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'Carmen y Lola' - Las consecuencias de sus buenas intenciones

Vía El Séptimo Arte por 07 de septiembre de 2018
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"Las consecuencias de sus buenas intenciones", le advertía Solomon Lane a Ethan Hunt en uno de los momentos cumbres de 'Misión: Imposible - Fallout', por extensión, uno de los momentos cumbres de este pasado verano (en cuanto a cine se refiere, si es que hay alguna necesidad de matizarlo).

Algo así ocurre con 'Carmen y Lola', una película a la que sus buenas intenciones terminan por jugar una mala pasada.... aunque el empleo de la palabra "mala" tiende a una asociación del todo inapropiada para una película tan apreciable como esta, que va de romántica mucho antes que de progre.

En cualquier caso, Tom Cruise no deja de ser el bueno, guapo y valiente de la función, digan lo que digan, del mismo modo que 'Carmen y Lola' no deja de ser una película que se ha ganado, a pulso, por méritos propios, el beneficio de una duda que no es tal aunque estorbe a la hora de cerrar el círculo.

'Carmen y Lola' relata una historia de amor adolescente entre dos adolescentes gitanas, Carmen y Lola, con un claro enfoque cotidiano que tiende a minimizar los exabruptos de cualquier vehículo al servicio del drama. Cámara al hombro, a pie de calle; de cara a sus interpretes, de cara al espectador.

Y el resultado funciona, aunque no enamora en base a esos mismos subterfugios que pretende evitar. Toda narración, por muy cercana que pretenda sea, exige una manipulación narrativa. Y el naturalismo requiere también de un artificio que ponga a prueba su propia naturaleza. Hay que decirlo, hay que hacerlo.

El uso de actores no profesionales, el esquematismo de al argumento, la poca presencia del entorno, la propia sencillez de la propuesta... o un final harto precipitado, más que un destino para una resolución de (oportuna) conveniencia, lastran un visionado siempre tan interesante como a la vez poco desafiante.

Y es que 'Carmen y Lola' nunca llega a despegar. A pesar de insinuar desde el principio ser un dramón que apunta al corazón nunca llega a golpear, excesivamente confiado en una inercia a la que le falta impulso para cotizar en una escala de sentimientos. Aunque al igual que Hunt, nunca deja de ser lo que es.


Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex


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