Tras el estreno tanto de la española 'Justin y la espada del valor' como de esta 'Un pez fuera del mar', queda patente que la denominación de origen a la hora de producir cintas de animación por ordenador, ya sea en 2D o 3D, en donde las ambiciones comerciales vayan por delante de las artísticas... es irrelevante. 'Un pez fuera del mar', de la exótica Malasia, es la carta de presentación del prestigioso estudio Silver Ant que se lanza con ella a la producción de largometrajes. Y como toda ópera prima cobarde resulta de lo más imperfecta e impersonal, una promesa de dudosa proyección por cuanto se deja llevar por la corriente sin presentar alguna personalidad que vaya más allá de su logo.No sé que pasaría por su cabeza, pero uno de mis dos sobrinos "se partió" de la risa viendo el logo de la citada Silver Ant. No sé si serían las ganas de ver una película, siendo esta la primera imagen de la proyección; no sé si sería la propia gracia de la presentación de dicho logo, equiparable a pongamos por caso la de Illumination Entertainment y sus Minions. El caso es que fue el instante en el cual más entusiasmo mostró de toda la proyección, la aparición del nombre de la empresa productora. De hecho fue, prácticamente, el único momento en el que se río, mientras que al otro de mis sobrinos, a quién por cierto este otro le iba narrando la película, que mis ronquidos me dejasen oír no esgrimió en ningún momento una carcajada. Sin embargo esto no quiere decir que no les gustase... si bien, más bien habría que decir que les entretuvo. En el fondo (del mar), lo importante. O casi.
Y es que a diferencia de por ejemplo 'Buscando a Nemo', ninguno de mis dos sobrinos presentes en la sala salieron del cine con las ganas de tener un pequeño peluche de su protagonista, de cuyo nombre ni yo ni ellos nos acordamos de no ser por la consiguiente chuleta de turno. Ese comentario, una tontería en potencia para más de uno (especialmente si se vive sin un niño pululando cerca), sirve para cuantificar en alguna medida el impacto de un filme de animación se diría fallido de no ser porque, antes, habría que decir que ya nacía muerto. Los más pequeños, público objetivo de esta producción eminentemente infantil que remite al clásico de Pixar (sus primeros minutos, de hecho, amenazan con ser un remake), se encontrarán con una distracción tan válida como otra cualquiera, cierto. Pero tan válida como otra cualquiera.
Esta falta de personalidad, posiblemente, condicionada por sus aspiraciones de cruzar fronteras es, posiblemente, la principal razón por la que no alcanzará a cruzar apenas un solo corazón, posiblemente. Una especie de alternativa neutra cuyo correcto acabado audiovisual no es un problema para distraer a los más pequeños, pero sí para unos adultos a los que las numerosas libertades de su guión sacarán de quicio, especialmente tras prometer todo el rato una especie de batalla final a la que se pone fin con un cambio de plano, definición estándar de lo que en lenguaje cinematográfico sería un "facepalm". Una formula de tan sencilla, tan timorata, tan simple, tan humilde, que sin salir del agua observa con molesta cobardía como sus opciones languidecen en la arena de una playa a la que sólo un niño puede alcanzar. Otra cosa es que quiera volver.
Nota:
4.0
por Juan Pairet Iglesias