Durante de la década de los 60 el Reino Unido conoció el apogeo de su música pop. No obstante, la BBC solamente emitía dos horas de rock and roll a la semana. Por suerte surgió un conjunto de radios pirata que desde el Mar del Norte reproducían durante las 24 horas lo mejor de la música británica de la época. Unas emisoras que a pesar de reunir día tras día frente al transistor a 25 millones de personas, se ganaron también la peligrosa enemistad de numerosos políticos que se pasaban noches enteras en vela tratando de hallar la forma de terminar con esos disk jockeys clandestinos.
En una época en que el debate sobre la piratería acapara la mayoría de las discusiones culturales; en una época en la que las productoras artísticas descargan todas sus frustraciones sobre la cada vez más satanizada figura del pirata informático, nos llega una película que podría enfocar el asunto desde una perspectiva diferente. Situándonos en el año 1966, los alocados pincha-discos de la “Rock Boat” hay quien los vería como el embrión de la problemática que actualmente nos atañe. Para bien o para mal (me inclino más por la segunda opción), ‘Radio encubierta’ no busca la reflexión con respecto a la piratería.
Con su primer largometraje, Richard Curtis se anotó una de las sorpresas más sonadas de la temporada. ‘Love Actually’ consiguió no sólo cosechar buenas críticas sino que además se convirtió en un auténtico fenómeno popular, arrasando en buena parte de las taquillas de todo el mundo. Con ‘Radio encubierta’, el realizador de origen neozelandés se aleja del tono romántico de sus anteriores trabajos, para abrazar de forma más desatada su faceta humorística. A modo de prueba, el reparto de actores, la mayoría de ellos con un notable pedigrí en el mundo de la risa: Bill Nighy, encarnando al que podría ser un antepasado de aquel divertido rockero de capa caída en ‘Love Actually’; Nick Frost, co-protagonista de las desternillantes ‘Zombies Party’ y ‘Arma fatal’; Rhys Ifans, auténtico cómico roba-escenas; Philip Seymour Hoffman, que va sobrado en todos los géneros; Chris O’Dowd y Katherine Parkinson, estrellas de la serie de culto ‘The I.T. Crod’)... “y muchos más”, como suele decirse en estas ocasiones.
El capital humano transmite buenas vibraciones, y la verdad es que los primeros compases del filme invitan al optimismo a través de un cúmulo de las clásicas situaciones embarazosas y comprometidas, tantísimas veces vistas, pero que tan bien siguen funcionando. Desgraciadamente, en alta mar la frescura se desvanece rápidamente. En pleno caos narrativo, el barco va a la deriva y el hilo argumental se pierde en el horizonte. Lo que antes eran carcajadas, se van tornando en discretas sonrisas, para acabar convertidas en las siempre incómodas muecas de indiferencia.
Quizás para justificar el hundimiento, el director se excusa diciendo que con este filme intentó emular la estructura libre y desenfrenada de ‘M*A*S*H’. Valiente osadía... Entre la aclamada película de Robert Altman y ‘Radio encubierta’ hay un abismo. La primera conseguí que las aventuras de aquel desvergonzado cirujano mostraran el absurdo de la guerra. La segunda a lo máximo a lo que aspira es a caer simpática. Además, mientras ‘M*A*S*H’ hacía gala de una sanísima y constructiva mala baba, ‘Radio encubierta’ (una fiesta interminable en la que finalmente sólo se lo pasan en grande los actores) no consigue pasar de la más insufrible vulgaridad.
por reporter