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'High Fidelity' - ¿Quién es Rob?

Vía El Séptimo Arte por 20 de septiembre de 2020
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Calculo que son 18 años los que llevo queriendo volver a ver 'Alta fidelidad' por segunda vez. Y aunque ahora con la llegada de esta serie parecía un momento muy propicio, no lo he hecho. Todavía. Está... en proyecto. Como tantas y tantas cosas. Como tampoco me he vuelto a leer el libro en el que está basada, si es que alguna vez lo leí. He leído, o más bien leí alguno que otro de Nick Hornby, pero no sabría decir cual. Eran otros tiempos, era otra vida.

Seguro que uno fue 'Fiebre en las gradas', la cual también fue llevada a la gran pantalla en una película protagonizada por Colin Firth que no le hizo tanta justicia como la de John Cusack a la suya. Un clásico, o eso parece. A ambas historias les unía el mismo leitmotiv, el de un adulto con fijaciones adolescentes, ya fuera la música o el Arsenal. Sendos niños grandes, como el de la película de Hugh Grant (también inspirada en un original de Hornby).

En fin, eran otros tiempos en donde las mujeres parecían estar más de adorno de lo que se supone que están ahora... sí, ahora Rob es una mujer. Y además multirracial y bisexual. La pesadilla de un purista conservador. Aunque lejos de suponer algún tipo de problema es un detalle que queda reducido a anécdota. En verdad no es relevante, y la forma de expandir las dos horas de película se podría considerar una pregunta unisex: ¿Quién es Rob?

La verdad es que Rob es gilipollas. Como hombre o como mujer e independientemente de lo que meta en su cama. Un esnob melómano altivo y con complejo de Peter Pan que cree que el mundo gira a su alrededor. Que sus opiniones van a misa y que tiene la potestad para decidir qué es 'cool'. Un tipo, o perdón, en este caso una tipa que se dedica a lo largo de nueve de sus diez episodios a chocarse contra ese muro al que llamamos realidad.

Somos uno de un millón, no uno entre un millón. Y el mundo no gira a nuestro alrededor aunque nos guste verlo de esta manera.

Todos tenemos una parte de Rob. De ese eterno adolescente que se cree Brad Pitt a sus 57 años. Nos gusta sentirnos importantes. Relevantes. Trascendentes. "Influencers". Si lo más recordado de la 'Alta fidelidad' cinematográfica era su top de rupturas más importantes, en la 'Alta fidelidad' televisiva eso queda reducido a una suerte de Macguffin, si acaso aún más pronunciado. ¿Quién es Rob? Alguien inseguro que se engaña a sí mismo.

En la serie eso es sólo una parte del viaje de su protagonista hacia la aceptación, o no de sí misma que no necesariamente hacia... la madurez. O lo que sea, que lo importante, lo dicho, es cualquier cosa salvo lo que pueda aparentar. Más allá de lo que pudieran ser los clichés o el estándar acuñado por John Cusack se encuentra una Zoë Kravitz igual de carismática que hace el personaje tan suyo como a la vez, lo convierte en una figura universal.

La del gilipollas que tan simpático nos resulta como tanto sabemos que no podemos confiar en él. O en ella. 20 años después el fondo, la apariencia y los secundarios se actualizan pero la esencia es la misma. Rob es una follamiga, y la historia de esta otra 'Alta fidelidad' no es tanto la de alguien que aprende a ser mejor persona como que asume qué clase de persona es: La agridulce realidad de saber que, oh, sorpresa, no somos Brad Pitt con 57 años.

Y que el mundo lo sabe. Ese mundo que no gira a nuestro alrededor aunque nos guste creer que se detiene cada vez que abrimos la boca.


Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex



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