscencias al cine de gente como Carpenter, Hill o Peckinpah, 'Green Room' da rienda suelta a esa rabia, furia y sadismo que tan contenidos se mostraban en 'Blue Ruin'. Una cinta sencilla, directa, visceral, intensa, descarnada, violenta, contundente, algo surrealista... pero a la vez estilosa, madura y muy elegante, con una noción del ritmo y de la tensión muy bien trabajados. Saulnier da otro paso de gigante con esta cinta que, si bien, puede dar la sensación de no ser más que otro "revival" ochentero de serie B, su brutalidad teñida de un bienvenido humor negro la convierten en todo aquello que quiso ser Adam Wingard con 'The Guest'... pero no fue ni de casualidad (de paso que reivindica a Imogen Poots).
Dejando al margen la bizarra proyección nocturna de 'Ludo', un parchís mortal reconvertido en un constante "¿Pero qué cojones?" de la que hablaré mañana (si es que acabo de comprender algo de todo el asunto), para rebajar tanta tensión nada mejor que la mucho más (de madrugada peligrosamente) reposada 'The Boy', crónica del progresivo envilecimiento de un chaval a finales de los muy de moda años 80. Casi como si fuera un peligroso beso de buenas noches, el debut de Craig William Macneill destaca especialmente por el cuidado, la calma y la sobriedad con la que se desarrolla su historia y la atención a los detalles, sugiriendo por lo general antes que mostrando. No escapa de algún que otro molesto tic de género, pero su solvencia general bien se merece una oportunidad.
Continuará...
Por Juan Pairet Iglesias
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