'Tres mil años esperándote' - El cuentacuentos
'Tres mil años esperándote' es la nueva película "del director de 'Mad Max: Furia en la carretera'", frase tan cierta como a la vez engañosa. Una asociación peligrosa, siendo fácil intuir que una parte importante del público menos atento se sentirá atraído y luego decepcionado por una película con escasas similitudes con la mencionada obra maestra de 2015. Quizá por eso, con buen criterio, en su póster lo que consta es el nombre del director, George Miller.
Sí, es el director de las cuatro entregas de 'Mad Max', y a la vez, también, el de 'Las brujas de Eastwick', la película de su filmografía más próxima a esta 'Tres mil años esperándote', una obra ambiciosamente íntima cuyas bondades chocan con las afiladas aristas de su naturaleza resquebrajada. Para entendernos: se agradecen más las intenciones que el resultado, siendo una de esas películas que te da rabia no poder amar sin ningún recelo.
Recelo(s) que se filtra(n) a través de su inestabilidad ecléctica. Una obra con reminiscencias a títulos como 'The Fall: El sueño de Alexandria' que parece una sucesión de momentos (algunos más brillantes que otros) que no acaban de armar una narrativa propiamente dicho, por más que respalden en todo momento el inexorable ideal romántico detrás de cada uno de sus fotogramas; el arte de amar y de contar cuentos, los puntales de un filme surgido del caos.
En cierto sentido, 'Tres mil años esperándote' es como un bello jarrón que tras caer al suelo ha sido reensamblado pedazo a pedazo con pegamento. El resultado no es igual de bello, pero la singular caligrafía derivada del accidente unida a su comedida extravaganza dotan de un extraño carácter a este reverso adulto de los cuentos para niños. De Eastwick a Estambul, Miller cambia jovialidad por melancolía sin prescindir de esa aura novelesca de los 80.
Y es que la vida pasa para todos aunque el mundo siga estando allí, reparando o no en nosotros. 'Tres mil años esperándote' es un drama romántico que adopta las maneras de un cuento fantástico para hablar del poder transformador y liberador de las palabras. Un agridulce recordatorio de nuestra idiosincrasia mortal, del cariz pasajero de nuestros actos y de cómo, quien más quien menos, somos rehenes de una realidad que juega con nosotros.
Cuál Quijote que cabalga sobre un romanticismo perfumado que se siente añejo y a contracorriente, 'Tres mil años esperándote' es una obra tozuda que hace malabares para encajar sus inquietudes dentro de un discurso un tanto deslavazado, en especial en su último tercio. El resultado es algo así como 'El hombre que mató a Don Quijote' de George Miller, una obra admirable en su tosca pero lujosa y orgullosa imperfección chapada a la antigua.
Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex