'Wonder Wheel' - Erase una vez en Coney Island
Un relato de pasión, violencia y traición que cuenta la historia de cuatro personajes cuyas vidas se entrelazan en el ajetreo y el bullicio del parque de atracciones de Coney Island en la década de los 50: Ginny, una ex actriz emocionalmente volátil que ahora trabaja como camarera; Humpty, el operador de la famosa noria y marido de Ginny; Mickey, un apuesto y joven socorrista que sueña con convertirse en escritor; y Carolina, la hija de Humpty, que se esconde de unos gangsters en el apartamento de su padre.
Hablar de 'Wonder Wheel' es hablar del incansable Woody Allen, por supuesto, pero sobre todo hablar de 'Wonder Wheel' es hablar de Kate Winslet, quien se adueña por completo de una función por la que Jim Belushi, Justin Timberlake y Juno Temple simplemente se pasean con decoro. También, hablar de 'Wonder Wheel' es hablar de la herencia de dramaturgos como Eugene O'Neill o Tennessee Williams, cuyo espíritu está tan presente en esta cinta como lo está la iluminación de Vittorio Storaro, a la postre imprescindible.
El propio Allen lo advierte a través del personaje de Timberlake desde el principio, más o menos. Se trata de un teatrillo de carácter melodramático urdido, bajo un manto de comedia ligera, con el espíritu práctico habitual del director norteamericano. Un retrato lumínico y a la vez amargo de la infelicidad representada por una fantástica Kate Winslet, algo irregular y carente del nervio o la mordiente de las mejores obras de Allen pero que se disfruta desde el palco de butacas con la propensión de un niño (con o sin apetencia por el fuego).
Para un servidor, la película más interesante que ha hecho Woody Allen desde 2007. O en su defecto, la que más ha disfrutado desde 'El sueño de Casandra' obviando, por supuesto, su falsa incursión televisiva con la notable 'Crisis in Six Scenes'. Quizá porque, a estas alturas, el claro toque teatrero de 'Wonder Wheel' le sienta de fábula a la rutina autoimpuesta de Allen quién, como si fuera en otra vida, se encuentra con esa misma pizca de verdad que se oculta en los a menudo caricaturescos dramas del cine clásico.
Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex
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