Como cabía esperar, dado el material de origen y el currículum de Oriol Paulo, 'Los renglones torcidos de Dios' es una película que juega al despiste y a la duda. La idea es no tener claro qué es real y qué no, siendo que, dado el material de origen y el currículum de Oriol Paulo, cada revelación o giro siempre se siente amenazado por la sospecha de una nueva revelación o giro. Hacer de la desconfianza del espectador su mejor activo.

Y así durante cerca de dos horas y media tan entretenidas que no parecen ni dos, en una adaptación exquisita de la novela de Torcuato Luca de Tena que se queda con lo que parece importante y desecha todo lo que no tiene por qué serlo. De paso, le regala a Bárbara Lennie uno de esos papeles que tal vez no la definan como actriz, pero sí como lo que en sitios como Hollywood les gusta considerar "una estrella de cine".

Oriol Paulo sabe lo que se hace, y tiene claro lo que quiere hacer. Con alevosía y premeditación. 'Los renglones torcidos de Dios' se define como una obra estilizada, altamente eficiente y muy dinámica. Tan manipuladora como elegante que una vez se asienta funciona como un rodillo, rebosante del magnetismo que desprende un trilero cuyas manos no puedes dejar de mirar en busca de un truco que no aciertas a encontrar.

No es tanto una gran película como un aún mejor pasatiempo, en una distracción dicharachera y adictiva que juega, con alevosía y premeditación, al despiste y a la duda, bendita duda que nos incita a cuestionar hasta qué punto cualquier certeza es o deja de ser, y hasta qué punto preferimos las preguntas a las respuestas mientras Paulo, Lennie y también Eduard Fernández siguen alimentando sus respectivas leyendas.

Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex