La realidad supera a la ficción. Lo hemos oído y dicho tantas veces que dicha afirmación casi ha perdido su sentido. Casi se ha equiparado a decir ''Hace buen día'' o ''Qué le vamos a hacer... ¡es la crisis!'' ¿Qué queremos transmitir cuando vomitamos estas frases que ahora parecen haber sido prefabricadas desde el principio? Nada. Simplemente las escupimos para evitar aquello que tanto se teme y se infravalora hoy en día: el silencio. El caso es que, antes de que todo fuera barrido por esta actual ola banalizadota tan característica de nuestros tiempos, el hecho que lo inventado se vea superado por lo real es una señal irrefutable de lo maravilloso... o terrorífico que puede llegar a ser el mundo en el que vivimos.
Es lo mismo que decir, y ahora no es ninguna tontería, que cualquier sueño puede materializarse ante nuestros ojos. Tanto los más dulces, como las más escalofriantes pesadillas, aquellas que hacen que el que las sufre salga ipso facto y gritando de su estado de letargo, para comprobar, con la frente empapada en sudor gélido, que ha vuelto al mundo real... donde obviamente le aguardan amenazas mucho más peligrosas. Para los que no acaben de creerse aquello de que la realidad supera a la ficción, no tienen más que echarle un rápido vistazo a cualquier lista de mejores villanos cinematográficos del año 2007 (la hay, créanme, de hecho, hay una para cada categoría, la que sea). En ella seguro que aparece (y si no lo hace, es que el ranking en cuestión no vale nada) un tal Billy Mitchell.
¿El malvado supremo de la odisea espacial de turno? ¿El jefe mafioso de una organización de narcotraficantes? ¿Un temible mutante con poderes sobrehumanos? Ni una cosa, ni la otra... y mucho menos la última. Billy Mitchell era el encargado de amargarle la fiesta al bueno de Steve Wiebe, un exprofesor de instituto que conseguía batir el record mundial de las ochenteras máquinas arcade de Donkey Kong. Éste último, cuando se disponía a paladear las dulces mieles de su triunfo freak, recibió una llamada telefónica en la que se le comunicaba, con todo el pesar del mundo, que su astronómico registro no podía ser homologado, y que debería hacer gala de sus aptitudes ante una competición oficial que le enfrentaría directamente al poseedor de la anterior plusmarca, quien por supuesto era Billy Mitchell, un maquiavélico y rastrero diablo, que haría todo lo posible con tal de mantener su hegemonía videojueguil en el documental (es decir, estamos en la ambigua y a menudo engañosa categoría de no-ficción) de Seth Gordon 'The King of Kong: A Fistful of Quarters'.
En el caso de 'Ríndete mañana', la mala de la función (y firme candidata a aparecer en el top 10 de los más malvados de la temporada) responde al nombre de Sra. Chiong, una fría y calculadora harpía que bajo una apariencia -escalofriantemente- angelical esconde un mar de oscuras intenciones que lo barren todo a su paso. Su víctima favorita... el ciudadano hispano-filipino Paco Larrañaga. No, no es la última película de Brillante Mendoza sobre lo que se cuece en lo más bajo de los bajos fondos de su querido país natal, es el multi-premiado documental de Michael Collins y Marty Syjuco sobre el proceso kafkiano de los ''Los siete de Chiong'' (¿se acuerdan de los cuatro de Guildford?, por ahí van los tiros), en el que se intentó dar caza por la vía judicial a los culpables del crimen más horrible jamás registrado en la ciudad de Cebú.
Rapto, violación, asesinato... la lista de cargos a la que se enfrentaron los acusados fue tan larga como la lista de irregularidades (por emplear eufemismos) conocidas durante el litigio que les enfrentó a la mencionada y temible familia Chiong. En efecto, y por lo visto, la justicia filipina está a años luz de los estándares de eficiencia y rectitud moral que de algún modo nos han vendido a lo largo de los años las diversas ficciones televisivas o cinematográficas. No hay CSI Manila que se lance a analizar mediante instrumentos de la tecnología más puntera las pruebas flagrantes que inundan este caso; mucho menos hay un juez inquebrantable decidido a escuchar tanto a los poderosos como a los desvalidos. No hay nada que reconforte o que despierte confianza, pues el minucioso repaso (primero policial y luego judicial) que ofrece la dupla Collins & Syjuco nos lleva de lleno a un infierno que asusta por veraz.
Porque la realidad puede superar a la ficción. La vida puede ser pesadilla, y las pesadillas... muy jodidas son. En este sentido, 'Ríndete mañana' se descubre como un muy estimable documento sobre lo inconcebible. Sobre cómo, en pleno siglo XXI, sigue habiendo lugares oscuros donde la vulneración de algo tan básico como los derechos humanos está a la orden del día. El filme de Collins y Syjuco, si bien cojea en lo que sin duda es un desenlace demasiado estirado y mal llevado en términos narrativos (defecto debido a un sentimentalismo e implicación que, también hay que decirlo, eran difíciles de evitar), sigue teniendo un incuestionable valor de denuncia, al funcionar éste sorprendentemente bien como una película de género negro... negrísimo. No es frivolizar, es contar la realidad.
Nota:
6 / 10
Por Víctor Esquirol Molinas