La rutina laboral de los policías de la BPM (Brigada de Protección de Menores) es la detención preventiva de pedófilos, el arresto de carteristas menores, y también la pausa para el almuerzo, en la que se cuentan los problemas de pareja; son las audiencias de padres maltratadores, el testimonio de los hijos, los excesos sexuales de los adolescentes, y también la solidaridad entre colegas y las risas descontroladas en los momentos más impensables; es saber que lo peor existe y hay que tratar de aceptarlo...¿Cómo estos policías consiguen encontrar el equilibrio entre sus vidas privadas y la realidad a la que se enfrentan día a día?
Los grandes festivales cinematográficos (por ejemplo, Cannes, donde se presentó la película que ahora nos concierne) tienen en la redefinición del gusto agridulce uno de sus principales rasgos distintivos. Hablamos de los llamados ''(Grandes) Premios del Jurado'', aquellos en los que Quentin Tarantino pondría el encabezado ''buen intento''. Para entendernos, son los que nacen de la indecisión por parte de los miembros del máximo organismo ''judicial'' a la hora de decidir cuál ha sido la mejor película del certamen. Es una repartición de méritos que si bien cumple su función de reconocimiento, también hace lo propio con respecto a la eliminación inmediata de cualquier posibilidad para conquistar el máximo galardón de la cita en cuestión, llámese Palma, León, Oso o Concha de Oro.
Algo así como un regalo envenenado que le dice al autor (cuyo objetivo debe ser siempre conquistar la cima más alta) que tiene permiso para establecer su campamento base en una altitud nada desdeñable... pero que deje la conquista de la cumbre para otra ocasión. ''Tu película nos ha gustado... pero no lo suficiente'' debería ser la inscripción que se leyera en cada uno de estos galardones. ¿Es malo tener alguno de éstos en la vitrina? En absoluto... aunque sean un hiriente recuerdo de que teniendo la oportunidad, no se llegó a la línea de meta. No pareció importarle lo más mínimo a Maïwenn Le Besco, que recibió el Premio del Jurado de la 64ª edición de Cannes como si hubiera recibido el reconocimiento a la Mejor Película en los Oscar, o en los César (en los que por cierto, encabeza la lista de nominados, optando ni más ni menos que a trece estatuillas).
Una reacción más que comprensible por parte de la directora/guionista/actriz, al decidir conformarse con ser el segundo plato... cuando ni siquiera debería haber entrado en el menú. Valga como presentación del segundo largometraje de Maïwenn Le Besco (o "Maïwenn" a secas, como le gusta que la llamen... cosas de los artistas). Al final de la presentación en sociedad de 'Polisse' en el incomparable marco de La Croisette, abundaron los aplausos en el patio de butacas, aunque en esta ocasión éstos estaban del todo injustificados. La propuesta gira en torno a la Unidad de Protección de los Menores de la Policía. Un falso documental (ligeramente en la línea marcada por la ópera prima de la propia Maïwenn, el irregular pero a ratos interesante ejercicio metafílmico 'El baile de las actrices') que sigue las andaduras de unos agentes de la ley que se desviven para que nada ni nadie destruya la inocencia de los menores de edad.
El resultado final es una mezcla imposible entre 'La clase', de Laurent Cantet (que se alzó con la Palma de Oro en el mismo escenario, por cierto) y la magistral serie televisiva 'The Wire'... dos referencias que, digámoslo ya, le vienen demasiado grandes al filme en cuestión, no solo porque fracase estrepitosamente a la hora de intentar imitar su propuesta formal, sino también por la pobreza y falta de credibilidad de su discurso, a pesar de estar éste supuestamente inspirado en casos reales registrados por la policía. Así, a lo largo de dos larguísimas y cansinas horas, la directora francesa vaga -que no penetra- entre las vidas personales de los componentes de la unidad (más cercanas al culebrón que no al drama mínimamente bien hilvanado) y las hazañas de un grupo de individuos, cada cual más odioso, que nunca desperdicia la oportunidad de sermonear a los execrables pecadores que infestan sus calles.
Esta superioridad moral que le sirve a Maïwenn para subirse a su púlpito y supuestamente concienciar a la ignorante parroquia, constituye la razón principal por la que 'Polisse' resulta a veces ridícula (porque la autora cree que nos está golpeando con un bate de hierro, cuando lo que tiene en la mano es poco más que goamespuma) y a veces odiosa (por su acercamiento a una temática tan sensible, inmoral donde los haya, al reducirse todo a un espíritu lacrimógeno repugnante concentrado en un desenlace irriosrio). Un desastrillo con un solo punto positivo: una visita a la familia de Maïwenn, escena en la que ignoro si se usó mucho maquillaje o efectos digitales, pero que en todo caso rivaliza con el terror en estado puro de la escalofriante cena final de 'La matanza de Texas', de Tobe Hooper. A pesar de ello, un despropósito a fin de cuentas, amparado por el siempre peligroso y engañabobos cartel de "basado en hecho reales"; una película tan vulgar como frívola, tramposa y a la postre indigna de Cannes o de los César.
Nota:
4 / 10
por Víctor Esquirol Molinas