'Zombis nazis' - Un nazi se ha comido a mi amigo
Mucho tiempo ha llovido desde que Peter Jackson presentase en sociedad la que probablemente sea tanto la mejor película de su carrera, mal que les pese a los fans de Tolkien, como la mejor cinta adscrita al género "gore" que cualquier espectador haya tenido la voluntad y el gusto de saber apreciar, de momento, y a la expectativa de la prometedora 'Piraña' de Alexandre Aja. Efectivamente, me refiero a 'Braindead', cinta emblemática donde las haya cuya habilidosa mezcla de terror, comedia y sangre a raudales perfectamente coreografiada por el talento aún humilde de Jackson no ha sido todavía superada por ningún otro valiente, se lo haya este propuesto o no.
Con el subgénero zombie rivalizando a nivel popular con el subgénero vampírico como temática de moda, especialmente dentro del marco de una renacida y recuperada serie B con cierto sabor añejo, el referencial y deudor Tommy Wirkola se apunta a la batalla extendiendo los límites de 'El bunker' de Steve Barker hasta la blanca inmensidad de una nieve nórdica salpicada de sangre, visceras e intestinos. El alma de un Jackson primerizo sirven de referente inequívoco para este loable aunque irregular subproducto, un homenaje confeso que se vale del absurdo y la hemoglobina para intentar, y a ratos emular, el descaro de aquellos productos tan tontos como efectivos que, en tiempos, hacían las delicias de cualquier consumidor de fondo de lo que antaño era llamado un videoclub. En resumen, una tontería simpática salpicada de algún que otro litro de sangre.
En sus dos trabajos hasta la fecha Wirkola evidencia un descabellado tono reversionista, un gusto populista tan bizarro como gamberro: si 'Kill Buljo' era poco más que una evidente loa hacia Tarantino y su 'Kill Bill', en esta 'Zombis nazis' el objeto del deseo no es otro que Jackson y su 'Braindead', eso sí, entremezclado con la imprescindible aureola del 'Posesión infernal' de Sam Raimi, referente casi obligado para cualquier adulto incondicional en la materia. Puede que no sea más que un recurso para darse a conocer el fundamentar sus bases en la reutilización de elementos icónicos de autores de tanto renombre, una vía para intentar que su nombre asome a un panorama internacional difícil de alcanzar para un miembro de una cinematografía tan exótica como desconocida, pero Wirkola demuestra al menos un respeto sincero a las directrices de una subcultura que van más allá de un par de chistes o el empleo de una camiseta, algo que redime en gran medida su falta de iniciativa propia emparentándolo con otros remakeadores tan solventes como Alexandre Aja o Marcus Nispel, si acaso con un mayor margen de libertad en sus movimientos.
Wirkola, no obstante, no destaca especialmente por su buena mano en la dirección, tal vez condicionada por las limitaciones de sus ajustados medios, ni sobresale ni consigue hacer de la idea una propuesta enmarcable más allá de la funcionalidad efectiva de la sangrienta broma que es. Tampoco el guión se anima a ir más allá de un desarrollo convencional que sirve de mera excusa para un tramo final que se desvive por la sangre, y al que le cuesta un tanto arrancar. Por supuesto, los actores tampoco serán susceptibles de merecer premio alguno, aunque sí es cierto que no resultan para nada odiosos y se apartan del modelo repelente de adolescente yanki ya entrado en la treintena que tanta indiferencia provoca al morir, por lo que cuanto menos cabe agradecerles cierta personalidad que permite sentir, aunque sólo sea un poco, el destino atroz que el celuoide les depara en general. Por demás, los efectos de maquillaje y efectos en general, detalle fundamental en cualquier propuesta que pretenda dar credibilidad a un festín "gore", cumplen su papel con convicción, al menos lo suficiente como para dejar de lado que uno nunca acabe de entender del todo qué caray pintan los cadáveres andantes de unos nazis pululando por el helado monte nórdico...
Cine desacomplejado por y para el aficionado con la única pretensión de recuperar un tipo de producción que, por desgracia, fuera de festivales especializados o de la melancolía se nos hace extraño de catar. Entrar, disfrutar y salir. Abtenerse sensibles o prejuiciosos, 'Zombis nazis' en una divertida y sangrienta propuesta con el único objetivo de entretener, y aunque de manera un tanto irregular e intermitente consigue que sus 90 minutos de metraje pasen bastante inadvertidas acabando, además, de menos a más y en su momento más álgido. Claro está que ciertas sensibilidades pueden verse ligeramente afectadas, de ahí que se aconseje vigilar atentamente sus intestinos no vaya a ser que tengamos una desgracia...
Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex