'Finch' - El mejor amigo del hombre
Cuando le pregunté a mi chica si le apetecía ver 'Finch', me respondió que no le apetecía llorar. Sí, es de esa clase de película: Tom Hanks, un perro y un robot en el fin del mundo. Pocos, muy pocos actores mejores que Hanks para acompañar a un perro y a un robot por un mundo post-apocalíptico, en una especie de cruce entre 'Socios y sabuesos', 'La carretera' y 'Náufrago' en el que Wilson es un robot que como 'Chappie', tendrá que aprender a vivir a marchas forzadas.
Una vida, la humana, en vías de extinción: Un cataclismo ha dejado la Tierra convertida en un desierto devastado por la radiación solar. Los tres se embarcan en un viaje que según el momento va recordando a otras películas. Es inevitable. Tan inevitable como a dónde nos conduce una película cuyo rumbo está claramente establecido desde el principio, y no es San Francisco. Mi chica tenía razón y la película no engaña a nadie, menos aún a los que tengan perro (y lo quieran).
'Finch' es una producción de Amblin, y de no ser por sus estupendos efectos digitales bien podría ser una producción de la Amblin de los 80. Incluso podría haber sido dirigida por el propio Steven Spielberg en persona. Su "sustituto" es Miguel Sapochnik, solvente realizador de currículum eminentemente televisivo que afronta el proyecto con la rectitud e idoneidad de alguien curtido en la materia: Cumpliendo con buena nota pero sin elevar el material por encima de sus posibilidades.
Para eso ya está un inmaculado Tom Hanks, al que rara vez quieres que le pase algo malo (y no es la excepción), o Caleb Landry Jones como una suerte de "Johnny 5" que, como el César de Andy Serkis, nos hace dudar hasta qué punto se trata de un efecto especial. Y por supuesto el perro. Un perro que no hace nada especial y del que no se abusa como en 'The Mandalorian' del puñetero Grogu. Aquí no hemos venido a que nos vendan un juguete, sino a emocionarnos.
Y de eso va 'Finch', de emociones. Hay algo de acción y un escenario apocalíptico pero pocas complicaciones. Tom Hanks, un perro y un robot en el fin del mundo. Así de sencillo, en una película igual de sencilla por más que se presente bajo un lujoso envoltorio audiovisual. Sobrevivir es una cuestión social donde no hay nada peor que estar solo, como bien aprendió el propio Hanks con Wilson. Y si bien aquella despedida dolió más, esta resulta mucho más amena.
Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex
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