Las películas basadas en historias reales de personas normales y corrientes que o bien se convierten en héroes (muy a pesar suyo normalmente), o superan sus limitaciones tanto físicas como sicológicas, deberían de tener una catalogación aparte de todas las demás que fuese Emotivas. Eso sí, aunque todas las historias reales que se llevan a la gran pantalla suelen ser de este tipo, las hay ficticias tan buenas como algunas reales, o ya no tan buenas sino mejor rodadas por circunstancias tales como un guión magnifico, un más que competente director o unos intérpretes que se salen de lo común.
Por lo pronto el director tiene en su curriculum el haber sido montador de la fabulosa Perros de Paja y, director de títulos tan dispares como Socios y Sabuesos, Dispara a Matar , o lo que más me llamó la atención, Air América y Bajo el Fuego dos películas de temática bélica (o mejor dicho antibelicista) que al igual que la que nos ocupa muestran el lado oculto de la guerra pero que siempre está ahí, la tragedia de los civiles afectados por la misma o como se ha denominado técnicamente “daños colaterales”.
Del plantel de actores, gente como Michelle Yeoh o Chow Yun Fat (este último un poco de capa caída tras Tigre y Dragón) son de una solvencia demostrada, sin llegar a ser grandes estrellas, pero lo que más me interesaba era Radha Mitchell, una australiana que vengo viendo crecer con buen criterio desde Pitch Black, Silent Hill, Descubriendo Nunca Jamás o el Fuego de la Venganza, y el joven y prometedor Jonathan Rhys Meyers que últimamente está ganado mucho prestigio con Match Point, Quiero ser como Beckham y sobre todo interpretando al rey Enrique VIII en Los Tudor.
En el caso de Los Niños de Huang Shi tanto el plantel de actores como sobre todo el director prometían. Pues bien, tras 122 minutos de metraje y, visto el resultado de tan notable grupo la verdad es que esperaba algo más. Le falta ese algo que tienen películas como El color púrpura, o El imperio del Sol (si ya sé que estas son del maestro) o sin ir más lejos la anteriormente citada Bajo el Fuego, de este mismo director.
Para ser una película de las que se catalogan como Emotivas y siendo un servidor bastante sentimental en este tipo de situaciones (algo así como un corazón blando pero con barba) en UN solo momento de la película se me puso un pequeño nudo en la garganta y eso que las situaciones en las que el director lo intenta son varias. En este tipo de historias, todo es predecible (estamos en guerra, las cosas sólo pueden ir a peor para que haya afán de superación y espíritu de lucha) pero ahí es donde el director debe de jugar su papel y hacernos muy incómodas este tipo de situaciones, para que el mensaje que se quiere transmitir llegue al espectador, esta no lo hace.
Estamos entonces antes una película que narra una historia de superación y valor humano sin más ni más, que muestra de manera simple, con una parte artística muy correcta, con una BSO interesante, con unos decorados muy eficientes y con actuaciones que podrían haber llegado a más, pero todo esto queda desperdiciado precisamente por la persona que debería haber cuajado el conjunto, un director que parece haber olvidado sus tiempos de montador junto al grandioso Sam Peckinpah y del que podríamos decir que desaprovecha una gran oportunidad de reivindicarse para el cine.
Aun así, con el regusto amargo de lo que podía haber sido y no fue, el conjunto se permite sacar la cabeza entre tanto film abúlico que llena últimamente nuestras salas y permite 2 horas de distracción para aquellos emotivos que necesiten su dosis este mes.
(+ Críticas...)