'Moonfall' es lo que comúnmente se conoce desde hace años como "una película de Roland Emmerich". ¿Y qué es en lo que pensamos cuando pensamos en una película de Roland Emmerich? Pues en una película de catástrofes como lo es 'Moonfall', que en esencia y en la práctica es una especie de recopilatorio de lo visto en 'El día de mañana', '2012' o 'Geostorm', que no era de Emmerich pero sí de un viejo amigo suyo. Los mismos pros y contras, si acaso aún más descompensados y prominentes por una mera cuestión de reiteración.

Permítame que insista, por favor. A estas alturas a pocos puede sorprender esta 'Moonfall' cuando el nombre de Emmerich habla por ella. Un Emmerich que se ha hecho un nombre con este tipo de películas a los que ha puesto su sello personal. Y si algo funciona razonablemente bien, ¿por qué intentar probar algo nuevo o distinto? A estas alturas el realizador alemán no va a cambiar, y 'Moonfall' apenas se aleja del molde y tics catastrofistas que ha acuñado como si le fuera la vida en ello. Ni lo intenta, ni amaga con intentarlo siquiera.

Esto trae consigo dos opciones: aceptarlo o no, siendo consciente de que ambas opciones son igual de válidas. Porque llegado cualquiera de los dos casos, 'Moonfall' sigue siendo como ese pedazo de pan que se reparte como ración a los soldados. Ni siquiera el pan tiene por qué estar crujiente para servirnos como alimento, siendo que 'Moonfall' cumple en la medida que aceptemos que no se trata ni de alta ni de no tan alta cocina. Lo que podría ser uno de esos restaurantes donde comer rápido, cómodo y barato. Muy barato.

Lo que es 'Moonfall': una comida rápida, cómoda y a lo barato, muy probablemente. El desgaste de la fórmula es tan evidente como la complacencia a estas alturas, siendo que a Roland Emmerich no se le puede negar la capacidad para sobrevivir a sí mismo de una manera tan admirablemente infantil, que al espectador le pueda saber mal no hacer nada por intentarlo. Y así dejarse llevar, de alguna manera, por un pretendido espectáculo que, en eso estaremos todos de acuerdo, como película tiene todas las papeletas de fracasar.

Pero, después de dos horas, uno descubre que milagrosamente esta vivo. Y que todas esas cosas malas que ha estado pensado durante la película de la película, en su mayoría más bien negativas, han quedado atrás, enterradas por una sutil sonrisa de satisfacción: la de haber esquivado una bala como la de 'Moonfall', un espectáculo que ni luce ni brilla pero que a su manera, distrae lo necesario para que sus ocasionales chispazos generen una inercia no necesariamente positiva que, sin embargo, acaba por resultar simpática.

O como ver jugar a un niño y veinte minutos después, sorprendernos por lo entretenidos que hemos estado los últimos veinte minutos viendo jugar a un niño (que no tiene por qué ser de los nuestros).

Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex