La vida en la granja ya no es lo que era.
La felicidad e ilusión que se respiraban durante los primeros años después de su puesta en funcionamiento oficial fueron perdiendo el sabor, poco a poco, ahogadas en el implacable disolvente del transcurrir del tiempo. Las cosas ahí digamos que iban bien; que los días se sucedían con tanta placidez, que tanto a los animales como al hombre que mandaba por encima de ellos, se les olvidó la excitación de lo imprevisto; de no saber qué depararía la jornada siguiente. No era ningún drama, mucho menos cuando se cumplía tan a rajatabla con los cupos de productividad impuestos. No se conocieron excesivos agobios; no había escasez ni ningún tipo de mal rollo. Ni entre los animales ni con el hombre que mandaba por encima de ellos. Sí que había, por el contrario,
una amenaza mucho más peligrosa: la rutina... Hasta que un miembro del rebaño se plantó, convencido de que la obediencia y sudor acumulados durante tantas hojas del calendario, le daban derecho a tomarse un más que merecido respiro. Hora de salir del establo.
El salto de ''La oveja Shaun'' a la gran pantalla, aparte de estar escrito en el destino que marca la industria, podría responder a la
necesidad (ya creativa) de escapar, ni que sólo sea ''por un día'', del estancamiento en el que, tarde o temprano, acaba condenando el formato televisivo designado para determinado tipo de series. El detonante de la ficción propuesta por los debutantes en la dirección Richard Starzak y Mark Burton obedece precisamente a esta voluntad (si no necesidad) de romper con una rutina convertida en la peor de las prisiones, es decir, en aquella que está aceptada, casi consensuada. Con el paso del tiempo, los proyectos más atractivos de la comunidad han ido cediendo frente a las exigencias de un día a día marcado por la fría dictadura de las entregas, de las hojas de cálculo, de los horarios, de los plazos... en definitiva, del trabajo más maquinal. Las segundas lecturas (que nos hablan
de los mencionados conflictos entre formatos audiovisuales, de las eternas tensiones entre el mundo rural y el urbano, hasta de los invariables anhelos / problemas de la clase obrera) se multiplican a cada palabra escrita.
Solo que para la ocasión, el guión prescinde de los diálogos clásicos para optar por una retahíla de balbuceos que, lejos de hacerse molestos, propician una de las mayores virtudes de la película. Eliminada la (cargante) necesidad con respecto a la agudeza oral que la animación ha ido auto-imponiéndose a lo largo de los últimos años, queda espacio de sobra para que el sello
Aardman luzca la que tradicionalmente ha sido una de sus armas más potentes:
ese humor conceptual descaradamente visual que tanto nos acerca al slapstick clásico, aquel que por razones obvias (básicamente, por la capacidad inherente para dinamitar las barreras que pudieran ponérsele a la comprensión) no entiende de generaciones ni mucho menos de edades. Se asientan así las bases para que la imagen del producto no engañe a los pocos iniciados en su universo:
por supuesto, está garantizado el disfrute de toda la familia. A recordar, esto último en absoluto es un sine qua non comercial (no hay más que mirar algunos de los últimos títulos de animación que han llegado a nuestra cartelera), sino un respeto hacia el espectador (así, en general) que afortunadamente se conserva en determinados lares.
En este aspecto, la Aardman sigue presentando una hoja de servicios impecable. Quizás en 'La oveja Shaun. La película', se pueda echar algo en falta la frescura, originalidad y desparpajo de los mejores trabajos de la factoría (aunque también es de justicia dejar claro que con títulos como 'Chicken Run: Evasión en la granja', 'Wallace & Gromit. La maldición de las verduras' o '¡Piratas!', el listón estaba puesto muy alto), pero no menos cierto es que sigue conservando
esas agallas marca de la casa a la hora de atreverse (y triunfar) con un ritmo desenfrenado que casi nunca decae. El resultado es una
fábula en la que moraleja(s) y entretenimiento no se pisan mutuamente. Una más que bienvenida dosis de aventuras gamberrillas servida por el habitual y delicioso dominio de la claymation. Desterrada queda la amenaza del ''capítulo alargado''; se abraza, de paso, y una vez más, esa
sabiduría a la hora de combinar el gag con el guiño para que de este matrimonio salga algo que últimamente escasea por estas latitudes: el contenido. Quizás no de forma tan contundente como en otras ocasiones, pero ojalá todo el mundo se aplicara tan bien estas normas (tan básicas como fundamentales) de conducta.
Nota:
6,5 / 10
por Víctor Esquirol Molinas
@VctorEsquirol