'Gaslit' - Todos los hombres (y mujeres) del presidente
Hay muchas formas de contar una historia. Incluso de contar una historia que es posible que ya conozcamos... como la del Watergate. Porque... ¿quién no conoce el escándalo Watergate? Si hubiera sido en España, seguro que ya estaría olvidado. O la gran mayoría haríamos como si no supiéramos qué es. Total, en España el problema no son los políticos, sino los nazis o los comunistas. Entre medias de ambos todo es mucho más gris, oportunista e interesado.
Corramos un tupido velo (para variar).
El escándalo Watergate. ¿Quién no lo conoce? ¿Qué cinéfilo en su santo juicio no ha visto 'Todos los hombres del presidente'? 'Gaslit' parte de la respuesta a esa pregunta, que en principio es "nadie" (al menos en Estados Unidos, suponemos). Al menos el principal titular. El tweet. Y de ahí que su planteamiento lleve asociado un conocimiento previo aunque sea superficial. Hablamos del "lado oscuro" del suceso. De la cara B del disco de Woodward & Bernstein.
A partir de ahí, 'Gaslit' abre dos vías claras: una, la protagonizada por Julia Roberts, en lo que podría ser un intenso biopic en busca del Emmy; y la otra, mucho más coral, que va desengranando el escándalo por la puerta de atrás como si fuera una película de los hermanos Coen. Como nexo de unión Sean Penn haciendo de Anthony Hopkins en 'Hitchcock' y el propio escándalo, siempre de fondo al igual que Nixon, en la tele; poco más que citando al maestro, un Macguffin.
Dos vías cuya simbiosis no siempre arroja un saldo igual de positivo que por separado. Para entendernos, es como si alguien hubiera combinado dos series distintas centradas en lo mismo; incluso una tercera si sumamos a Betty Gilpin. Es cierto que la combinación nos regala grandes momentos (como al final de los episodios 4 y 5) en los que esta fusión se reivindica; pero también, que cada una de estas dos, tres o cuatro vías parecen tener un vida propia.
Como si hubiéramos servido dos series tan distintas en tono como 'Fargo' y 'Genius' en un mismo plato.
No es que la serie no funcione en su conjunto tan bien como lo hace. Es más una cuestión de interés variable. De historias cruzadas que igual funcionarían mejor por su cuenta y riesgo. De no interesarnos por igual por lo que sucede con Julia Roberts, Sean Penn, Dan Stevens o el robaescenas profesional de Shea Whigham. Por citar a los cabezas de cartel. Se alimentan y complementan los unos a los otros de la misma manera que también se entorpecen.
Suman, y a la vez, se restan.
A ratos lo uno, a ratos lo otro. Y dicho sea por ponerle un "pero" a una serie por lo demás, inmaculada. Es complicado brillar durante ocho horas de manera ininterrumpida y completamente regular. 'Gaslit' lo intenta, y mayormente lo consigue gracias a cómo da a conocer una historia, en teoría, de sobra conocida y que por lo tanto, juega con las cartas marcadas: a través de los apuntes y personajes que, al menos para los no iniciados, están a pie de página.
'Gaslit' no es sólo una buena serie. También es una serie satisfactoria. El único "pero", además de olvidarse de ese fino y coqueto humor negro "a lo Coen" cuando se trata de darle un Emmy a Julia Roberts, es que intenta abarcar tanto que a lo largo de su metraje desfilan muchos personajes de los que nos gustaría saber más. Como los de Chris Messina, Hamish Linklater, Amy Landecker o John Carroll Lynch, por citar sólo a los que tienen más caché.
Por desgracia, la mayoría pasan por la serie como por un photocall.
Esto es, abarca demasiado pero sin llegar a dejarnos tan saciados como, no sé, 'JFK', la obra maestra de Oliver Stone. Como si fuera un menú degustación de un restaurante tipo MasterChef. Muchos pequeños platos distintos que se combinan entre sí y que al final, aunque no lo parezca, suman lo mismo que un cocido. Sin reproches, y satisfechos por igual de tripa y paladar. Pero tal vez nos hubiera gustado comer el doble de unos y la mitad de otros.
En ese sentido, 'Gaslit' pretende ser la visión poliédrica que no era 'Todos los hombres del presidente'. Por contra, y a pesar de que a nivel formal es aún más aplicada, carece de la contundencia de aquella, centrada en hacer una cosa (muy) bien en lugar de hacer muchas bien. Simplemente bien. Algo parecido a lo que pasa con 'Licorize Pizza'. Está (muy) bien, pero hubiéramos deseado que no se quedase a medias y que Bradley Cooper hubiera salido más.
Sobre todo, que los demás hubieran salido tanto (o más) que Julia Roberts.
Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex
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