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'Un método peligroso': ¿Quién analiza al analista?

Vía El Séptimo Arte por 24 de noviembre de 2011

En los albores de la I Guerra Mundial, se da lugar una poderosa historia de descubrimiento sexual e intelectual a partir de la turbulenta relación entre el joven psiquiatra Carl Jung, su mentor Sigmund Freud y Sabina Spielrein. A este trío se añade Otto Gross, un paciente libertino decidido a traspasar todos los límites. Esta exploración de la sensualidad, de la ambición y del engaño llega a su momento cumbre cuando Jung, Freud y Sabina se reúnen antes de separarse definitivamente y cambiar la dirección del pensamiento moderno.

Tras un breve alto (cuya esencia podría ponerse a debate) en una historia de mafiosos con toque navideño, la consulta del Dr. Cronenberg vuelve a abrir sus puertas para todos aquellos que tengan fuertes inquietudes rondando por su cabeza. Nadie mejor para tratar estos males, pues este cineasta canadiense es uno de los más consagrados expertos en bucear por este apasionante y a veces escalofriante laberinto que es el cerebro humano. Miedos, complejos, recuerdos, traumas, obsesiones... todo cabe en los oscuros rincones neuronales, pero no todo el mundo es capaz de encontrarlos. Para ello se necesita experiencia; se necesita talento.

En estas aparece este director nacido en Toronto llamado David Cronenberg, que reúne ambos requisitos. Buena fe de ello da un currículum que lo ha consagrado como rey indiscutible de un subgénero (el ''Body-Horror'' o terror corporal) que en apariencia parece situarse en las antípodas de la materia que ahora mismo nos concierne. Pero ya se sabe que las apariencias engañan, y aquellas películas ('La mosca', 'Scanners', 'Cromosoma 3'...) en las que los temores producidos por el cuerpo (plasmados de una forma que no se aleja demasiado de la mejor tradición ''exploitation'') jugaban un rol de peso en el desarrollo de la trama, éste no era más que una excusa -muy bien aprovechada- para indagar en temas mucho más profundos.

En estas, entre finales del siglo XIX y los albores del siglo XX, aparece un chiflado asentado en Viena llamado Sigmund Freud, cuya fijación por materias, llamémoslas ''carnales'' responden -quién iba a decirlo- a la voluntad de entender mejor el comportamiento del ser humano. En un principio son pocos los que apoyan sus postulados. Entre sus más fervientes seguidores encontramos a un apasionado suizo llamado Carl Gustav Jung, que no obstante irá distanciándose paulatinamente de las enseñanzas de su maestro. A esta pareja cabe añadirle una invitada de excepción, la rusa Sabina Spielrein, que a parte de volcarse totalmente con los trabajos de ambos psicólogos, se involucrará sentimentalmente con uno de ellos.

Entre estos tres personajes (y alguno más, con intervenciones fugaces pero no por ello intrascendentes) se desatará una tormenta orquestada por los vicios más lascivos y las ambiciones profesionales más destructivas. Es un material que pide a gritos ser llevado a la gran pantalla. Es un material que pide a gritos la atención de David Cronenberg... ¿o es éste quien se desvive por hincarle el diente? Ambas respuestas son correctas. Así es, la historia verídica de estos ilustres personajes, a pesar de poder considerarse terreno peligroso (por la complejidad del triángulo), no es menos cierto que se traduce en el caldo de cultivo perfecto para que este reputado director se sienta como en casa. Quizás demasiado.

Y es que la gran virtud de 'Un método peligroso' es al mismo tiempo su posible condena, sobretodo de cara al público que se ha acercado a su obra a través de sus trabajos más digeribles. Se palpa en cada escena; en cada fotograma el profundo respeto del autor hacia sus semi-ficticias criaturas, que al igual que las deidades de la Gracia clásica, son tan poderosos como para dictar las leyes del mundo que les rodea, pero al mismo tiempo no dejan de ser esclavos de sus vicios, que son tan humanos como las mentes que los concibieron. Esta dualidad es comprendida y se ve cristalizada con tanta cura y precisión (gracias en parte a las buenas interpretaciones de Fassbender, Knightley y Mortnesen) que a uno puede quedarle la sensación de que por el camino se han olvidado las cantidades de chicha que de buen seguro hubieran conquistado de nuevo al público más amante de los excesos cronenbergianos.

Ojo, la relación profesional/sexual/epistolar a tres bandas entre Freud, Jung y Spielrein va sobrada de morbo y de los factores necesarios para captar nuestra atención, no obstante, el rigor lo baña todo, en lo que acaba convirtiéndose en un ejercicio de realismo histórico impecable (por su casi imperceptible brillantez técnica, por su cadencia, por su planteamiento...), quizás no tan apasionante como cabía esperar en un principio, pero sin lugar a dudas rebosante de interés. Puede que la "cura del habla" (nunca mejor dicho, he aquí un filme genuinamente dialogado, nunca mejor dicho) adoptada en esta ocasión por Cronenberg no se haga con el beneplácito de la parroquia al completo, pero es innegable que este análisis de los analistas supone otro triunfo marca de la casa para este singular realizador. Al igual que en los títulos de crédito iniciales, puede que la fijación por las pinceladas separadas impida una clara visión del fresco al completo, pero la contundencia del trazo es más que suficiente para arrojar algo de luz sobre el oscurecido lienzo de la psique humana. En otras palabras, es más que suficiente para construir un filme tan sólido como magnético y perturbador.

Nota: 6,4 / 10

por Víctor Esquirol Molinas

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