Capítulo IV - Menos da una gallina
Lo nuevo de Mamoru Hosoda, 'El niño y la bestia', ha llegado a San Sebastián bajo el epígrafe de ser la primera película de animación que en 63 años hace acto de presencia en su Sección Oficial. Y "la de dibujos animados" se ha portado... bien, aunque algo por debajo de lo deseado/esperado.
Y es que en esta ocasión Hosoda no sorprende, reincidiendo en algunas ideas vistas y mejor desarrolladas en anteriores filmes. En especial durante su segunda mitad, cuando el guión se resquebraja y el relato se dispersa en varios frentes sin resultar concluyente en ninguno de ellos. En cualquier caso, un filme muy digno y competente, que satisfará a los amigos del medio y que posee una técnica exquisita.
Tampoco resulta particularmente concluyente 'El apóstata', un relato tan insípido y desaborío como su protagonista al que le falta "ese algo" que vulgarmente se suele decir. Y es que más que una película parece un esbozo que nunca llega a arrancar, ni mucho menos aprovechar los diversos elementos que dispone con la consiguiente sensación de (distraída) frustración.
Igualmente resulta poco concluyente, en apariencia, la simpática y agradable 'Taxi Teherán', si bien se aconseja conocer un poco la obra de Jafar Panahi para poder sacarle todo el partido posible (según me dicen, pues no soy quién para dar lecciones al respecto). El transfondo en este caso es un factor importante, sin el cual puede dar la sensación de ser no más que "un filme filmado a escondidas" cuya gracia reside en "haber sido filmado a escondidas", algo que no tiene por qué llamar la atención de la Generación YouTube.
Si y no, sino todo lo contrario: si bien como película no trasciende de la mera curiosidad, si lo hace como alegato en favor de la libertad creativa. El mejor ejemplo de que la sencillez y sobre todo la sutileza de una inocente conversación pueden ser un arma muy efectiva, sin que sea necesario alzar la voz ni hacer uso de una gran retórica para mostrar, con claridad meridiana, un mensaje tan concluyente sobre un aspecto que en Occidente tan a menudo damos por sentado. Un pequeño gran filme, o un gran pequeño filme; cualquiera de las dos, nos vale.
Por su parte y/o por la parte que le toca, 'El Rey de La Habana' justo viene a ser lo contrario, un dramón que apunta hacia el hígado en donde los protagonistas no desaprovechan la ocasión para expresarse de tal manera que, demasiado a menudo, hay que recurrir a los subtítulos (en inglés) para saber qué huevones están diciendo. Mezcla un tanto sucia e histérica de miseria, tragedia y penurias en la Cuba de los 90 donde no encontramos la sutileza o la elegancia como alguno de sus valores, sin duda.
Al goyarizado Agustí Villaronga se le va la mano en no pocos momentos durante un filme destartalado, reiterativo y que presenta algunos problemas de tono, por más que nunca deje de resultar entretenido a lo largo de sus dos largas horas. El gusto por el exceso le resta desgarro y eficacia a esta, en contraposición con el miembro viril de su protagonista, blandurria fábula en dónde a los pobres sólo les alcanza para follar, y que no logra sumirnos bajo la mierda como suponemos que le gustaría, si bien tampoco se hunde en ella. Menos da una gallina.
Continuará...
Por Juan Pairet Iglesias
Era complicado hacer un top 3 con lo que había visto... y si bien la película no me entusiasmó, si es cierto que le veo futuro a Philippe Lesage.
De la sección oficial sólo me gustó menos Eva no duerme.