'Cientos de castores' - Diversión Kamikaze
Una inclasificable ida de olla. O tal vez, no.
Es complicado describir de otra manera a esta desvergonzada y abrumadora payasada de bajísimo presupuesto sin miedo alguno al intenso ridículo en el que se sumerge y regodea en todo momento. Constantemente. Y de manera por supuesto un tanto kamikaze. Orgullosamente kamikaze. Orgullosamente, y si entras en ella, también, divertidamente kamikaze.
Es muy jodido describir en términos cinematográficos una obra como 'Cientos de castores', en blanco y negro y sin diálogos, que bebe de referentes como los Looney Tunes, Benny Hill, Buster Keaton, Charles Chaplin o Harold Lloyd. Perfectamente podría ser una comedia física (o 'slapstick') de los tiempos del cine mudo, pero con un punto de cafrería y desvergüenza actual.
Vaya, después de todo puede que no sea tan difícil clasificar a 'Cientos de castores', una surrealista sucesión de tonterías que hay que ver para creer, y en las que hay que creer para disfrutar que según el lugar, el momento o la compañía nos puede resultar rematadamente divertida... o totalmente insufrible hasta resultar, en ambos casos, del todo agotadora.
Orgullosamente, y si entras en ella, también, gozosamente agotadora tanto para muy jóvenes como, por su aroma clásico impertérrito, para los no tan jóvenes.
Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex