No seré yo quien se encargue de hacer una comparación entre película y novela, por la sencilla razón de que no la he leído. Esa valoración se la dejo a otr@s. Lo que sí puedo comentar es que como espectador libre de influencias escritas, a la obra en pantalla grande bien merece la pena echarla un vistazo (y eso que no es precisamente corta en duración).
La traslación del best-seller del sueco Stieg Larsson se presenta en forma de thriller detectivesco, en la que un poderoso hombre de negocios contrata a un afamado periodista - en horas bajas tras ser condenado por difamación - para que trate de encontrar alguna pista que le lleve al posible asesino de su sobrina, desaparecida hace ya 40 años. Éste inicia su búsqueda con toda la familia Vanger en el punto de mira como principales sospechosos, y justo cuando parece estar en punto sin salida recibe la ayuda de una joven hacker, Lisbeth Salander, que le echa una mano para encontrar un hilo con sentido del que ir tirando.
Los hombres que no amaban a las mujeres basa su fortaleza en dos pilares. El primero de ellos es la resolución del misterio de la desaparición de Harriet Vanger. Hace poco se estrenaba Ángeles y Demonios, que también cuenta con un desarrollo en el que tras investigaciones, labores de documentación, testimonios, etc, se van encontrando pistas que llevan a otras, y así sucesivamente hasta resolver el entuerto. Nada que no hayamos visto ya decenas de veces. En este caso la estructura argumental es similar, así que no sorprende en absoluto, pero la diferencia radica en que aquí está bastante más elaborada. Resulta también más interesante porque es más cercana (más íntima para el espectador, lejos de conspiraciones en altas esferas con enemigos invisibles), y sobre todo es mucho, mucho más creíble. No parece que se dejen cabos sueltos al azar o a la revelación divina de algún personaje inspirado. Tenemos entonces una historia sólida y rodada a la europea, o lo que es lo mismo, un ejercicio narrativo que huye del efectismo barato palomitero.
El segundo pilar en el que sustentarse son los personajes. O mejor dicho, EL personaje de Lisbeth Salander, una especie de Berta Collado a lo gótico. Todo un descubrimiento para la gran pantalla que posee un magnetismo enorme, que se huele en el ambiente desde el inicio hasta el final de la cinta, y que se merienda al resto del reparto (con uno personajes bastante más planos, incluido el de Mikael Blonkvist). Carisma lo llaman. Casi tan interesante (o más) como averiguar lo sucedido con Harriet, resulta inmiscuirse en el mundo de esta chica de 24 años y tratar de averiguar por qué es como es y hace lo que hace. Con cuentagotas se da a conocer algún pasaje de su infancia, y de forma acertada deja al espectador con muchísimos interrogantes (imagino que el título de la segunda novela, tiene TODO que ver con ella). Lo que sí que nos deja son un par de escenas con su tutor bastante crudas y que dicen bastante sobre su personalidad. A ver quién es el/la guap@ capaz de verlas sin inmutarse.
De lo poco achacable al film - insisto, sin valorarla como adaptación - lo encontramos sin duda en los extremos, tanto al inicio como al final. El prólogo a la situación está desaprovechado. La duración no sería un inconveniente si se hubiera profundizado algo más en el personaje del periodista, que arrastró - con dignidad eso sí - bastante indiferencia por mi parte para tratarse de uno de los ejes sobre el que gira la trama. El contraste con Lisbeth acaba siendo demasiado grande. Y el epílogo si bien parece necesario, también da la sensación de pasarse un poco de la hora tras un par de amagos o tres del FIN. Aunque también es cierto que el hecho de ir de menos a más hace que no lleguen a ser demasiado molestos.
Por mi parte, esperando ya la segunda entrega y la curiosidad del posible destrozo de la versión americana.
Nota: 7,5/10
por Jason