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'Motherland: Fort Salem' - Las brujas son guerreras

Vía El Séptimo Arte por 20 de noviembre de 2020
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'Motherland: Fort Salem' es una mezcla tan imposible como a fuerza de esos mismos imposibles, adictiva y en última instancia irresistible. No son pocas las cosas que podíamos decir sobre ella que si bien no son necesariamente malas, sí que rara vez ofrecen un balance tan positivo. O tan relativamente positivo... porque en el mundo de las series, probablemente, todo es fruto de un oportunismo relativo.

Con las series no solemos tener tantos reparos a la hora de cortar por lo sano como con las películas. Por lo más evidente, su duración: Uno no ve diez horas de algo que no considera digno de su atención. Si llegamos hasta el final, es por algo... aunque en ocasiones nos pueda costar reconocerlo en público: Tanto que la hayamos podido ver como que si lo hemos hecho, ha sido, por que algo nos ha hecho tilín.

No me cuesta reconocer que he visto la primera temporada de 'Motherland: Fort Salem' hasta el final, y que si lo he hecho ha sido porque me ha hecho tilín. Ni a la primera ni de forma premeditada pero sí a la segunda, con un poco de paciencia y algo de predisposición, que al fin y al cabo creo que nadie y todos a la vez son su público objetivo: Si algo hemos aprendido es que no hemos visto nada hasta que no hemos visto algo.

'Motherland: Fort Salem' es una especie de reverso juvenil de X-Men... con brujas en lugar de mutantes, y con la Mansión X convertida en un academia militar al servicio del ejército. Como si Stanley Kubrick hubiera dirigido 'La chaqueta metálica' con la misma sensibilidad con la que Andrew Fleming dirigió 'Jóvenes y brujas'. Todo ello bajo una apariencia de laxa seriedad cutre pero entrañable a lo 'Battlestar Galactica'.

Una extraña e inestable mezcolanza que a decir verdad parece el resultado de un accidente múltiple, como si dos, tres o más series hubieran chocado entre ellas y alguien que pasaba por ahí hubiera recogido y ensamblado los pedazos más brillantes, que no los mejores o más consistentes. Tan pronto parece querer salir a la calle a comerse al mundo como tan pronto parece que no le apetece ni salir de la cama.

Tan petarda como inestable, 'Motherland: Fort Salem' oscila entre lo bueno y no tan bueno siendo capaz de lograr que lo ridículo parezca distinguido y que lo distinguido parezca ridículo. Entre esas dos aguas donde uno, después de diez horas, aún no tiene claro hasta qué punto la serie se puede considerar como algo bueno o algo malo. Pero ahí has estado, frente a ella, durante esas diez horas. Voluntariamente.

Y es desconcertante pero de manera desafiante, al menos, para quien tenga callo para que le revienten las expectativas capítulo a capítulo y gusto por la duda como forma de vida. Para quien le guste que le tiren de la silla cuando se acomodan. O al menos que lo parezca, siendo encomiable como a pesar de los pesares nunca se esconde y se muestra siempre entusiasmada de poder defender su orgullo.


Por Juan Pairet
@Wanchopex


Motherland: Fort Salem

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