Capítulo VIII: La insoportable brevedad del ser
Lo bueno si es breve... ¿dos veces bueno? Entonces... ¿por qué ver una película si nos podemos quedar con sus tan a menudo reveladores avances promocionales? Hoy es precisamente un día de esos en donde tal afirmación cabe ponerla en entredicho.
La culpa la tiene, en primer lugar, los 73 minutos de 'Los inconvenientes de no ser Dios', del debutante Javier Macipe. La cinta es, básicamente, un mosaico de historias medio relacionadas entre sí dedicadas a explicar "los inconvenientes de ser humano" y, por lo tanto, imperfecto. La cinta combina drama y comedia con acierto salvo por un detalle: que antes parece una suma de cortometrajes que una película.
O peor, que antes que una suma de historias parece una suma de anécdotas un tanto caprichosas y sin apenas desarrollo. En pocas palabras, sabe a poco, y cuando termina da la sensación de ser un filme a medias al que sin embargo formalmente, conceptualmente, narrativamente o como se quiera llamar, poco cabe echarle en cara. No es un problema de contenido o de maneras, sino de que apenas sirve para mojarnos los labios. Peor, para dejarnos a medias casi, casi como ante un "Y en el capítulo de la semana que viene..."
Algo parecido pasa con los 70 minutos de 'Los exiliados románticos', lo nuevo del "alternativo" Jonás Trueba. Dicho de forma breve: sabe (igualmente) a poco. Como cuando uno espera durante un par de años el nuevo disco de su grupo favorito para encontrarse, con cara de iluso y una hambre no saciada, que apenas 35 minutos después se encuentra con otros dos años por delante hasta que llegue el siguiente. Los ecos de la Nouvelle Vague se hacen patentes en esta ejercicio de hippismo cinematográfico que, dependiendo del público, o más bien de la voluntad del mismo, puede evocar un poco de todo o de nada.
En realidad nada nuevo, en realidad lo previsible. Y he aquí donde comete quizá su principal pecado: no se trata de alargar por alargar, pero a falta de una verdadera innovación los 70 minutos -con créditos- pueden dejar al espectador con cara de que le han cobrado de más por la entrada. Y precisamente, como la vocación que encierra el nombre de Jonás no engaña, la entrega de un título de tan ajustada prestación lleva a la relativa desilusión de quién, amparado en el noble arte de la improvisación, parece que ha abandonado un trabajo antes de rematarlo. ¿He dicho trabajo? Igual es eso, igual es que sólo es un juego...
Desde luego que hay una diferencia notable respecto a 'Aprendiendo a conducir', la nueva película -según se lee en los créditos- de Isabel Coixet. Aunque para el caso como si al empezar saliera el logo de Fox Searchlight y la frase "del estudio que te trajo 'Juno' (y el resto)", en una de esas producciones que combinan drama y comedia en la medida justa para entretener sin ofender a ninguna religión, dejando lo generoso del aprobado en manos de lo simpáticos que nos caigan sus dos protagonistas.
De hecho, es tal lo ajustado de su montaje que incluso da la sensación de haber sido remontada (y/o salvada en la próloga). Importar importa poco, como poco importa lo que pudo haber sido si no lo es. Como filme de encargo está bien resuelto, y aunque no resulte en nada que uno le vaya a contar a sus nietos durante el camino al asilo, pues como que funciona sin que merezca la pena resaltar pequeños "detalles" que no tienen por qué borrarnos la sonrisa que ofrece este paquete de, ahora sí, 90 minutos que no dejan con ganas de más.
Continuará...
Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex
No entiendo exactamente a qué te refieres.
Os habéis ido de Málaga sin probar pescaíto?
Hemos comido un poco de todo, y también lo que nos ha salido de los mismísimos. Pero es algo que no tiene por qué tener cabida en las crónicas.