Hay días en los que un equipo de fútbol salta al terreno de juego y es evidente que ese no va a ser su día. Da igual lo que haga cualquiera de los once, doce o dieciséis jugadores, que por alguna razón, ya sea comprensible o no, el partido parece abocado a la derrota. O al empate si el rival tampoco está fino ese día o carece de la ambición de pasar del centro del campo e intentar ir a por algo más.

Supongo que lo habrán adivinado: 'El peor equipo del mundo' es ese equipo abocado a la derrota. Bueno, más bien al empate, habida cuenta de su relativa falta de ambición: la de no ser más que un simpático y distraído pasatiempo de usar y tirar. Más bien al empate porque, en cierto modo, al carecer de una gran meta que alcanzar, es como si no hubiera un rival que batir salvo el de dejar pasar el tiempo.

En estos casos siempre me viene a la cabeza 'Una tribu en la cancha', película que un día vi de casualidad tumbado en el sofá sin ningún tipo exigencia y me hizo gracia. Me entretuvo. O me mantuvo despierto, lo que prefieran. Es lo que, a grandes rasgos, intenta ser 'El peor equipo del mundo', una producción cuyo gran aliado es la honesta falta de sorpresa. Y por descontado, repito, también de ambición.

Y aún así, a pesar de sus humildes y modestas inquietudes, le cuesta rascar un resultado positivo. Porque, lo dicho, no parece ser su día, como tampoco parece ser el de un Taika Waititi cuya imperiosa necesidad de ser constantemente gracioso le hace ser muy cansino. Y 'El peor equipo del mundo' puede ser... distraída. Pero no es divertida aunque lo intente, estando siempre a punto de explotar... sin explotar.

De ahí que sacar un resultado positivo, aunque sea mínimamente positivo, dependa más de sí el rival tampoco está fino ese día... o de sí carece de la ambición de algo más que no sea mantener el resultado inicial.

Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex