'White House Farm Murders' - Aquí huele a crimen
Me encanta ponerme a ver una película o serie de televisión sin saber nada de ella. Quien dice nada, dice que con lo mínimo. Con lo justo. Y supongo que no seré el único. 'White House Farm Murders' llegó a mi vida avalada por tres detalles, no más de tres detalles: Que se trataba de un thriller británico, que estaba basada en hechos reales, y que estaba protagonizada por Stephen Graham. Ni quería, ni necesitaba más. Lo mínimo. Lo justo y necesario.
Más o menos como me ocurrió a principios de año con 'The Capture', otro recomendable thriller de suspense con sello británico y llegado del norte de la mano de Starzplay del que no supe gran cosa hasta darle al play. Sendos thrillers con clara denominación de origen que como se suele decir, dentro de lo mismo pero a la vez siendo diferentes, no inventan la rueda pero la hacen girar con la suficiencia de quien lo lleva haciendo toda la vida.
Así es 'White House Farm Murders', serie que gustará a los que gustan de los thrillers británicos de suspense basados en hechos reales. Los de toda la vida, de corte clásico. De los que apuestan por una narración sólida antes que por los giros imposibles. Al fin y al cabo hablamos de una historia que al menos en las Islas se supone que es de sobra conocida. Como si en España hablásemos por ejemplo de aquello de Puerto Hurraco o de lo de Alcàsser.
No se trata de sorprender sino de hacer justicia. A la historia, a los hechos... o presuntos hechos, que siempre queda (y quedará) la duda. 'White House Farm Murders' es una crónica certera, sólida y robusta. El repaso a unos hechos que imprime en piedra a través de esa firmeza, respeto y saber estar tan británicos. Tan inmaculados. Tan sujetos a lo académico como abiertos a puntuales innovaciones que reafirmen su honor como narrador fiable y honesto.
Un placer como a menudo y casi siempre, el invitado ideal a la boda. 'White House Farm Murders' no es una excepción para el que guste del suspense y el acento británico, por más que su tono a menudo frío y distante, tan británico, tan formal, tan respetuoso y no especialmente incisivo nos deje con las ganas de haber indagado más en los personajes, que no en una historia cuyos recovecos ni nos pillarán por sorpresa ni tampoco a pie cambiado.
No todo podía ser bueno aunque no haya nada realmente malo: Seis episodios de 45 minutos que podrían haber sido de una hora y además de haber contado su historia a la perfección, haber contado también la historia de los personajes. Es lo que queda tras un final relativamente precipitado que pone la baraja en su sitio, sin romperla. Tras esa aparente corrección británica que aparca el cálido sensacionalismo para que los hechos hablen por sí mismos.
Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex