Una película poco concluyente. Incluso para un cineasta a menudo tan poco concluyente (o contundente) como Manuel Martín Cuenca, no necesariamente para mal... aunque así sea en el caso de este experimento llamado 'El amor de Andrea', una película rodada de manera cronológica con niños y adolescentes no profesionales que iban conociendo día a día qué les deparaba la historia. Es lo que tiene apostar, que no tiene por qué salir ni bien ni mal.

Ni fu ni fa.

Manuel Martín Cuenca se queda a medias con este bienintencionado y voluntarioso drama de corte naturalista que no logra hacer valer su planteamiento de producción. Cuando trabajas con actores no profesionales, en especial tan jóvenes con la intención de captar el momento requieres de un guión, una dirección, una interpretación o algún otro elemento realmente rotundo que marque la diferencia. Que ponga en valor de alguna manera dicho planteamiento.

Pero... tanto monta cortar como desatar.

Nada es malo de por sí, pero sí se percibe como parte de un todo excesivamente mecanizado y encorsetado, como en las series de televisión diarias de las tardes. De esta manera se presenta como un filme cohibido y apocado que no es capaz de proyectar el dramatismo de su historia, haciendo de su naturalismo una fachada fría y distante, y de la película una obra translúcida e ingrávida que no hace mella ni en la Bahía de Cádiz ni en ninguna otra parte.

El propio Martín Cuenca asegura que ha huido de toda racionalización y de los formalismos más evidentes, con un estilo transparente y sencillo con el que ha tratado de ahondar en la profundidad de la sencillez, usando la luz natural y cuidando cada detalle pero dejándolos mezclarse al azar cuando rodaban. Sobre el papel suena bien, pero en la práctica queda la impresión de que durante el rodaje ni el azar ni la inspiración acudieron al rescate de una producción demasiado confiada, y demasiado a expensas de cualquiera de las dos. Es... lo que tiene apostar.

Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex