La casualidad ha querido que viese 'Una joven prometedora' la misma semana en la que también he visto 'La columnista'. Dos películas bajo mi punto de vista con mucho en común, empezando por el uso del thriller de suspense y la comedia negra como vehículo de un claro alegato social. O cuando el mensaje vale tanto, o incluso más que la propia película. O cuando el mensaje puede ser la película, incluso estar por encima de la propia película.

Eso es lo que ocurre en 'Una joven prometedora', un imponente alegato que condiciona una narrativa demasiado pendiente de la tesis planteada. Es indudable que se trata de una película bien hecha; también, que funciona a la perfección dentro de su planteamiento. Es indudable a su vez que Emerald Fennell, su guionista y directora, tiene las ideas claras. Tal vez, puede, es posible, demasiado claras: Sabe lo que quiere contar, y como quiere contarlo.

En el caso de 'La columnista' hablamos de una película sencilla, de brocha gorda y bastante directa. El largo preámbulo de un final con clara vocación icónica. Una película al servicio de su final, y claramente de género que avanza en línea recta hacia su destino y la imagen que sin duda la vio nacer. 'Una joven prometedora' sin embargo quiere ser algo más que un giro final, del mismo modo que 'Seven' era algo más que una cabeza en una caja.

Fennell usa un pincel mucho más fino. O pretende que lo sea. Contar con Carey Mulligan de protagonista es una buena prueba de su intención de transcender del género. Sin embargo su discurso más que encauzado está "atrapado" dentro de un relato que no tiene interés alguno por verlo crecer lejos de sus padres. La narrativa es el discurso, el discurso es la narrativa. Van de la mano, tan de la mano que uno acaba por no distinguir entre ambos.

Esto acaba sumergiendo a la película en un terreno más cercano al de la fábula y los cuentos que Irene Montero pueda leerle a sus niños por las noches. A una suerte de fantasía cuyo potencial subversivo deja de incomodar en cuanto se reduce a una cabeza en una caja. El personaje de Alfred Molina es la principal evidencia de que 'Una joven prometedora', al igual que 'La columnista', avanza en línea recta y con los ojos cerrados hacia un fin concreto.

La clave de una buena sátira reside en su credibilidad. Lo de Molina es sólo uno de tantos elementos que exponen el realismo de pega, e interesado de una película en la que todo se desarrolla con demasiada sencillez, facilidad o simpleza. La estupenda interpretación de Carey Mulligan es lo único que sitúa a su Cassie fuera de un estudio en donde se podría haber grabado la vida de Truman Burbank. De un mundo creado a medida de una ficción dada.

'Una joven prometedora' no deja de ser lo mismo que 'La columnista' pero con mucho mejor apariencia: Una película de género que recordaremos por su final. Lo que hubiera sido 'Seven' de haber caído en malas manos. A Fennell quizá le falte experiencia o interés por evitar que el mensaje reduzca la película a ser un guapo mensajero. A resultar igual de elocuente que un político a golpe de eslóganes. A sentirnos cómodos en vez de estar incómodos.

Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex