'Y de repente tú' - Adiposidad nivel 2
Aunque vaya un poco de golfa, en realidad 'Y de repente tú' viene a ser una comedia romántica de las de toda la vida. Si acaso con más tacos o un punto extra de cinismo, pero básicamente viene a ser lo mismo. Y podría haber sido en conjunto una muy buena comedia y/o comedia romántica... como de hecho lo es "a ratos", de haber durado no más de 100 minutos bien aprovechados. Pero dura 125 y en el último tramo se le ven demasiado las bragas, una losa que a la postre resulta bastante pesada y reduce drásticamente el alcance de sus bondades. En realidad, lo de (casi) siempre cuando se cruzan por ahí Judd Apatow y su troupe.
El otro día, de forma accidental, comencé a ver en la tele '¿Hacemos una porno?', cinta dirigida por Kevin Smith en 2008 con Seth Rogen y Elizabeth Banks de protagonistas. El recuerdo que guardaba de ella era de decepción, si bien propiamente dicho no me acordaba de nada de la película. Y sus primeros 20 minutos me sorprendieron tan gratamente que me quede ahí, viéndola extrañado por un recuerdo tan malo y aún a pesar del sueño... aún a pesar de que a medida que avanzaba iba sufriendo (y recordando) su progresiva perdida de gracia, viendo como una prometedora comedia se sumergía en el árido terreno trascendental de la moralina romántica más rancia, tosca y antisocial del mercado. ¿Mal está lo que mal acaba?
¿Acaso no existe la posibilidad de hacer una comedia que sea eso, simplemente una comedia? Como ha demostrado a lo largo de su carrera, cuando Judd Apatow se centra en el chiste suele funcionar al menos en la mayoría de las veces: no puede decir que no me haya reído con cada una de sus cinco películas. Ahora bien, en todas encontramos un patrón similar que además se repite a su vez en sus producciones y/o en la de los cómicos a los que ha ayudado a tener una carrera -como el mencionado Rogen-: el gusto por un irregular exceso de chistes gratuitos, alusiones soeces y justificaciones morales que sobrecargan en demasía aquello que con sencillez funcionaría mejor.
'Y de repente tú' resulta más sufrida que un día entero sin mear. Le sobran una de cada cinco páginas de guión, y uno de cada dos chistes. A ojo. La típica comedia inflada que aparenta irreverencia, tira de sexo y habla de forma grosera para acabar siendo, en esencia, la habitual (y tosca) proclama "arrejuntate y procrea" de rigor. Y todo ello durante 125 minutazos durante los que sin embargo no parece haber sacado verdadero provecho de su infraestructura social, humana o cómica. Y es que una vez expuesta la situación la cinta se agota -y agota- a mitad de camino, siendo la enésima comedia que parece supeditada a la improvisación del rodaje dónde cada chiste cuenta con diez posibles alternativas.
El principal problema de la cinta, aparte de que el humor se apoye en una escaleta y no en un guión, es la ausencia de un Weinstein en la sala de montaje que ponga a punto a este especial de SNL para su proyección en cines. Que dotase a sus virtudes de la relevancia que podrían merecerse el carisma de Amy Schumer como "la grosera vecina de al lado", una irreconocible Tilda Swinton o la vena paródica de LeBron James y John Cena -lo mejor-. Sin embargo sus bondades acaban enterradas bajo su excesiva egolatría y falta de mesura, así como por unos apuntes melodramáticos que, para justificarse, convierten su tercio final en una parodia sin gracia de las promesas realizadas durante su tercio inicial.
Nota: 5.5
Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex
¡Llevo hora y cuarto de recorrido y aún espero, ya no ¡reírme! sino, simplemente, la aparición sincera y ocasional de ¡una maldita sonrisa!; recuerda, recuerda..., aguda y sagaz en su confirmada diversión es ¡lo que decía la prensa!
Verdad es que, superados los nefastos y anodinos 60 primeros minutos, parece insinuar algo interesante que expresar y un poco de contenido digno que visionar y, justamente lo hace cuando se deja de tonterías y banalidades -alabadas por la mayoría de expertos de la escritura cinematográfica- de pretensión cómica y adquiere tintes sobrios, de drama intenso, sobre la paranoia al compromiso por la herencia de un padre que le transmitió, el rechazo por la monogamia, pues ésta es ¡una completa farsa y total mentira!
Larga, excesivamente larga, sólo se aprecia con consideración la segunda parte, esos problemas de relación y convivencia cuando se superan los miedos y traumas y se da una oportunidad a la pareja hallada pero, aún así, no da para diestro material que considerar con contundencia, su muestra es floja, débil y desaborida; y tal vez sea porque, esta encantadora pareja, prototipo de real y válido amor sentido, ¡no hay por donde cogerla!, la lógica se escapa, la diversión ni asoma, el entusiasmo hace rato que se largó y, el interés sigue a la espera de una condenada escena que ¡valga la pena!
De desmadre sexual que teme querer a alguien, a novia inverosímil de un doctor con quien no comparte nada, de ahí a fuerce de ruptura para, posteriormente, arrepentirse y volver al ideal cuento de niña feliz, amansado y vendido, evidencia de pasos, para un manual de fábula, sobre bocetos de argumento romántico; sólo que, todo ello sin gracia, apetencia o estímulo alguno, sólo un cansino observar su largo caminar, de guión patoso y frases necias, con una protagonista, Amy Schumer -que ya puestos, no se ¡por qué no dirigió también!, si interpreta, escribe el guión y ¡le da su nombre al personaje!-, que aburre, desgana y ofrece un irresistible deseo de distancia de esa opresión anímica de quien, mueve ficha para llegar a ninguna parte, dado su escaso rendimiento e ínfimo fruto logrado.
El amor siempre triunfa, por encima de todo, aunque éste sea un asco y ¡no haiga quien se lo trague!, mejor asegurarse de comprar palomitas o llevar golosinas de entretenimiento porque, esta narración de hadas para principiantes incrédulos, es tan necia y lela como el mensaje que trata de impregnar en pantalla; porque, si voy a ver la fantasía de cenicienta remodelada a tiempos modernos, con problemas familiares, de autoestima y de dificultad en su entrega a la pareja, más vale que la princesa, aún no descubierta y sin anillo en el dedo -¡se busca matrimonio!, la corona es para baile de graduación y, esa historia, ¡es anterior a ésta!, que todo tiene un lugar y orden- tenga crédito suficiente para la velada entera, y que el príncipe, y su romance a la carta, sean prósperos y convincentes, y ¡nada más lejos de lo reflejado y consumido!
Insulsa experiencia de pobre vivencia que sólo, aisladamente, muestra un mínimo de tenacidad, sobriedad y consistencia para continuar su ruta por el inevitable alejamiento de un público que no duerme por educación de las formas pero que se encuentra, hace rato, en somnolencia colapsada por el alto mosqueo de un corazón harto y aislado que no halla motivación, ni interés, ni nada que permita iniciar, de nuevo, su ritmo cardíaco.
Y aquí llega la viva y dinámica escena final, cursi, inverosímil y poco apetecible dado el tiempo de denso hastío que hace rato se va acumulando, decepción genérica difícil de compensar y con la que es complicado lidiar, sulfato de agravio recibido, ingrato e inesperado, que llena de escozor y lamento la esperanza de lo nunca localizado.
"Y de repente tú", ese choque de trenes -¡trainwreck!-, que inexorablemente deben acabar en misma vía, aunque vayan por carriles diferentes, la patraña que sea con tal de unir lo inconexo y juntar las piezas con pegamento extra fuerte si lo requiere el caso; realmente esperaba divertirme, pasar un buen rato y no esta memez, de alcance inocuo, sobre la vida de una empedernida soltera jugando a ser la nueva aspirante a casamentera; sábado desperdiciado con una falsa comedia que nunca inicia despegue ni carrera, con un drama que apunta con entereza pero pierde el sentido de su marcha y, un romance como puntilla de fondo que intenta resolver, el penoso desbarajuste, con su única varita de hada madrina, que todo lo encaja y perfecciona, con el exclusivo y seductor movimiento de la mano.
Banal por optar a ser cómica, inútil por tener al abasto el sentimiento de algo sólido e intenso y distraerse con monadas de relleno insustancial y soso, se le otorga el título de transgresora por darle a ella el típico papel costumbrista del hombre; que sí, aplauso y reconocimiento por valor y osadía pero, sigues vagando por el mar de miseria que rodea a una cinta que no conecta con su público, únicamente con su ombligo y ella misma.
¡Y a toda la crítica ha encantado!, que si hábil, irreverente, ingeniosa, de hilaridad constante e inteligencia finada, ¡pues si que vamos bien!, ¡como para fiarse de lo leído la próxima vez que elija una película!
Comprobar la suscrito siempre con la visión personal de la cinta, con tu única e importante recepción subjetiva pero, en ocasiones, el precio a pagar es tan alto que, la caída de cumbre tan alta, trae consigo ¡un inevitable porrazo de narices!
Indefinida. Nota: 5.
Le doy un 6.
Pero una de arena (o mejor dicho, un desierto) porque al final acaba siendo el producto del que intenta huir durante el inicio de la película, y eso le resta muchos puntos. Y como todas las comedias románticas típicas, acaba aburriendo. La diferencia es que esas suelen durar 90 minutos y esta se alarga hasta los 120, por lo que acaba haciéndose larga e incluso pesada.
Un 4 y estoy siendo generoso. Si no fuera por el reparto y por su inicio...