'1898. Los últimos de Filipinas' - Señores de Baler
Recientemente he visto la primera temporada de 'Los Médici: Señores de Florencia', una serie elegante en sus formas, con un reparto solvente y de buena factura técnica que resulta, a nivel objetivo, muy competente en todos los sentidos. Aunque quizá le falta algo de emoción, de alma, de pasión. Todo en general es tan bueno en la misma medida en la que no hay nada excelente o mediocre, en la misma medida que no hay qué destaque de manera en particular. La grandísima corrección de quién sabe pintar de manera inmaculada un retrato según dicta el manual de estilo.
Su problema, posiblemente, ser tan buena como de buena puede ser el compañero de al lado, de este año o del anterior; tan innovadora como para no serlo, o para serlo como cualquier otro que cumpla con un mundo saturado en dónde se tiende a bascular entre la mediocridad y la genialidad, el todo o la nada. El no ir más allá... como si allí a dónde no ha llegado nadie tuviera por qué haber algo. La rutina, como la del día a día sin que por ello su mala fama, la de la rutina, nos impida disfrutar de las variantes de ese mismo día a día aunque sólo sea por mera inercia.
Esa inercia sin tacha que, a medida que uno se acostumbra a ella, que uno la acepta como una parte esencial de la rutina de la vida misma, como el acostarse o el despertar cada mañana o noche, se vuelve nuestra amiga a poco que nos vaya ofreciendo pequeños detalles que supongan y marquen las diferencias. Una inercia que va a más, poco a poco, y que nos puede sorprender en cualquier momento a través de esa expectativa que no necesita de grandes sorpresas. Jugar a un arcade que ya nos conocemos de memoria para hacerlo como si este nos fuera distinto.
Algo así es lo que propone '1898: Los últimos de Filipinas', recreación histórica tan competente y lograda como para que el nombre de Enrique Cerezo pase a segundo plano y suene al nombre de un productor de cine. Un lujo como producción que luce como conjunto, y a nivel objetivo, muy competente en todos los sentidos pervirtiendo el habitual cliché sobre el cine patrio: "Como si fuera española" pero con el oficio, la elegancia y el sentido común y cinematográfico "de los de fuera". Los yankees tienen el Álamo y a Batman, nosotros a Baler y a Mortadelo.
Salvador Calvo da el salto de la pequeña a la gran pantalla ensanchando sus miras, no como Nacho G. Velilla y los de al lado. '1898: Los últimos de Filipinas' es ante todo una película que además de ser muy digna funciona en su conjunto, y por su conjunto, creando una inercia en la que puede costar un poco, y solo un poco, adecuarse durante su primera mitad. Como si fuera Hollywood pero sin serlo, que por algo somos españoles, coño. Que nadie espere en un 'Black Hawk derribado' en el que no haya paz ni para los caídos en combate, que tampoco eso eso.
Esa inercia que surge del trabajo bien hecho, de la grandísima corrección de quién pinta de manera inmaculada un retrato según dicta el manual de estilo. Tan bueno... aunque sin ir más allá de unas pocas pero a la vez necesarias pinceladas, pequeños gestos sin grandes alardes ni un eco desmedido que sobre todo en su segunda mitad, cuando uno ha llegado a acostumbrarse y hereda lo sembrado en su primera, que marcan esa diferencia que convierte a esa falsa rutina en nuestra amiga. Por inercia, pero también por méritos y el saber estar de dónde hay que estar.
En ese momento es cuanto '1898: Los últimos de Filipinas' casi sin querer, casi sin darnos cuenta, y casi como quién no quiere la cosa, simplemente manteniéndose firme y centrada en dar guerra con honestidad, se revela como algo más que una película elegante en sus formas, con un reparto solvente y una buena factura técnica. O el momento en el que se revela como que eso mismo es más que suficiente, pues no todo se trata de ser mediocre o genial, ni tampoco de ir allí ha donde no ha ido nadie... y en dónde puede que tampoco haya nada por lo que ir.
Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex
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Película que reúne a lo mejorcito del cine español con nombres como Luis Tosar, Javier Gutiérrez, Karra Elejalde, Carlos Hipólito, Eduard Fernández o los más jóvenes Ricardo Gómez, Patrick Criado o Miguel Herrán. La teoría pintaba bien con un plantel de tal calibre contando la historia del sitio de Baler (1 de julio de 1898 a 2 de junio de 1899). La práctica ya es otra cosa.
La teoría dictaba que esto tenía que ser una narración prácticamente lacrimógena donde el espectador empatizase con el regimiento español sitiado en aquella iglesia situada en el pueblo de Baler (isla de Luzón), pero con tantos nombres en el elenco y con tantas secuencias para que puedan salir todos con más o menos un tiempo considerable para su lucimiento es complicado conseguir ese sentimiento; además, ninguno de los personajes tiene la suficiente profundidad y buen trato del guionista, Alejandro Hernández, para que se llegue a empatizar. Lo más aproximado es el solado Carlos (Álvaro Cervantes) sin llegar, ni mucho menos, a sentir una gran conexión
Reparto aparte, la cinta tampoco consigue ser un gran espectáculo bélico. Salvo alguna escena de conflicto armado con los filipinos que está medianamente bien conseguido (aunque su mayor fuerte son la cantidad de disparos que hay, más que otra cosa), el resto es una espera en el que hay que convivir con unos personajes que no transmiten demasiado. Además de Cervantes, me atrevería a decir que el otro que más se hace de notar es Karra Elejalde, interpretando a Fray Carmelo; un sacerdote con gran afición al opio.
A destacar más allá del elemento humano, el vestuario (ganadora del Goya) y la partitura de Roque Baños que algo consigue elevar las escenas donde aparece con unas composiciones vistosas.
Ya se advierte al público de antemano que algunos sucesos del filme son ficcionados para adecuarse a la narrativa; como no conocía mucho esta historia hasta que he visto el largometraje, no sé cuanto hay de verdad y cuanto es adaptado a las circunstancias de la película. Aún así, no estamos ante un producto espectacular, sí apañado con un elenco de actores que cumple con lo que se esperaba de ellos; un guion que, aún con muchas deficiencias, es potable y un apartado técnico, visual y de vestuario decente. No da para un gran aprobado, mas tampoco para un suspenso que ha estado bordeando.
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