Decirlo sin tapujos suena políticamente incorrecto, pero no por ello deja de ser cierto... y
qué coño (perdón), al fin y al cabo la película que ahora nos ocupa no entiende demasiado de estas nimiedades. La protagonista de esta historia es una MILF. Una MILF cornuda cuyo matrimonio obviamente no pasa por el mejor momento. Garett, el imbécil de su marido, se la ha estado pegando (al parecer, durante mucho tiempo) con su secretaria (ojo al tópico, y ojo a los que siguen). El tío le contaba que se iba a San Francisco de viaje de negocios, pero en realidad... bueno, esto. Total, que la pobre está destrozada, porque como es medio latina (seguimos), se supone que ya de bien pequeñita le inculcaron
los sagrados e inquebrantables valores del matrimonio. En principio, solo la muerte puede romper los votos conyugales, pero claro, ¿qué demonios pasa cuando de esto se encarga el pichabrava que se suponía que sería el hombre de su vida? Dilemas... malditos dilemas... Además, por si fuera poco, su hijo (¿y los niños? ¿es que nadie va a pensar en los niños?) está entrando en barrena en los inhóspitos territorios de la adolescencia.
La cabeza de Claire (que así se llama la desgraciada) va a estallar. ¿Qué dice la Biblia que se tieneque hacer en estos casos? Silencio. El de arriba no responde... Pero el al lado sí. Ojo. Resulta que la mujer, que ha conseguido darle la patada a su marido (momentánea, cuidado, que
en esta santa casa no se cierran puertas con llave), ve por fin un rayo de esperanza en su atormentada existencia. Su vecino, un señor con pie y medio en la tumba, ha hecho venir a su casa a su sobrino, un encantador muchacho que antes siquiera de que haya podido presentarse, se ha apresurado a arreglar, en un abrir y cerrar de ojos, la puerta del garaje de Claire, que llevaba siglos estropeada. No solo esto. Ella enseña literatura clásica en el instituto (o la universidad, o el cole... ¿o qué cojones es aquel centro?)... ¡pues va él y le dice que es un apasionado de La Ilíada! Fuertísimo. Va Noah (que así se llama este portento de la naturaleza) y le suelta a su hijo:
''Tío, tienes que leerte ese libro. Aquiles es un cabrón que mola mazo. ¡Buah, es que Homero es un genio!'' Y ya está. El flechazo ha hecho diana... solo que el angelito no apuntaba al corazón, sino un pelín más abajo.
Entre las piernas de Claire, para ser más exactos. Y oiga, que no pasa nada, que somos todos humanos. Así, a la profe de insti (era esto, ¿no?) se le olvida hasta quién era el escritor aquel. ¿No vivía en Springfied? Puede ser... y también puede ser que, sin darse ella cuenta, tenga al semental de Noah desnudándola y poniéndola a mirar a la mismísima San Franciso. ¡En tu puta cara Garett! Esto es maravilloso... Esto es como una novela interactiva de E.L. James (
en serio, ¿quién es Homero?)... No solo le da para desfogarse, sino además para darle al cuerpo una de esas alegrías que tanto tiempo se le resistían. Y hablando de anatomía, por supuesto no es casual que 'Obsesión' destine su secuencia inicial a regodearse, cual cerdo modosito, en las caderoncias de Jenifer Lopez. ¿Carta de presentación? Algo así. ''¿Dígame, señor Cohen, cuál es mi mayor talento?'', preguntó la actriz (?) al director mientras bailaban en la pista de baile. ''Querida, ¡me está ud. golpeando con él!'', respondió Rob. Ambos se rieron mucho ante tal ocurrencia (principalmente porque iban pedo)... lo cual no le quitó ni un gramo de razón al cineasta cuando unos meses después contestara a las airadas protestas de su vedette con un
''Yo ya se lo dije...''
Estas mismas palabras flotaban en el ambiente a la salida de aquel prácticamente desierto pase de prensa en Barcelona de 'Obsesión'. ¿Había motivos para el cabreo generalizado? Desde luego, veníamos de destinar hora y media de nuestro valiosísimo tiempo en
una película que apenas llegaba a la denominación de Basura Cinematográfica. No solo esto, sino que además, y con la broma, Hollywood acababa de colarnos, por enésima vez,
otra de sus casposas defensas de los valores (sociales, familiares...) más chapados a la antigua. Para ponernos en situación: la fecha era lunes, 16 de marzo de 2015 (siglo XXI, vaya), y Claire, una mujer culta en plena crisis matrimonial, era la mala de la película. ¿Por qué? Porque era una adúltera, claro... y el que el impresentable de su marido se hubiera estado beneficiando a su secretaria y posteriormente hubiera intentado comprar el cariño de su hijo con ordenadores de última generación (por lo que pudiera pasar...), parecía no importar demasiado a la hora determinar el resultado final de la ecuación. Entonces, ¿por qué aquella indiferencia de la crítica? Por aquel ''Yo ya se lo dije...''; por aquel ''Ya sabíamos a lo íbamos''; por aquel ''¿Y qué esperabas?''
'Obsesión' ocupó, inmediatamente, un espacio cualquiera en aquel rincón cualquiera de la memoria cinéfila destinado a las películas que, afortunadamente (y esto es lo mejor) apenas llegan a la intrascendencia. Para entendernos, aquello, más que un pase de prensa, fue el preestreno de lujo de
uno de esos subproductos diseñados para aligerar un poco una de esas tardes de domingo cualquiera. Y no hablamos del sano (a veces) y cada vez más olvidado hábito de ir al cine, sino del espachurrarse en el sofá, encender el televisor y esperar, de la forma más guarra e indigna, a que llegue otro lunes. Más allá del morbo de ver a Jay Lo en un papel que ayuda a perpetuar, un poquito más, la sombra de su tórrida relación con Marc Anthony, y/o la excusa de, por lo menos, ver más carnaza (aunque no demasiada, por favor) que en la pésima '50 sombras de Grey', 'Obsesión' podría definirse como
una revisión del mito del Primo de Zumosol (tan tonto como suena) que muta deliberadamente en una versión serie B (siendo generosos) del 'Teorema' de Pasolini. Rascando mucho, la gracia está, quién sabe, en que la familia está destruida desde el principio. El horror, y esto ya es seguro, está en que la Santísima Trinidad (papi, mami e hijo) va a reivindicarse a cualquier precio.
Al menos, y no es poco, Rob Cohen tiene la decencia de no escatimar en unas salidas de tono tan pasadas de rosca que por momentos nos hacen pensar que más que un thriller erótico de la escuela (¿o era instituto?) más rancia, en realidad estemos ante una de esas comedias cafres que tan bien entran como segundo (o tercer) plato en uno de los muchos maratones de medianoche del Festival de Sitges. Pasados estos
momentos de cine -desternillantemente- patoso, queda la memez telefílmica como único recurso que logra asemejarse mínimamente a lo que podría considerarse como nexo narrativo. Tirando de dicho hilo conductor, todo queda al desnudo.
Jennifer Lopez, literalmente y en su cansina voluntad de parecerse a un proyecto de actriz; Ryan ''Aquiles'' Guzman (tres cuartos de lo mismo para él);
el machismo y temores mojigatos de esa industria que se resiste a palmar (mírense al espejo); la supuesta tensión de un drama que lo único que levanta (malpiensen) son risas indeseadas... y así hasta cumplirse los noventa minutos de rigor. ¿Alguien indignado? Claro que no. ¿Por qué? Porque ''Yo ya se lo dije...''; ''Ya sabíamos a lo íbamos''; ''¿Y qué esperabas?'' Y un larguísimo etc.
Nota:
3 / 10
por Víctor Esquirol Molinas
@VctorEsquirol