Capítulo III - Lo propicio
Hay cosas que nos son más propicias que otras. Sin dejar de ser una cuestión de gustos, también lo es de afinidad. Algo que conviene tener presente a la hora de valorar una opinión... como por ejemplo, esta, la mía.
Sobre el papel, por ejemplo, 'En realidad, nunca estuviste aquí' lo tiene todo a favor para gustar a un servidor. Y efectivamente, así ha sido. Además, lo bastante como para situarse fácilmente entre lo mejor de lo que llevamos de Festival. Cuestión de gusto, de afinidad. Y por supuesto, a su vez una cuestión de calidad. La de la propia película que no por casualidad justifica la presencia en la misma de un monstruo (de la interpretación) como Joaquin Phoenix.
Muchos citarán 'Drive' a su vera, porque son jóvenes o Google les ha martilleado la memoria, aunque un servidor, con los últimos resquicios de la suya, prefiere acordarse de aquellos lejanos años 70 y títulos como 'Taxi Driver' o 'The Driver'.
Tan estilosa, elegante y post-moderna como para poder ser acusada de hueca, de vacía o de artificiosa; y a la vez tan sencilla, tan directa, tan visceral... tan contundente. Un thriller áspero, seco, intenso, oscuro y espiritualmente violento que sitúa, o debería, a Lynne Ramsay al mismo nivel que Kathryn Bigelow. Puro nervio, nada de grasa. Un chute de adrenalina deslumbrante en lo afinado, y en lo atinado de su inquietante manierismo extremo.
Y encantada de haberse conocido, oiga, pero que muy encantada. Como también lo está '120 pulsaciones por minuto', lo que vendría a ser la antítesis del pragmatismo narrativo de Ramsay. Y también, la antítesis de su nervio y contundencia. Lo que vendría a ser un exceso, principalmente de metraje, que acaba por meterse el gol en propia puerta. Y es que cuando uno empieza a mirar el reloj a los 40 minutos (y aún le quedan dos horas más), mal vamos.
Robin Campillo mezcla drama, política y contexto histórico sin mediar un equilibrio que regularice unas con otras, ni por supuesto la mínima duda sobre el imperioso buenismo y necesidad, la maldita "necesidad" de su propósito social. El resultado, una obra condenadamente acartonada, moralmente tan correcta que apenas si extrae un ápice de la rabia del momento que retrata. Ideología de manual y nulas sorpresas, en un discurso a la postre de postureta aburguesado.
Tan inofensiva, tan ingenua, tan icomo una de esas "campañas" sociales de los gobiernos como el representado con su soltura habitual por Ricardo Darín en 'La cordillera', drama y/o thriller -según se mire- que ofrece más de lo que parece, aunque sea menos de lo que parece (creerse). Una película que genera sentimientos encontrados, lo que hablando de política nunca viene del todo mal. Ya se sabe, los discursos abiertos al espectador...
... son fuente de discusión. Y el cine rara vez es interesante si no propone un mínimo de discusión, un mínimo que te empuje fuera de la zona de confort.
Aunque esta desemboque en el mismo resultado de bonita indiferencia partidista de una de estas campañas de las que hablábamos. Porque los políticos no dejan de ser personas, y las personas a su vez no dejan de ser políticos en un entorno específico, de intereses particulares. Sentimientos encontrados: es interesante mirar, y es interesante pensar, pero el resultado de dicha reflexión no arroja una respuesta igual de interesante. ¿Lo dejamos en sierra?
Continuará...
Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex
Un hacha