Dave Lizewski es un joven estudiante de instituto adicto a los cómics. Esta afición es el único aliciente que tiene para él una vida gris y desprovista de cualquier tipo de encanto. No conecta con nadie aparte de con sus dos mejores amigos, las chicas le ignoran, los matones se aprovechan continuamente de él y su hogar ya no ha vuelto a ser el mismo desde la muerte de su madre. Por suerte, un día Dave toma la decisión de quitarse de encima cualquier atisbo de vergüenza y hacer realidad su sueño: convertirse en un superhéroe.
En el siglo XVII, al hidalgo favorito de la literatura universal se le secó el cerebro por haber leído demasiadas novelas de caballerías. La precaria situación en la que se hallaba su clase social (por no decir todo el reino y un imperio cuya supremacía tenía los días contados) fue una de las razones que llevó al Caballero de la Triste Figura a refugiarse en tiempos mejores, en ideales perdidos... en un mundo fantástico. Un mundo carente de lógica y -salvo contadas excepciones que se salvarían de la quema- totalmente desvinculado de la vida real. Un mundo que a la larga iba a erigirse como uno de los más importantes pilares de los ahora tan reverenciados cómics de superhéroes.A principios del siglo XX, un hombre vestido con unos atuendos que hoy nos recordarían ligeramente al mismísimo Batman, se pavoneó durante unos instantes ante las cámaras pioneras del cine, supuestamente para mostrar al mundo entero su revolucionario invento, antes de subir a la torre Eiffel y lanzarse al vacío, en lo que sería su primer... y obviamente último vuelo. Cojan estos dos hechos tan separados y aparentemente tan inconexos y ya tendrán una mínima noción de por dónde van los tiros en una de las adaptaciones de cómic más destacables de los últimos años. El título, ‘Kick-Ass’; el autor, Mark Millar.
No es la primera vez que los textos del autor escocés pasan a la gran pantalla, y a juzgar por los resultados de taquilla en una ocasión y la buena acogida por parte de crítica y público en la otra, tampoco será la última. Echando un rápido vistazo a la carrera de este nuevo gurú de las viñetas, nos asaltan inmediatamente dos conclusiones. La primera es que su relación con el celuloide está claramente en las antípodas de la que mantiene el venerado Alan Moore (para muestra, Millar se implicó del todo en el proceso de creación de la película que nos atañe, que fue casi al unísono de la gestación del cómic original) situándose así más cerca del que por poco no es su homónimo, Frank Miller.
La segunda es que en sus trabajos más personales existe una clara voluntad de subvertir las claves del género heroico. En ‘Superman Red Son’ se reformulaba el mito del hombre de acero preguntándose qué hubiera pasado si el primer contacto con la Tierra de nuestro kriptoniano favorito hubiera sido en la Unión Soviética en vez de los Estados Unidos. En ‘Wanted’ dibujaba un universo en el que todos los superhéroes habían sido borrados del mapa por unos villanos que hacían de la exquisitez en el uso de las armas de fuego su principal argumento. Ahora en ‘Kick-Ass’ grosso modo se intenta responder a la eterna pregunta de qué es lo que lleva a una persona normal enfundarse un traje ajustado y patrullar las calles en pos de ese concepto tan subjetivo llamado justicia. Olvídense para la ocasión de multimillonarios traumatizados por su pasado, o de empollones al que les muerde un arácnido, o de patrullas mutantes perseguidas por una sociedad intolerante.
En esta ocasión todo gira entorno a un don nadie de diccionario (“mi único poder es el de hacerme invisible para las chicas” o “simplemente existo” son algunas de sus cartas de presentación); un tipo que desde luego no encaja para nada en la definición más clásica del enmascarado justiciero, pero no por ello está exento de encanto. Es un chaval que a pesar de su ingenuidad y optimismo a la hora de ver su nueva “profesión”, destila el cinismo, la ironía y la acidez de la Generación X, aquella que hará unos veinte años se convirtió en excelente cronista involuntaria de la sensación de profundo desencanto que despertaba la vida en general. Pero ahora estamos en el siglo XXI, y la mencionada X ha dejado paso a la Y, un inmenso colectivo que sustentado ahora por la proliferación y consolidación de las nuevas tecnologías, se ha revelado como el heredero directo de ese discurso tan pesimista. Es aquí cuando nos topamos con Dave Lizewski, que por supuesto no es un nerd cualquiera.
Y ni falta hace decir que ‘Kick-Ass’ tampoco es un cómic/película del montón. Las razones para pensar eso son más que suficientes. La irreverencia de sus diálogos, el continuo referencialismo y la perfecta sintonía con los iconos que actualmente marcan tendencia hacen de ella una cinta fresca, con plena conciencia y un perfecto espejo de la cultura pop contemporánea. Por otra parte, su lenguaje malsonante y el -buscado- abuso de escenas ultraviolentas hacen de ella una obra que lleva la palabra “polémica” tatuada en la frente. Todos atentos, porque a fin de cuentas, más que hablar del protagonista principal de la historia, quien con todos los méritos va a monopolizar los debates será una secundaria inolvidable: Hit-Girl.
Que se preparen los que hace unos meses se escandalizaron ante la imagen de Abigail Breslin uniéndose a la carnicería de ‘Bienvenidos a Zombieland’ (película clave para entender el humor de ‘Kick-Ass’), porque todavía no han visto nada. Ahora el terremoto tiene nombre y apellidos: Chloë Grace Moretz, que detrás de un antifaz y una peluca lila esconde a una letal y sádica asesina... de once años. Así se las gastan Mark Millar y compañía, que por lo visto no tienen ningún reparo en saltarse las barreras éticas que haga falta, ya sea para divertir al respetable libre de prejuicios, ya sea para remarcar la crisis moral en la que está sumida nuestra sociedad. En esta línea, es interesante ver cómo una década atrás Andrew Adamson y Vicky Jenson usaron para ‘Shrek’ el “Bad Reputation” de Joan Jett para una simpática escena de slapstick apto para todos los públicos... mientras que ahora suena el mismo tema, sólo que la performance implica a una chiquilla que en vez de hacer los deberes del colegio, va dando brincos y liquidando a base de balazos a un grupo de mafiosos.
El humor gamberro elevado a la enésima potencia... citando al experto en la materia Seth MacFarlane, “A quien no le guste, que no mire”. Eso sí, los que se queden y sepan aceptar el reto, van a pasárselo bomba. Y no hay que darle más vueltas, pues si se analiza fríamente, dentro del complejo universo del cómic, la propuesta hace gala de una lógica aplastante. Si el tío Ben clamaba que un gran poder conllevaba una gran responsabilidad, entonces la falta absoluta de súper-habilidades debería implicar justo lo contrario. ¿Éticamente reprobable? Sin duda, pero a la vez jodidamente divertido, que al fin y al cabo de esto se trata.
Con tanto caos y anarquía, no eran pocos lo fans que temían que la adaptación cinematográfica se edulcorara para no herir demasiadas sensibilidades. Pero afortunadamente, las buenas sensaciones que despertó el anuncio de Matthew Vaughn como director de la película no han caído en saco roto. El realizador británico, que ha cumplido siempre con buena nota en ambos lados del charco (en Inglaterra con ‘Layer Cake’, cinta de mafiosos con ecos de Guy Ritchie y en Estados Unidos con ‘Stardust’, estimable y muy entretenida adaptación del mundo fantástico de Neil Gaiman), sale otra vez airoso de un compromiso nada fácil de superar, y no desaprovecha tan valiosa materia prima. Se le podría recriminar el cojear un poco en algunas escenas de acción y el de tratar con demasiado cariño a sus personajes (tomando como referencia el texto original en el que se basa su film, claro está), pero pocas más quejas pueden plantearse.
Y menos cuando saca a relucir tan bien el encanto de estos quijotescos personajes. Consigue además mantener a lo largo de casi dos horas un ritmo endiablado, merced de un guión cargado de mala leche, unos actores entonados y un uso magistral de la banda sonora. El resultado es un espectáculo estruendoso en el que fluyen las carcajadas y la adrenalina. No es la película definitiva sobre superhéroes -o sobre su desmitificación-, pero sí ha hecho los méritos suficientes para que el Paseo de la Fama de los enmascarados le dedique un rinconcito... aunque éste sea oscuro, apartado, sucio y poco glamuroso. ¿Qué más da?
Nota:
7 / 10
por Víctor Esquirol Molinas
Yo que no leí el cómic no la valoro como adaptación si no como a una película normal. Al juzgarla así puedes ver lo grande que es esta película.
Si algún día adapta el cómic otro director con más huevos como Robert Rodriguez y la produce alguien que esté loco, seguro que nos corremos en el sitio. Pero a mi me encanta como película en sí, por mucho que como adaptación sea decepcionante.