Buscador

Twitter Facebook RSS

'Timbuktu': Érase una vez, en Tombuctú

Vía El Séptimo Arte por 05 de febrero de 2015

Esta misma semana, navegando por las páginas de un periódico cualquiera, nos topamos con un sub-apartado en la sección Internacional. El título de entrada (el genérico, vaya) dice así: ''Barbarie yihadista''. Uf. Porque del mismo modo en que nos escandalizamos cuando nos dimos cuenta, tras el enésimo tiroteo, que en Estados Unidos existen especialista en, efectivamente, matanzas en escuelas / institutos / universidades (¡Uf!), la misma reacción deberíamos experimentar al ver cómo un diario, con mayor o menor acierto, ha decidido abrir un espacio permanente dedicado a repasar las lindezas perpetradas por la guerra santa, que en este caso (cosas de la Historia), es islámica. En fin, que nos reponemos y bajamos un poco la vista. Ahí está el titular: ''El Estado Islámico quema vivo al piloto jordano secuestrado.'' Tremendo. No hace falta seguir. Cerramos el periódico y nos refugiamos en la pantalla del smartphone, donde resulta que ya nos esperan las últimas novedades. ''Jordania ejecuta, a modo de represalia, a dos yihadistas.'' Venga. Como en los tiempos bíblicos más sanguinarios (imagínense), la ley del Talión, no hay duda, sigue viva. Y coleando con violentísima fuerza.

Rebobinando un poco la cinta y nos damos cuenta de que en nuestro país (así como en buena parte de lo que podríamos considerar como ''Mundo Occidental'') empezamos a familiarizarnos con el concepto ISIS (recordemos, aquel grupo terrorista del que hasta Al-Qaeda ha renegado) a principios de 2014. De hecho, lo más correcto sería decir que por esas fechas, empezamos a recordar (porque vivimos, ciertamente, en tiempos de terrorífica amnesia colectiva) el significado de dichas siglas. Lo más triste del asunto es que esta organización llevaba (y sigue) operando desde la Segunda Guerra del Golfo Pérsico. Corría el año 2003. Pero ya se sabe, el foco de atención mediática es caprichoso, y la magnitud de la barbarie se cuantifica, ahora mismo, a través de elementos completamente subjetivos. Sin remontarnos demasiado en el calendario, sólo hay que prestar un poco de atención al tratamiento de los medios de comunicación a la matanza en la redacción de Charlie Hebdo, con las últimas protagonizadas por Boko Haram en Nigeria. Y que quede claro: De lo que se trata aquí no es de determinar cuál de los dos actos es más condenable, sino de darse cuenta, de una puñetera vez, que tanto una noticia como la otra claman al cielo por una igualdad de condiciones en su recepción que, por lo visto, de momento no llega.

En fin, que para la 67ª edición del Festival del Cine de Cannes, alguien tuvo la brillante ocurrencia de encomendar la apertura a Olivier Dahan. Mal empezamos, pues la mediocridad (siendo generosos) de su último trabajo, que llevaba por título 'Grace de Mónaco' (ah...), era solo comparable al interés que su historia levantaría entre buena parte de los asistentes al certamen de certámenes. Y no era poco. Ojo, que ese título tampoco engañaba. El filme se apoyaba, como era de esperar, en algo tan importante y trascendental como la realeza monegasca. Y sí, lo peor es que sí, que por caprichos de la geografía, seguiremos pensando que estamos mucho más cerca de los insustanciales problemas de tan sacrificada familia, que no de las innumerables carnicerías que bañan la tierra de aquellas naciones que ni sabemos situar en el mapa. Por suerte, nos dejamos de sesiones inaugurales y entramos de lleno en la Sección Oficial a Competición, la cual si bien no presentaba un cartel a priori tan apetecible como el del año anterior (aquel, sencillamente, fue un escándalo), sí empezó, al menos, a pleno rendimiento.

'Timbuktu', al igual que el antecedente citado, podría ser también un cuento, sólo que en esta ocasión las hadas tenían vetada la entrada. En el corazón de Mali (sí, ese país a través del cual personajes tan grises como François Hollande trataban de ganar crédito electoral a base de balazos), una gentuza trata, por todos los medios que su cortísima inteligencia les permite, acallar una música que bien podría haber sido compuesta por el mismísimo Ali Farka Touré. Digamos que la policía islamista intenta poner orden (SU orden, claro) en la heterogeneidad más absoluta. Lo urbano contra lo rural; lo sedentario contra lo nómada, la sharia contra la razón... África contra Occidente (no necesariamente en este orden). Las tropas fundamentalistas se convierten pues en el eje vertebrador de un relato que avanza del mismo modo en que un río se abre camino. Sin aparente rumbo fijo, pero con una destinación final claramente marcada, y aprovechando al máximo cada ayuda que le pueda brindar el terreno por el que se mueve. Puede que al principio no queden demasiado claras las intenciones (tampoco hace falta), pero cada decisión tomada y cada frente visitado desbordan interés.

Abderrahmane Sissako hace méritos suficientes para entrar (por fin, que ya va siendo hora) en el radar de la comunidad cinéfila, y para que ésta se acuerde de paso de su hasta la fecha corta pero interesantísima obra. Su película, como él mismo, es de Mauritania (co-financiada con capital francés), país vecino del sujeto contagiado (y contagioso), y por ende, testigo de primera línea de un horror que, desde luego, tiene que ser contado. Y el cine se volvió a reivindicar como herramienta estrictamente necesaria en unos tiempos preocupantemente adormilados. Más que la denuncia (que por cierto funciona mucho mejor cuando tira de risas que no de dedo acusador), prima el retrato, veraz y contundente; realista pero también poético. El hilo conductor, una mirada dotada de altísima definición, y no carente de un humor (entre ácido, absurdo y... negro, perdón) certero a la hora de desnudar a una comunidad especializada en destrozar toda la belleza que la rodea. Excelentemente filmada y rebosante de imágenes tan potentes como sugerentes, 'Timbuktu' es poseedora además de una encomiable capacidad para la devastación, que ahora se nos presenta comedida, para nada falsa y profundamente humana. Puede que en sus momentos más inspirados (ese partido de fútbol sin balón capaz de erizar todos los pelos del cuerpo) se acerque a la fantasía más alegórica, pero aquí poco -o nada- es falso. No puede serlo. No cuando África y Occidente han decidido cambiar el ''contra'' por el ''con''... para aparecer así en grandiosa armonía.

Nota: 7 / 10

por Víctor Esquirol Molinas

@VctorEsquirol

< Anterior
Siguiente >