'La guardia' - Una respuesta instintiva
No por casualidad, 'La guardia' está basada en una obra que sobre el papel lleva la firma de Terry Pratchett, autor junto a Neil Gaiman del original que sirvió de inspiración a esa 'Good Omens' por la que Michael Sheen y David Tennant dieron la cara. No conocía el mundo de 'Mundodisco' más que de oídas, como quien conoce la existencia de las Seychelles pero no tiene ni idea de qué son. Pero relacionar una serie de televisión con la otra me ha resultado fácil, sencillo y sobre todo, natural. Una respuesta instintiva.
Al igual que aquella, 'La guardia' es una mezcla imposible de claro y genuino sabor británico que se mueve al borde del precipicio del caos y el ridículo. Su propio protagonista, Richard Dormer, al que algunos conocen por 'Juego de tronos' pero al que yo recuerdo por 'Fortitude', la define como "una especie de mezcla entre 'Los héroes del tiempo' de Terry Gilliam y la 'Blade Runner' original de Ridley Scott" en la que el actor interpreta a Sam Vimes, un héroe poco probable a mitad de camino entre Rick Deckard y Jack Sparrow.
Un personaje con unos tics potencialmente muy, muy irritante y adorable.
Y si Dormer habla del Terry Gilliam de 'Los héroes del tiempo', yo añado también al Terry Gilliam de 'Brazil'. Y por supuesto a los Monty Python de los que Gilliam formó parte. Los Monty Python, los Beatles y James Bond. La Santísima Trinidad de la cultura británica. 'La guardia' es una distopía perdida en el tiempo y en el espacio. Una fantasía medieval de una realidad que no parece tener mucho sentido, en uno de esos universo "para-lelos" en los que el Ford Prefect de Douglas Adams se sentiría como en casa.
Pero sobre todo 'La guardia' es una gamberrada sobrecargada y paródica donde todo es susceptible de ser una broma y no hay necesidad de tomarse nada en serio. Algo en líneas generales caótico, caprichoso y anárquico hacia lo que por otro lado, hay que tener algún tipo de afinidad vital: Ahí están 'Los vengadores' de 1998 como ejemplo de lo sucede cuando nos asomamos demasiado a aquel precipicio que comentaba al principio. No es desde luego "una rareza" a la que todo el mundo le vaya a encontrar "el sentido".
Pero en esto reside precisamente su grandeza, de cara a quien se la quiera encontrar, claro está. El sentido de la vida, el universo y todo lo demás no tiene por qué ser seis por nueve para todo el mundo. 'La guardia' no es para nada perfecta, al contrario: Brilla en su imperfección, como brillan todas aquellas películas o series que vemos a la espera de que descarrilen por completo. Como acudir una y otra vez de forma morbosa al circo, las carreras o los toros con la esperanza de ser testigo de un accidente que abra algún telediario regional.
Un accidente que no obstante, nunca se produce. Como Philippe Petit yendo una y otra vez entre los Torres Gemelas ante la atónita mirada de la policía, en una temeridad luego reconocida (en privado) como gesta por cuantos no han podido dejar de mirar. 'La guardia' es, básicamente y en esencia, una serie que hubiera podido firmar Terry Gilliam en sus mejores tiempos. Una producción estrambótica, que abraza el ridículo y se acuesta con el absurdo, probablemente fallida cuya alegría por vivir sin embargo convierte en un placer.
Culpable o inocente, está por ver. Puede que nunca lo sepamos. Puede que nunca sobreviviéramos al accidente. Quien sabe. Todo puede ser.
Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex