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'Yucatán' - El portaaviones a pique

Vía El Séptimo Arte por 31 de agosto de 2018
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'Yucatán' comienza con Rodrigo De La Serna de espaldas a la cámara. Con un plano bonito, elegante. Está sobre un escenario, dirigiéndose al público allí presente. Pero el plano no dura mucho, unos pocos segundos, y a los pocos segundos vuelve a cambiar para volver a cambiar, de nuevo, a los pocos segundos. Vemos su cara en todo momento, no hay más misterio. Tres planos normales y corrientes entre los que se vuelve a colar una vez más, furtivamente, aquel plano inicial. Un plano interesante envuelto en otros tres que no lo son para una introducción rematadamente sencilla.

Parece una gilipollez, e igual lo es, pero a un servidor le basto esa escena para prejuzgar la película. Dichos cortes insinúan lo que luego se desarrolla durante dos horas muy, muy largas: Una producción estéril, blanda y desnatada, de muy pobre ambición, con escaso sentido narrativo y un gusto audiovisual de lo más perezoso. Tanto, como para recurrir a quién la produce de forma oportuna, u oportunista para emparentarla con la mayoría de sus series, productos en serie que parecen hechos para rellenar aquellos huecos que aún no ha sido infectados por ese cáncer llamado ¡Sálvame!.

Y una vez agarra una idea en tu cabeza, no hay quién se libre de ella: 'Yucatán' transmite la sensación, real o infundada, de una serie de diez horas encajada en una película de dos. Tanto por su melifluo planteamiento visual, muy cercano a los estándares conservadores del prime time, como por sus vaivenes tonales y su desconcertante ausencia de ritmo. Y es que en ningún momento transmite la sensación de sentirse cómoda, a gusto con la vida o consigo misma. Dos horas muy, muy largas durante las que ni se busca ni mucho menos se encuentra, para beneficio de los fabricantes de relojes.

De hecho 'Yucatán', también, parece el fruto del choque de dos trenes. Por un lado su voluntad cómica, tan forzada y escacharrada como en un sketch de un programa de José Luis Moreno y que parece "metida a capón" en la película, "por cojones", y porque es una comedia (te guste o no); y por el otro su conciencia artística, siempre preocupada de añadir una pincelada dramática que en un contexto de ligereza, sobresale como peligroso pico de una mesa en medio de una habitación a oscuras. Esto es, un intercambio de golpes torpe, infantil y sin medida. "Y el portaaviones a pique".

Lo que hace de 'Yucatán' una supuesta comedia es lo mismo que la convierte en una pérdida de tiempo, y lo que podría hacer de ella una película está tan desubicado que causa rabia e impotencia durante dos horas muy, muy largas. Una falta alarmante de rasmia, una nula percepción de la medida o un sentido del humor con aroma a españolada rancia. No hay chispa, y como el peluquín de Luis Tosar, todo parece un pegote. Dos horas sin risas que parecen cuatro, en resumen. Y un intento por hacer algo blando que deriva en una diarrea en la que Daniel Monzón se ahoga.

Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex


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