Hay algo que todo el mundo debería de tener presente sobre 'Ferdinand': Se trata de una película de animación para toda la familia. De una humilde e inofensiva película de animación para toda la familia. Nadie debería de extrañarse, nadie debería de escandalizarse, nadie debería de molestarse... aunque siempre habrá quién encuentre un argumento para criticarla por pasar tan de puntillas por un tema tan potencialmente polémico como el de los toros.

No es el de la polémica el animal que pretende torear Carlos Saldanha, ni mucho menos, quién ya en 2005 estableció con 'Robots' qué cabía que esperar de Blue Sky Studios. Lo mismo que de 'Horton', lo mismo que de 'Río', lo mismo que de 'Epic', y si, lo mismo que de la franquicia de 'Ice Age' dejando a un lado la que sería la excepción que confirma la regla, esa 'Carlitos y Snoopy' que podría aparecer en el árbol genealógico de las mejores familias sin desentonar.

Con semejante Currículum, ¿qué esperar si no un agradable y colorido pasatiempo como es 'Ferdinand'? Lo cierto es que un servidor no puede dejar de sentir simpatía por Blue Sky, un personaje del todo secundario en el mundo que le ha tocado vivir que sin embargo ahí ha estado siempre, al pie del cañón, sin levantar la voz y listo para suplir con profesionalidad la ausencia temporal de la estrella de turno. La representación del valor potencial de una marca blanca.

La ambición de Blue Sky quedó establecida, lo dicho, en 2005 con la mencionada 'Robots', lo admito una de mis grandes debilidades (patrocinada por Robin Williams/Florentino Fernández). La misma ambición de la que hace gala 'Ferdinand', que a efectos prácticos ofrece las mismas prestaciones, y la misma saludable satisfacción ligera y despreocupada que transforma lo irrelevante en relativo, y lo circunstancial en una ventaja de la que extraer el punto de partido.

Dentro del habitual conformismo general, y del claro sometimiento al gag fácil, existe a su vez una predisposición fuera de toda duda en 'Ferdinand'. Esa inquietud, ese cuidado, ese respeto por el medio y el espectador de quién se esfuerza en transformar el acomodamiento de títulos como 'Se armó el Belén' en pura alegría; la de quién, con pleno conocimiento de causa, abraza su menudencia con una determinación y un orgullo que poco tienen que ver con la resignación.

El objetivo, abonar un terreno donde puedan florecer tanto su trepidante simpatía como ya que estamos en España, la multitud de detalles que demuestran que la cinta se desarrolla en nuestro país. Una prueba del interés algo más que profesional en una película que si bien puede ser infravalorada por lo que es, porque además es fácil, no por ello deja de sentirse menos orgullosa de intentar ser algo tan arrebatadoramente digno, que tampoco es tan fácil.

Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex