Todo apunta a que sí, a que nos encontramos ante una producción digna de elogio que pasará a la historia del cine... Cuatro meses después de aquella promesa... se confirma que 'Avatar' es, efectivamente, una producción digna de elogio que pasará a la historia del cine. Indudablemente. Y aunque sólo sea por su habilidad para hacer que cada dólar invertido luzca (y mucho) en pantalla.

En especial por su estupendo acabado audiovisual. Y es que, tal y como se enorgullecía de prometer, a nivel técnico este es una producción excelente, casi perfecta. Un despliegue muy superior al de prácticamente cualquier producción de costes y ambiciones equiparables. Todo un espectáculo audiovisual tan impresionante como extenuante, y en ocasiones algo redundante e infantiloide.

Y es que el talón de Aquiles de 'Avatar' es su propia historia, repleta de tópicos y tan previsible que la cinta no emociona más allá del efectivo y complaciente blockbuster que acaba siendo. James Cameron, un exquisito narrador, no se atreve con una historia verdaderamente adulta, quedándose en el envoltorio, en lo confortable y resultón; en un esbozo simplón apto para el Disney Channel.

Aunque mantiene un buen ritmo, su metraje resulta algo excesivo y su forzada arenga política esconde una consistencia narrativa muy plana por parte de un excelente cineasta entregado, sin embargo, a un brillante apartado visual sin conseguir dar forma a un relato que traspase la pantalla como lo hace su soberbio efecto en 3D. La película está supeditada, a merced de la técnica.

Como si Cameron hubiera decidido simplificar y estandarizar el argumento para que la técnica luciese aún un poco más. Para que nada le hiciera sombra al genuino poderío de sus imágenes. Siquiera la propia película. Y lo cierto es que 'Avatar' cumple en la medida en la que como mínimo se espera de un cineasta como James Cameron, siendo un blockbuster altamente disfrutable de una claridad expositiva y un virtuosismo digital asombrosos y casi inigualables.

Un deleite óptico sin parangón. Ahora bien, carece de ese punto de impacto emocional y de ese coraje dramático que caracteriza al cine de su responsable. En gran medida, porque a nivel argumental, emocional e incluso político se percibe como un oportuno molde al que se le ha vestido con el traje de los domingos. Porque a nivel dramático no posee la misma profundidad y riqueza que a nivel visual. Porque es como si el Batmobile fuera solo una carrocería. 

Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex