Ambientada en París, narra la historia de una familia que viaja a esta ciudad por motivos de trabajo, así como la de dos jóvenes prometidos que se casarán en otoño. Las experiencias que tienen en la capital francesa cambiarán sus vidas. Cuenta el gran amor que siente un joven por una ciudad, París, y la ilusión que tiene la gente de creer que una vida diferente a la suya sería mucho mejor.
Salvo alguna honrosa excepción, el periplo por el viejo continente de Woody Allen (iniciado hará ya más de un lustro) no se estaba saldando con demasiada buena nota. Un resultado por lo menos curioso, sobre todo teniendo en cuenta la fama de "autor europeo" que le ha perseguido casi desde los orígenes de su larga y fecunda carrera, y que de algún modo venía a ser una explicación algo simplona de por qué sus películas parecían tener siempre una mejor acogida en el otro lado del charco (el nuestro, se entiende).
Agarrándonos a esta concepción de las sintonías allenianas, no deja de ser paradójico que las visitas de este veterano autor a ciudades tan emblemáticas como Londres o Barcelona se tradujesen en productos tan mediocres dentro de su historial. Y no deja de ser preocupante que sus mejores productos a lo largo de estos últimos años surgieran bien de sutiles revisiones de alguna de sus obras mayores (es el caso de 'Match Point', versión más agria de 'Delitos y faltas'), bien de recuperar guiones que llevaban décadas abandonados, y que de paso le servirían para volver a los Estados Unidos ('Si la cosa funciona').
En ningún lugar como en casa. Una filosofía que delata un más que evidente chovinismo, que de esto saben mucho en Francia... más aún en la gran capital. París, esa ciudad siempre con ambición de acapararlo todo en el sí del país galo, tiene algo especial. "París me excita", afirmó el genio neoyorquino en la rueda de prensa de presentación en Cannes de su última obra. Rueda de prensa en la que no perdió la ocasión de mostrarse -una vez más- tímido ante los medios de comunicación, y de presentar un aspecto que, por qué no decirlo, de buen seguro hizo sufrir a más de uno por su estado de salud. Afortunadamente, la película que trajo bajo el brazo dejó mejores sensaciones. ¿Podemos hablar de la mejor película de esa especie de "European Tour" de Allen? Sin duda. Es más, 'Medianoche en París' hace méritos suficientes para entrar, quizás no en el grupo de obras cumbre de Allen, pero sin duda en el de las que con el paso de los años vamos a recordar con mucho cariño.
Como ya hiciera en la maravillosa 'La rosa púrpura del Cairo' (que en cierto modo servía de homenaje a la todavía más maravillosa 'El moderno Sherlock Holmes', del gran Buster Keaton), Allen tira de elemento fantástico para presentarnos una comedia romántica. Como viene siendo habitual, el enclenque director/guionista se queda detrás de las cámaras, lo cual no significa que no tenga presencia delante de ellas. El simpático Owen Wilson se une a una lista de actores en la que encotramos a Jason Biggs, Will Ferrell o Josh Brolin entre otros. Nombres que tienen en común el haber imitado los tics y los gestos de Allen a la vez que recitaban sus diálogos. Una prueba de fuego de la que Wilson sale indemne, aportando a este arquetipo de personaje un bienvenido aire de relajación y buen-rollismo típico de "la costa oeste", y sobre todo, apoyándose en un guión que hace gala de una genialidad que algunos ya creíamos perdida.
Un texto que en sus primeros compases tira de manual: unos compases de jazz aquí, una serie de vistas turísticas allá... y algún que otro chiste sobre política o sobre el frágil equilibrio que sostiene a la familia. Un conjunto aderezado con los ya típicos tonos cálidos en la fotografía, no-realistas, pero por lo menos, subjetivistas. Nada nuevo bajo el sol de París. Pero cuando la noche cae, todo puede pasar en la ciudad del amor. Que una niña de papá caiga rendida a los encantos de un pedante sabelotodo, que un joven escritor encuentre la inspiración... o que un Peugeot fantasmagórico nos lleve noventa años atrás en el tiempo, justo en la época en la que dicha ciudad conoció su máximo esplendor. Los felices años veinte, la Belle Époque, el Renacimiento... Cualquier tiempo pasado fue mejor. Una apreciación sin duda rebatible, al estar ésta marcada por ese sentimiento más o menos presente en cada ser humano. La nostalgia, es decir, la negación de un presente horroroso.
Es decir, una ocasión idónea para que Woody Allen interactúe de forma directa y bilateral con ilustres de la talla de Scott Fitzgerald, Ernest Hemingway, Pablo Picasso, Salvador Dalí (muy divertida la caracterización de Adrien Brody, quién iba a decirlo) o Cole Porter. La delicia de todo buen amante del arte... visto lo visto, muy loco se tendría que estar para no intentar obtener el consejo literario de Gertrude Stein, o para no plantar en Luis Buñuel la semilla de 'El ángel destructor', o para no darle a Zelda Fitzgerlad un valium... o, por qué no, para no enamorarse de una bella musa. Todo cabe en esta exquisita, divertida, encantadora y nostálgica fantasía, bien llevada y alargada en la justa medida. El año pasado, en La Croisette, y debido a la presentación de 'Conocerás al hombre de tus sueños', se pidió a gritos que Allen abandonara Europa... los aplausos que se oyeron en ese mismo escenario después de 'Midnight in Paris', indican que dicho regreso quizás pueda esperar.
Nota:
7,3 / 10
Por Víctor Esquirol Molinas
http://www.dailymotion.com/swf/video/xif8w7
Presuntamente se llamará así, sí, como pone en su tráiler... pero sigo sin entender por qué en la web de Alta Films siguen refiriéndose a ella como 'Medianoche en París', y a cuento de qué el correo oficial de hace un par de semanas anunciando el nombre PARA ESPAÑA de MEDIANOCHE EN PARÍS. Algo ha tenido que haber por ahí para que cambien de idea.