Es obvio que 'Warrior' termina con el enfrentamiento sobre el cuadrilátero entre los dos hermanos a los que interpretan Joel Edgerton y Tom Hardy. Es inevitable y obvio. Así es el cine, así son este tipo de películas: consecuentes. Y así es 'Warrior', una película consecuente. Una película que sorprende por la firmeza y convicción con la que no sorprende; que enamora por la firmeza y convicción con la que es exactamente lo que uno espera (y necesita) que sea.

'Warrior' juega con cartas muy marcadas, marcando claramente el plan de partido desde el inicio. Sin disimulo, sin vergüenza. Con orgullo, con alegría. Pura determinación dramática que le permite centrar, todos y cada uno de sus esfuerzos y minutos de metraje en arropar el propósito que busca. Que busca, y que por supuesto encuentra: el impactante enfrentamiento sobre el cuadrilátero entre los dos hermanos a los que interpretan Joel Edgerton y Tom Hardy.

El enfrentamiento físico, pero sobre todo emocional. 'Warrior' tiene muy clara la jugada, tanto como el espectador, y va directa a por una victoria inevitable y obvia que no por consecuente resulta menos contundente y emotiva. Así es el cine, así son este tipo de películas. Y así es 'Warrior', una película que sorprende y enamora por igual por la firmeza y convicción, por la arrolladora y emotiva determinación con la que logra una victoria tan esperada como inapelable.

Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex