'Rush' - Días de vino, rosas y truenos
El director y el guionista de 'El Desafío: Frost contra Nixon' se reúnen de nuevo para ofrecer otra notable crónica en torno al enfrentamiento, también recogido a través de las cámaras de televisión, de dos personalidades del mundo real de fuerte y marcado carácter opuesto. Una producción con la que es imposible no recordar al tristemente auto-fallecido Tony Scott, quién a buen seguro se sentiría orgulloso de esta especie de versión remasterizada de su 'Días de trueno', partitura de Hans Zimmer incluida, que más allá de ser o no el gran filme que puede que no sea hace gala de una cualidad que la impulsa hacia una victoria incuestionable: FUNCIONA. Y además muy bien, manejando los recursos de los que dispone sabiamente para arrollar a un espectador al que no le deja más argumentos que aplaudir una vez cruza la línea de meta con la solvencia de un auténtico campeón.
"Mantén cerca a tus amigos, pero aún más cerca a tus enemigos". Ese vendría a ser la principal lección moral de 'Rush'. Porque tus enemigos, al menos en un mundo como el del deporte, te obligan a ser mejor sí quieres ser el mejor... o al menos, cobrar lo que cobra el mejor para vivir como los mejores. Y si no que se lo digan a Cristiano Ronaldo y a Lionel Messi, enzarzados en una disputa que en realidad beneficia a todos, en especial al público ya se sea del Real Madrid, del Barcelona o del en otros tiempos respetable Real Zaragoza. Como bien sabrán los auténticos amantes del motor, aquellos que lo son sin tener en cuenta si hay o no un español por ahí metido, 'Rush' trata sobre la rivalidad que sobre todo en 1976 mantuvieron James Hunt y Niki Lauda, dos pilotos que eran la definición idónea de la noche y el día.
Gracias a este el nuevo trabajo del casi siempre infravalorado (e irregular) Ron Howard, quién lleva más de 30 años sobreviviendo en primera línea, que no es poco, nos vemos trasladados a aquella época para sentir dicha rivalidad. Porque la palabra es sentir, tal cual, siendo este el mejor logro sin duda de una película que va mucho más allá de la fría y metódica reconstrucción de época, y que directamente, a través de un look visual muy logrado, nos traslada a dicha época. Es la mano de Howard la que, principalmente, hace de este 'Rush' un arma muy poderosa para lograr lo que en ocasiones resulta tan difícil de lograr, que nos pongamos en el lugar de otro y entendamos su por qué. En este caso, en el lugar de un aficionado a la Fórmula 1 en un año como 1976, un año de los que hacen afición incluso entre los que no tienen ni carnet de conducir.
Cuando Howard se sube al monoplaza, poseído por el espíritu de un Tony Scott que hubiera estado encantado de agarrar el volante, revoluciona la competición para exprimir el motor del que dispone al 110%, ofreciendo un resultado sobre la pista que se diría está muy por encima de lo que sus especificaciones técnicas prometían. En especial cuando, durante sus primeros 45-60 minutos, lo acontecido sobre el terreno de juego se entremezcla con ciertos apuntes melodramáticos que rompen levemente el ritmo de juego. Un mal necesario, tal vez, en su intento por humanizar a sus personajes, si bien los recursos de los que echa mano el formulaico guión de Peter Morgan son tan manidos que permiten dudar a los jueces sobre si la carrera se ha salido de pista o no.
No obstante, y pasadas las presentaciones, llegamos a la temporada 1975-76, momento en el que la historia se centra en lo que, ya seamos aficionados o no al motor, hemos venido a rememorar. Howard, repetimos, principal culpable, pisa a fondo para ofrecernos un recital de sensacionalismo gráfico aplicado a la causa que, sencillamente, arrolla al espectador. No se trata, necesariamente, de que sea de lo bueno lo mejor. Pero de la misma manera que las evidentes limitaciones como actor de Chris Hemsworth se desvanecen en el carisma de Hunt, al tiempo que el exceso de celo de Daniel Brühl por imitar en vez de interpretar a Lauda pasan inadvertidas, lo sensacionalista de su tramo final puede ser descartado en favor de la experiencia que se nos hace vivir a través de dicho sensacionalismo.
Porque lo que define principalmente a 'Rush' es la emoción, la emoción de un tercio final durante el que vibramos como si fuera una carrera de verdad decidida en el último suspiro. No se trata, necesariamente, de que 'Rush' sea una gran carrera, sino de que 'Rush' trasmite la sensación de sentir una gran carrera, de la emoción, el sudor y las lágrimas del vivo y en directo. Es esta capacidad arrolladora la que hace de 'Rush' un filme que, sorprendentemente, funciona a las mil maravillas, demostrando Howard a su vez un dominio excelente del tempo narrativo para hacer que su bólido vaya de menos a más, para que poco a poco y viniendo desde atrás vaya adelantando posiciones, ganando nuestro corazoncito con cada adelantamiento para llegar a un final, sencillamente, apoteósico, y tras el cual uno agarra el volante de su coche con la ilusión (y la imaginación) de un niño pequeño... eso define la grandeza del deporte. Y la de 'Rush', también.
Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex
Si me hubieran preguntado sobre que suceso o personalidad de la Fórmula 1 me gustaría ver una película posiblemente diría que sobre Michael Schumacher (sus grandes victorias y polémicas), Juan Manuel Fangio (como sobrevivir a una época muy peligrosa de la Fórmula 1 con cinco títulos mundiales bajo el brazo y el respeto de toda la gente de la competición) o la rivalidad encarnizada entre Ayrton Senna y Alain Prost. Creo que la rivalidad entre Niki Lauda y James Hunt posiblemente lo habría dicho, aunque no como una de las opciones preferentes. Y es que si hablamos de rivalidades, sin desmerecer a Lauda y a Hunt, la rivalidad entre Senna y Prost diría que trascendió más allá de su propia época.
Dicho esto, yo como fan de la Fórmula 1, me ha costado encontrar las ganas para ver este largometraje precisamente por lo que he comentado anteriormente; la rivalidad entre Niki Lauda y James Hunt tiene cosas fascinantes y la temporada de 1976 fue memorable, pero no es lo que yo realmente pagaría por ver en el cine, porque creo que hay sucesos y gente que merecían antes una película. Una vez encontradas esas ganas de ver como se ha plasmado aquel duelo, también debo decir que el resultado es como una victoria de un gran premio: altamente satisfactorio.
Y es que tener a Ron Howard y a un guionista como Peter Morgan a bordo es como tener al mejor piloto junto con el mejor monoplaza: el éxito está casi asegurado.
Este largometraje gustará tanto a los fans de la Fórmula 1 como a los que no, y es que sus méritos pueden juntar a ambos grupos de personas. Por una parte, está el total cuidado del ambiente de las carreras de aquella época y el calco de los monoplazas y equipaciones de los pilotos, desde el casco de James Hunt, su primer mono de Fórmula 1 ("sexo, el desayuno de los campeones" XD) hasta el Ferrari de Lauda y la caracterización de Daniel Bruhl como el tricampeón austríaco. Por la otra, están los méritos de la propia cinta que son un trabajo notable de su reparto, destacando a Daniel Bruhl cuyo trabajo diría que es el mejor de todos y la música de Hans Zimmer, que lleva a la cinta a un estado superior de calidad.
No estaría bien acabar este comentario sin hacer hincapié en como se retrata la relación competitiva y amistosa entre los dos polos opuestos de un imán: uno es feo, extremadente sincero y frío; pero sus conocimientos de mecánica automovilística y su forma de conducir le hacen grande; el otro, es guapo, las mujeres apenas pueden resistir sus encantos y en la pista puede ser tan rápido como el propio Lauda. ¿Cómo pueden llevarse bien dos rivales en la pista con dos personalidades distintas? Ese es uno de los grandes atractivos de la cinta también.
Película merecedora del primer puesto, y firme candidata al título de mejor película de Fórmula 1.